"Sorprende en especial el desplazamiento abrupto hacia el federalismo
por parte del PSOE. Desde hace unos meses dice que será su nueva
alternativa: se hacen federales, de la noche a la mañana. Es una
propuesta de enjundia, que casa mal con el aire de improvisación que la
acompaña.
No es que sea una idea novedosa ni original. Desde hace tiempo muchos
juristas la plantean como la forma de racionalizar nuestra organización
territorial. Su argumento: el Estado de las autonomías ha llegado a ser
federal de facto, pero con las rémoras de un origen que desconfiaba del
federalismo, así como del desarrollo anárquico en el que las
transferencias las decidieron las coyunturas políticas.
Vista así, la
España federal no sería una ruptura sino el paso lógico tras la
progresiva federalización durante tres décadas. Mejoraría el régimen
político, sin duplicaciones de competencias, con criterios compartidos
para la financiación regional y un Senado que cumpliera la función
territorial. Esta vía federal se basaría en la solidaridad y el
consenso, no en despieces de la soberanía ni en desarrollos de
esencialismos locales.
Esta lógica desaparece cuando el federalismo irrumpe en el debate
político. Llega asociado al reconocimiento de soberanías regionales o
como una alternativa al concepto de soberanía que desarrolla la
Constitución.
Vinculada a la crítica radical de la Transición, la
propuesta federalizante se presenta como una alternativa al régimen
actual, no como su mejora: una especie de panacea que nos sacará de
todos los males. Y surge como una respuesta comprensiva del
independentismo catalán, aunque éste recela de la idea federal, como de
tantas otras cosas.
Por lo que se explica, la conversión socialista al federalismo se
hace para «encajar las reivindicaciones catalanistas». La idea es
incongruente. La cuestión catalana no se resolverá por esta
transformación general del Estado.
Sucederá lo mismo que en su día con
el ‘café para todos’ del diseño autonómico: no sirvió para aplacar las
iras nacionalistas, sino para potenciarlas e incrementarles la
audiencia. Cabe justificar la federalización como consecuencia lógica
del desarrollo autonómico, pero resulta inane como forma de contentar a
los soberanismos nacionalistas. (...)
Sorprende en especial el desplazamiento abrupto hacia el federalismo
por parte del PSOE. Desde hace unos meses dice que será su nueva
alternativa: se hacen federales, de la noche a la mañana. Es una
propuesta de enjundia, que casa mal con el aire de improvisación que la
acompaña.
No es que sea una idea novedosa ni original. Desde hace tiempo muchos
juristas la plantean como la forma de racionalizar nuestra organización
territorial. Su argumento: el Estado de las autonomías ha llegado a ser
federal de facto, pero con las rémoras de un origen que desconfiaba del
federalismo, así como del desarrollo anárquico en el que las
transferencias las decidieron las coyunturas políticas.
Vista así, la
España federal no sería una ruptura sino el paso lógico tras la
progresiva federalización durante tres décadas. Mejoraría el régimen
político, sin duplicaciones de competencias, con criterios compartidos
para la financiación regional y un Senado que cumpliera la función
territorial. Esta vía federal se basaría en la solidaridad y el
consenso, no en despieces de la soberanía ni en desarrollos de
esencialismos locales.
Esta lógica desaparece cuando el federalismo irrumpe en el debate
político. Llega asociado al reconocimiento de soberanías regionales o
como una alternativa al concepto de soberanía que desarrolla la
Constitución.
Vinculada a la crítica radical de la Transición, la
propuesta federalizante se presenta como una alternativa al régimen
actual, no como su mejora: una especie de panacea que nos sacará de
todos los males. Y surge como una respuesta comprensiva del
independentismo catalán, aunque éste recela de la idea federal, como de
tantas otras cosas.
Por lo que se explica, la conversión socialista al federalismo se
hace para, «encajar las reivindicaciones catalanistas». La idea es
incongruente. La cuestión catalana no se resolverá por esta
transformación general del Estado.
Sucederá lo mismo que en su día con
el ‘café para todos’ del diseño autonómico: no sirvió para aplacar las
iras nacionalistas, sino para potenciarlas e incrementarles la
audiencia. Cabe justificar la federalización como consecuencia lógica
del desarrollo autonómico, pero resulta inane como forma de contentar a
los soberanismos nacionalistas." (Manuel Montero, El Correo 02/01/13, en Fundación para la Libertad, 02/01/2013)
1 comentario:
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