24/3/10

El terrorista sentimental

"La combinación del miedo y el sentimentalismo generaron entre nosotros durante años una zona gris en la conciencia social frente a los asesinatos. Ni con ellos, ni contra ellos. Nuestra zona gris todavía respeta la retroalimentación de los fanáticos de ETA, mientras asume que el idealismo de éstos resta valor a la responsabilidad de los asesinatos y el miedo.

Es más fácil la docilidad social si existen buenas excusas sentimentales para aceptar un liderazgo o soportar hechos violentos en el entorno. La combinación del miedo a los fanáticos y el sentimentalismo -hacia la ideología que habla del amor a la tierra y a los elementos privativos culturales como el único valor supremo de la sociedad vasca- generaron entre nosotros durante años una zona gris en la conciencia social frente a los asesinatos de ETA. Ni con ellos, ni contra ellos. Anhelantes de la paz, pero banalizando los efectos del mal causado. Deseosos de que ETA dejase de actuar, pero callando y aceptando como normal que el sistema político tuviera representantes de la ideología asesina. Compasivos con el primer dolor de sus víctimas, pero incómodos y extremadamente críticos -incluso crueles- con la voz de los desgarrados por el dolor que, claro, al hablar, exigían ayuda de cada cual. Tolerantes con los que no estaban en la ideología nacionalista, pero sin mezclarse hasta el final en el significado de su libertad acosada.

En la zona gris no tiene por qué existir mala fe. Primo Levi, cuarenta y un años después de ser liberado del horror fue capaz de establecer que la mala fe «requiere una sinceridad profunda consigo mismo, exige un esfuerzo continuo, intelectual y moral» que muchas personas simplemente no pueden llegar a plantearse.

Nuestra zona gris, seguramente sin saber, estabilizó parte del poder de ese mundo y todavía respeta la retroalimentación de los fanáticos de ETA, mientras asume que el idealismo de los asesinos resta valor a la responsabilidad de los asesinatos y el miedo.

La zona gris mutará en parte, por su extraordinario sentido de la adaptación ante la decadencia del poder del miedo sobre cuya mera existencia no quería hablar y «porque los recuerdos no están grabados en piedra». La mutación de los recuerdos para el autoengaño colectivo hirió a Primo Levi durante esos largos años en que fue rumiando su gran obra, incluso aunque llegó a entender como pocos su perfecto mecanismo.

Viendo la foto del último detenido de ETA en Francia me pregunto cuándo empezarán los jóvenes asesinos de la fase decadente de ETA a reclamar a esa mayoría silenciosa que permitió su adoctrinamiento. Tal vez no suceda pero, si pasa, nadie dirá recordar nada. De eso también habla Primo Levi." (Fundación para la Libertad, citando a Maite Pagazaurtundua, EL DIARIO VASCO, 22/3/2010
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