4/6/09

El miedo a hablar, en los pueblos de mayoría euskaldun

"El miedo y las brumas invernales cubren los valles del Urola y el Gohierri, fatalmente resignados a la convivencia con el asesinato y la coerción etarras. "Hijo, aquí lo mejor es oír, ver y callar, porque si no te pueden pegar tres tiros". (...)

-Padre, la gente no habla mucho por aquí.

-¿Y cómo vas a hablar? Si lo haces, igual te matan. Prudencia, mucha prudencia. La señorita Prudencia es muy sabia.

-Pero la Iglesia...

-La Iglesia no permitiría que se hiciera política desde el púlpito. Lo mejor es oír, ver y callar, y rezar por los muertos. ¿Qué le parece la basílica?

La pasividad observada en el jesuita del santuario donde cantaba Uria dos veces por semana, entre los parroquianos de las tabernas de Zumárraga o Azkoitia, entre los carniceros del campeonato de morcillas de Ordizia o en las calles de Beasain o Zestoa, obedece a la combinación de complejos factores. El principal, y determinante, es el chantaje de las pistolas. Tampoco ayuda el carácter desmovilizador atribuido por sus críticos al discurso de las instituciones vascas, controladas por el PNV desde hace un cuarto de siglo. "Es desmovilizador en el sentido de que condena moralmente el terrorismo de ETA, pero también condena la violencia de Madrid. O sea, hay que aguantar porque todo se resolverá negociando la autodeterminación", resume un periodista local, obligado a llevar escolta. "Sumados los dos factores, la sociedad vasca se domestica y acaba por inclinar la cabeza".

La crueldad, el acobardamiento o la complicidad quedaron de manifiesto el pasado día 3, el día del crimen, en la sala de plenos del Ayuntamiento de Azpeitia, sin concejales del PSOE ni del PP, y sin la presencia de España por ningún rincón: ocho concejales del PNV, seis de ANV, dos de EA y uno de Aralar. Un cuñado del copropietario de la constructora Altuna y Uria no pudo contenerse al no condenarse unánimemente el atentado y rompió a llorar. Lloró casi a escondidas, arropado por la cuadrilla de amigos, pero zaherido por ANV: "No montes el numerito. Nosotros también hemos sufrido y seguimos sufriendo", le dijeron. Alguien gritó: "Un aplauso fuerte para Inazio". Y, nuevamente, la mediocridad y el desaliento: unos aplaudieron y otros abandonaron la sala sin hacerlo. (...)

El vecindario del Urola y el Gohierri rehuye hablar de ETA o la menciona en voz baja, con medias palabras y una cautela que al catedrático vizcaitarra José Luis Pinillos le recuerdan la mirada en los tiempos de la Gestapo (policía secreta del nazismo), der deustche Blick, la mirada alemana, una mirada que escrutaba el entorno antes de hablar para detectar la presencia de posibles delatores.

Los dos escoltas de Manoli Uranga, ex concejal socialista, también buscan sospechosos cuando barren con la mirada los accesos e interior el restaurante Kiruri, virtuoso de la lubina, el txakolí y el pichón de caserío. El empresario asesinado jugaba a las cartas hacia las 12.45 de cada día, muy cerca de la mesa donde la socialista euskaldún, amenazada de muerte, confiesa sus sueños y amarguras: "Lo que este pueblo necesita es libertad para poder vivir. Yo no puedo salir sola, pero estoy dispuesta a pasar lo que estoy pasando si acabamos con esto". La única concejal del PSE-PSOE en la pasada legislatura, que no repitió al faltarle 20 votos, pide al nacionalismo democrático un paso al frente contra ETA y su mundo. "¿Pero están dispuestos a vivir como nosotros? Aquí es muy fácil decir 'estamos contigo', pero de eso a lo otro...".

El compromiso de Uranga contra la intolerancia se impuso a los cócteles molotov lanzados contra su domicilio, a las pintadas, el hostigamiento, las burlas, la soledad y las miradas que matan. Ocho años atrás, el 29 de julio del 2000, el día en que el ex gobernador civil de Guipúzcoa Juan María Jáuregui fue asesinado en una cafetería de Tolosa, la corajuda socialista recibió el primer aviso. "¡Gora Eta militarra!", le gritaron. "Sois enemigos del pueblo". Manoli Uranga se dio la vuelta en las escaleras de la afrenta y, también en vasco, respondió a sus linchadores sin ambages: "Los asesinos y enemigos del pueblo sois vosotros". "Hay gente nacionalista que se ha enfrentado al terrorismo individualmente, pero colectivamente fallan". (...)

Pilar Elías, concejal del Partido Popular, viuda de Ramón Baglietto, asesinado en 1980 por Cándido Azpiazu, que abrió una cristalería frente a la casa de Pilar tras de salir de la cárcel. "¿A qué tiene miedo la gente? Pues a esa gentuza. El miedo es libre, pero la gente es muy cobarde y muy cómoda. No quieren meterse en líos. Para mí hay una cobardía impresionante". Levantan los hombros y se acabó. "No pasa nada. Eso sí, en privado te dicen: 'Ay, pobrecito. Ay, qué pena', pero se acabó. Ahí termina todo". Vive protegida. "Y ya son casi 12 años así. Le digo esto para que vea como está la cosa por aquí. En lugar de ir a peor, vamos para atrás".

La gente subordina los aldabonazos de la conciencia a la comodidad de la convivencia. Porque al no poder vivir en la permanente y corrosiva tensión de los asesinatos, las bombas y los secuestros, activa mecanismos de defensa contra lo desagradable y angustioso. "Se niega la evidencia, se deforma esto, se sublima aquello, se aíslan los sentimientos de temor y compasión en unos compartimentos estancos donde no interfieran con el ejercicio corriente de la vida", según la tesis de José Luis Pinillos, catedrático de Psicología, que sabe mucho sobre otra clase de miedo: el de los vascos con hijos, familiares y amigos cercanos a ETA, que rechazan el terrorismo, pero temen que los suyos terminen presos o muertos.

"Nos encontramos muy solos. Y ahora dicen que la Vuelta Ciclista a España no debe pasar por aquí porque esto no es España. Por favor", prosigue Pilar Elías. "¿El PNV? Siempre ha sido muy ambiguo. Juzga como le conviene, pero siempre está más con ellos que con nosotros". ¿Pesimista? "Uff, para cambiar esto se tiene que detener a toda esta gentuza, meterla en la cárcel y de esa forma ya cambiaríamos, pero mientras anden por ahí y con la actitud del PNV, pues poco cabe esperar". Aunque Azkoitia es una localidad relativamente pequeña, apenas 10.000 habitantes, la concejala no conoce a sus votantes. "Nunca sé quién me vota, porque la persona que me vota a mí ya está marcada". 8...)

Más o menos numerosos, a veces siempre los mismos, el activismo abertzale acude a las sesiones plenarias más calientes, integra comités ciudadanos y manifestaciones y no suele malgastar recursos durante el arrinconamiento del enemigo. "Si la presión que ejercen pueden causar graves trastornos psicológicos en determinadas personas o en su entorno, las mantienen y aumentan. Y si el objetivo tiene los apellidos vascos, les jode más", señala un sindicalista con residencia en la zona.

De regreso a Azpeitia -Guipúzcoa es un pañuelo-, una mujer de tez sonrosada, afable y mofletuda analiza la situación. A su manera. Lo hace con el castellano de quien apenas lo utiliza.

-Señora, ¿sabe dónde queda el batzoki?

-Ahí cerca. En la trasera de esa calle.

-Muchas gracias. Por cierto, está la cosa caliente, ¿no? El asesinato de Uria ha sido tremendo.

-Pero yo le digo una cosa: no son malos chicos [los asesinos]. Seguramente han estudiado en la misma escuela que yo y lamentan lo que han hecho, pero alguien les mete cosas en la cabeza.

-Pero es que el alcalde tampoco condena.

-Bueno, es que seguramente él también está amenazado por ETA.

-¿A quién votó usted?

-Ah, eso no se dice. (...)

José María Bastida, el ex alcalde de Azpeitia durante 20 años, miembro del PNV. "La impotencia es total. Nos piden reaccionar, pero a ver cómo reaccionas ante un caso en el que te pegan tres tiros. Eso sí, la gente del pueblo y de los alrededores ha reaccionado como nunca". Habla un hombre nada cobarde durante el acoso sufrido en el ejercicio del cargo: un grupo de encapuchados le agredió en una tasca porque no cedía unos locales municipales a la previsible subversión batasuna. "Estamos hartos, hartos, hartos, pero desde hace muchos años. No ahora porque han matado a Inazio". (...)

"Y es que, además, la caverna mediática es la hostia con los vascos. Yo soy nacionalista y, cuando salgo de viaje y pongo la radio, es para descojonarse o echar a correr. Lo comentamos mucho los amigos". El socialista Miguel Reimúndez de Milán, concejal de Azkoitia, nacido en A Coruña, vive en Zumárraga y nada puede comentar en euskera porque no lo habla. Pero, al igual que las personas dispuestas a dar la cara en este reportaje, no tiene pelos en la lengua en castellano. "Lo mismo que se extendió la muerte y el terror al grito de '¡Arriba o Viva España!' hace setenta años, desde hace 40 se hace lo mismo al grito de Gora Euskadi Askatuta", señala. "Eso no quiere decir que todos los que gritaban 'Arriba España' o 'Viva España' defendieran el terror que se imponía, ni todos los que gritan Gora Euskadi Askatuta defiendan el terror actual; aunque, antes los unos y ahora los otros, les dan base y cobertura".Trabajador en una fábrica, atribuye el pasotismo ciudadano a las supuestas complicaciones y a la desidia de la sociedad, "que olímpicamente pasa de todo". (...)

Luis Daniel Izpizua, profesor en un instituto donostiarra, escritor e inteligente observador de las pasiones humanas, critica el quietismo ciudadano y político y la perversa y estéril repetición de las emociones: "Lo que se subraya tras los crímenes cometidos por ETA son las reacciones emocionales, un factor que sirve para señalar la buena o la mala conciencia social, pero que, en mi opinión, es irrelevante". Él no puede sufrir por el asesinato de Ignacio Uria como lo harían sus allegados, ni se le puede exigir que lo haga, "pero sí puedo reprobarlo moral y políticamente y actuar en consecuencia. Es esto último, y no un sufrimiento empático, lo que se le puede exigir a una sociedad amenazada por el terror, y la escenificación de un dolor improbable no puede servir de paliativo para esa exigencia". (El País, Domingo, 21/12/2008, p. 2-4)

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