"Rafa Martínez, catedrático de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad de Barcelona, en un artículo publicado este lunes en El Periódico:
‘[...] Dos sambenitos comienzan a difundirse entre la
ciudadanía con una cierta prodigalidad: Ciudadanos es un partido
ultraconservador y Ciudadanos es un partido hipercentralista. Y lo tildo
de difamación porque el partido se autodefinió congresualmente de
centroizquierda, y su propio electorado, según el CEO -dudo si se le
puede seguir citando como fuente de autoridad-, se autoubica en el centro ideológico.
Incluso un simple repaso de sus votaciones durante la anterior
legislatura [autonómica] nos muestra que, en defensa del Estado del
bienestar, votó de manera casi sistemática junto con ICV-EUiA, PSC y
ERC.
Igualmente, su programa político explicita que frente al
independentismo de Mas el Breve y el toda la Constitución y nada más que la Constitución del PP de Rajoy el Inmóvil, Ciudadanos
opta por un camino que, partiendo del federalismo que ya rezuma la
Constitución de 1978, ahonde en este diseño y aborde las reformas
necesarias -incluidas las económico financieras- para culminar un modelo
inacabado durante la Transición.
En ninguno de los dos temas parece
postular ese modelo rancio fascistoide que se le imputa. Pero desde el
pulso social que me ofrece el contacto con la juventud en la
universidad, ambas mortajas han cuajado. Sin embargo, ha tenido 275.000
votos, luego parece que una parte del electorado sí lo tiene en cuenta y
no da crédito a los bulos. ¿Cómo se explica esta paradoja? ¿O es que en
Cataluña hay más de un cuarto de millón de fascistas?
Una posible explicación sería el inconfesado objetivo de expulsarlo del teatro político.(...)
No hay duda de que la persistente difamación a la que se ha visto
sometida esta fuerza política ha cuajado en el imaginario colectivo;
pero parece que no en buena parte del electorado.
Sin embargo, creo que el pecado de Ciudadanos es haber cruzado una de las líneas rojas de la política catalana. Haberse adentrado no en un terreno incómodo, sino en un suelo sagrado. Lo que Jaime Balmes llamaría
la Constitución interna de un país. Lo que permanece inalterable por
generaciones y que no es susceptible de ser mutado en proceso
constituyente alguno.
El resultado de la agregación de siglos de
historia y tradición común que forjan un pueblo. Aquellos elementos por
todos compartidos y que adquieren por ello dimensión inmutable. Todas
las fuerzas políticas catalanas, incluido el PPC, entienden una Cataluña
catalana y en catalán. Ciudadanos postula una Cataluña española y
bilingüe. Eso, para el resto de las fuerzas políticas, es jugar fuera de
los lindes del sistema de partidos del Principado.
[...] A la tradicional dimensión ideológica (derecha-izquierda) se
une [en Cataluña] la nacional (españolismo-catalanismo), generándose
cuatro espacios diferentes (derecha españolista, derecha catalanista,
izquierda españolista e izquierda catalanista) que nos permiten
vislumbrar terrenos de competencia electoral en el interior de cada
sector y en las fronteras entre ellos.
Sin embargo, salvo el PP todo el
arco parlamentario catalán elude la dimensión española. Esto ha facilitado el todos contra el PP y la identificación de la dimensión española como únicamente conservadora -más aún, totalitaria y jacobina-.
No resulta extraño, en esa configuración del sistema político
catalán, que Ciudadanos sea percibido como un cuerpo extraño y que se
generen anticuerpos para eliminarlo. Sin embargo, todo apunta a que el
virus ha mutado y se ha hecho más fuerte y que en ese páramo de la
izquierda no catalanista hay electores. ¡Unos cuantos!‘." (lavozdebarcelona.com, 04/12/2012)
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