10/1/11

¿Qué clase de paz?

Entre muchos que solo quieren ser espectadores, proponer la paz sin calificativos equivale a asegurar su propia tranquilidad. Pretenden entrar en un esplendoroso futuro ahorrándose la vergüenza de rendir cuentas de tan miserable pasado.

Pero hay todavía demasiados que se contentan con pedir una paz en abstracto, así, sin entrar en averiguaciones acerca de quiénes y desde qué supuestos nos declararon la guerra. Borrón y cuenta nueva o, mejor, aquí paz y después gloria. Que nadie venga a juzgar la legitimidad de la 'causa' que desencadenó este largo contencioso, no vayamos a entorpecer su final.

O, también, no sea que se descubra su endeblez teórica y su falta de cualquier justificación defendible. Pues el caso es que no todas las doctrinas políticas son igual de decentes, ni todas las ideas ostentan iguales derechos a ser transmitidas, ni todos los partidos a ser tenidos por democráticos.

Se lo escuché el otro día a una entrevistadora en ETB 2 y me pareció una muestra insuperable de la hipocresía reinante en nuestra sociedad. «Al fin y al cabo, aquí todos queremos la paz», dijo bien oronda aquella señora. Era un compendio de confusión moral revestida de exquisita conciencia, de simpleza de una cabecita que se negaba a pensar.

Por si acaso. El entrevistado, con buen tino, le replicó que eso era no decir nada, que lo decisivo era saber qué clase de paz queremos y por qué razones..., y que en eso, por desgracia, no todos estaríamos de acuerdo. Dudo que la entrevistadora le entendiera.

Seguramente se le escapaba que quienes a lo largo de medio siglo han tramado atentados y maquinado extorsiones también querían la paz, ¿o no? Querían -y todavía quieren, claro está- la paz que vendría después de su victoria, la que iba a hacer realidad sus propósitos políticos, una meta que han perseguido mediante el empleo del terror.

Nadie combate a muerte por el mero gusto de combatir, sin otro objetivo que seguir luchando, sino para vencer al oponente. ETA y el conjunto del nacionalismo quieren su paz, que no es la paz que debe querer la mayoría de nosotros, sus 'beneficiarios'.

Contra lo que postulan sus herederos, la nuestra solo puede provenir de su derrota: la derrota militar si nos limitamos a la banda, la derrota doctrinal y electoral si la ampliamos a sus herederos. (...)

Entre los principales actores nacionalistas, tan pacífica declaración les sirve para disimular sus torpes planteamientos y sobrevivir en la escena política bajo piel de cordero. Entre muchos que solo quieren ser espectadores, por su parte, proponer esa paz sin calificativos equivale a asegurar su propia tranquilidad al precio que fuere.

La verdad de los hechos pisoteada durante décadas, el derecho humillado de tantos y el resarcimiento pendiente de las víctimas les traen sin cuidado. No solo rechazan revisar el daño cometido y el que ellos mismos han consentido, sino que están dispuestos a seguir tragando el nacionalismo que haga falta con tal de evitar sobresaltos.

En realidad, siempre se han comportado así." (Fundación para la Libertad, citando a
Aurelio Arteta, EL CORREO, 6/1/2011 )

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