8/7/10

La ruptura de Bélgica tropieza con la enorme deuda del país, el reparto de infraestructuras y el futuro de Bruselas

"Bélgica no se dividirá. Por dos razones", dice muy seguro de sus palabras un antiguo miembro del Gobierno belga que ahora trabaja a escala comunitaria y que por ello pide no ser identificado. "Solo podemos dividir deudas y Bélgica es como dos siameses unidos por la cabeza, Bruselas". La idea del divorcio surge en cuanto se plantea la hipótesis de la ruptura del país. Otra fuente belga, también volcada en el proyecto europeo y también celosa del anonimato, abunda en las dificultades que conlleva: "Para separarse hay que estar mucho más de acuerdo que para seguir juntos". (...)

Dividir deudas es casi imposible". Bélgica tiene ahora una deuda rayana en el 100% del producto interior bruto (y subiendo), de la que el 33% recaería sobre las espaldas de una Valonia que ni quiere la escisión (apenas un 4% de independentistas en un sondeo de la universidad de Lovaina la Nueva) ni está para soportar cargas financieras adicionales.

La imagen de los siameses cuadra a la perfección. Como consecuencia de las cinco reformas institucionales ya realizadas desde la que en 1970 otorgó a Bélgica un régimen federal, Flandes y Valonia han ido haciéndose cada vez más extrañas entre sí, desarrollando identidades, querencias y necesidades propias que tienen como gran vínculo de unión a Bruselas, motor económico del país, enclavada físicamente en Flandes, pero poblada al 85%-90% por francófonos. Sin Bruselas, que Flandes tiene como capital, la independencia del norte carece de sentido, según los expertos. "Es imposible separar a los siameses", concluye la fuente, partidaria de entablar en serio la negociación de la sexta reforma, la que ha de tutelar el próximo Gobierno.

El otro informante, con muy altas responsabilidades en su historia pasada y presente, añade a esas dos circunstancias una tercera, la de las dificultades de repartirse las infraestructuras del país, desde los ferrocarriles a las telecomunicaciones o las autopistas. "No creo que Bélgica salte por los aires", dice escépticamente. (...)

En la librería Once Upon a Time de la francófona Linkebeek, donde los libros en neerlandés ocupan una corta balda, Carol Aspinwall, la librera, dice: "No veo cómo puede dividirse Bélgica. Ya hemos vivido muchas crisis antes y seguimos juntos". Pero no las tiene todas consigo. "Está claro que De Wever quiere desmantelar el país. Así que habrá que estar muy vigilantes. Hay mucha incertidumbre. Miedo. Prefiero ser optimista". Hace unos días su hija, de 13 años, le preguntó: "Mamá ¿nos vamos a tener que marchar de aquí?".

El flamenco Mark de Maeyer, director de la casa de la cultura De Moelie, en Linkebeek, no cree que desaparezcan las facilidades para que los francófonos se manejen en su lengua: "Aquí hay muchos. Tenemos que vivir juntos. No hay alternativa. Seguiremos como se ha hecho siempre". (El País, Domingo, internacional, 20/06/2010, p. 3)

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