20/10/21

La burguesía catalana, entre los que había muchos que apoyaron a Franco, siempre fue supremacista. Ese supremacismo se proyectó especialmente contra los emigrantes que vinieron a trabajar a Cataluña... El procés ha reforzado ese supremacismo, ignorando y ninguneando a media Cataluña

 "Profesor de francés y catalán. Fue concejal de Sabadell por el PSC, forma parte de Greenpeace y otras plataformas ecologistas. Se siente muy identificado con Federalistes d’Esquerras. Desde hace una década colabora en el diario digital iSabadell.cat

Siendo rectora de calidad y política lingüística en la UPC, Nuria Pla, lanzó un tuit, en vísperas del 11S, diciendo “Tengo ganas de fuego, quemar contenedores y aeropuerto colapsado” ¿Cómo interpretar esto? ¿Se trata quizás de una llamada de la selva?

Los que pudieron creer que el independentismo era un movimiento pacífico se equivocaban. Lo vimos en los hechos de septiembre, quemando la Vía Layetana… Hay gente que reivindica esta violencia, pero, claro, no cuentan con el apoyo de la sociedad catalana, en su conjunto. Entre otras cosas, porque todos sabemos que esto es una revuelta burguesa. Se entendería que gente que gana 400 euros al mes saliera a la calle, pero quienes disponen de ingresos altos, con su torrecita, hablen de revolución solo son palabras. Seguro que la ya ex-vicerrectora que escribió eso sería incapaz de participar en lo que dice desear. Es la arenga a los de la CUP, que yo creo empiezan a olerse que se aprovechan de ellos.

Más allá de las ganas de violencia, no deja de sorprender que en pleno siglo XXI, con más de 200 años de Ilustración a la espalda, personas a las que se les supone un bagaje intelectual muy por encima de la media, se alineen con algo tan irracionalidad como el procés, sin cortarse un pelo…

Todos podemos tener impulsos irracionales, pero como ahora es tan fácil transitar desde ellos al mensaje, vía móvil, nada tiene de extraño que lo primero que pase por la cabeza pase de inmediato a los dedos. No hace mucho, cuando se veía en la tele algo que no gustaba se le gritaba a la pantalla sabiendo que no iba a responder. Sin, no es raro que gente que sin pensárselo lanza lo primero que se le ocurre, y cuando ve lo que se le viene encima lo borra. Se trata casi de un acto reflejo, que tenemos que aprender a controlar. Porque por ahí se cuelan no solo los prontos sino manipulaciones y trolas como aquélla muy celebrada de la mujer, que en los sucesos del 1-O, dijo que un antidisturbios le había roto los dedos, uno a uno. Tengo que confesar que yo mismo me alarmé. En la época de las redes digitales, de las que la propia autora del tuit parece ser una experta, tendríamos que recomendarnos algo más de prudencia.

Por añadidura, esa persona, como responsable de política lingüística de una Universidad, también se presupone que algo tiene que saber del valor de las palabras…

Ella forma parte de un movimiento visceral, emocional, en el cual no prima, sino todo lo contrario, la inteligencia, la sensibilidad, el saber estar… El sentido común da paso al fanatismo y en ese terreno no hay reglas. Se recurre al insulto. Conmigo lo han hecho muchísimas veces. Fascista y falangista es lo más suave que se me ha dicho solo por pensar diferente. Hay gente fría, calculadora, que ha promovido la utilización de determinadas palabras, sin ninguna legitimidad, pervirtiendo su sentido originario. Cuando se dice, por ejemplo, “exiliado”, refiriéndose a Puigdemont, llama la atención la tergiversación del término. Y así, “democracia”, “libertad”, «presos políticos”, “amnistía”, etc.

Pero, en definitiva, toda esta terminología viene prestada del pasado, y utilizada de manera torticera, claro… Pero nada nuevo bajo el sol.

Utilizan en favor propio conceptos, valores, reivindicaciones…, que tuvieron gran valor en el pasado y que, por cierto, no fueron ellos precisamente quienes los compartieron. Fundamentalmente, para tapar la gran corrupción que han protagonizado. Había gente que vivía muy bien, con Jordi Pujol a la cabeza. De hecho, Aznar no tocó ni una coma de la inversión, ni de nada, en Cataluña. Cuando sale a la luz la corrupción, el engaño, el robo (porque no es España quien roba, si no ellos) tienen que inventarse algo, y aparece el procés. Reivindican cosas imposibles, sabiendo que lo son, pero tienen que aguantar como sea.

¿Cómo, por ejemplo, ahora, la amnistía?

O son extremadamente listos, o extremadamente tontos ¿Cuándo alguien se lanza a lo que se lanzaron se puede pensar acaso que el Gobierno español no iba a hacer nada? ¿Alguien podía creer que no habría que pagar por lo que se hizo? Y ahora piden una amnistía ¿Para Puigdemont? Ha habido un indulto y carece de sentido tratar de borrar el pasado, diciendo que no hubo delitos. De hecho, Junts no está en la mesa de negociación entre otras cosas porque plantearon que en ella se hablara sobre los políticos huidos, y de su posible retorno. Resulta surrealista que, a ojos de una parte del independentismo, los “traidores” fueron a la cárcel y los que huyeron los “héroes”. Puigdemont es el héroe y Junqueras el traidor. Cataluña es el mundo al revés.

En este mundo al revés ocupa un lugar muy significativo lo que se ha llamado “supremacismo”, eso que según Wikipedia defiende la superioridad de un colectivo humano frente a los demás por razones étnicas, biológicas, culturales, religiosas o de origen…

La burguesía catalana, entre los que había muchos que apoyaron a Franco, siempre fue supremacista. Ese supremacismo se proyectó especialmente contra los emigrantes que vinieron a trabajar a Cataluña. Prueba de esto son, por ejemplo, cosas como que, en el centro de Sabadell, donde yo vivo, se le considere y se le llame Sabadell, propiamente dicho, y “los barrios”, de gente emigrante, son otra cosa. Eso pervive aún. El procés ha reforzado ese supremacismo, ignorando y ninguneando a media Cataluña. Resultó sorprendente que medio Parlamento se ausentara en una votación y ellos siguieran a lo suyo, como si nada. Cosas como asociar el “poble de Catalunya” a los suyos es intolerable.

En este estado de cosas ¿Qué paisajes se vislumbran?

Parece que Cataluña no tiene solución. La mesa de diálogo, si prospera, llegaría un nuevo estatuto, en el que naturalmente no se abriría la puerta a la autodeterminación, ni a la amnistía. Preveo un estatus a lo belga, donde los flamencos viven separados de los francófonos. Puede haber gobiernos independentistas para rato, porque el constitucionalismo no reúne condiciones para hacerle frente al nacionalismo.

En cualquier caso, el ramalazo independentista no desprende un cierto aroma de fin de época… ¿No hay algo o mucho de agónico en el nacionalismo catalán?

Parece que Pere Aragonés, por fin, podría “peneuvizarse”. Convertirse en un partido pragmático, capaz de pactar, más allá de su ideología o sus fines a largo plazo. Podría, por ejemplo, pactar con el Partido Socialista, como hace el PNV. Cosa que, nadie duda, le va muy bien. El nacionalismo siempre ha sido más mayoritario en el parlamento vasco que en el catalán y, sin embargo, eso nunca ha llegado a desembocar en un frente nacionalista. Urkullu, que encabezó en su partido la salida de la crisis de Ibarretxe, se comprometió a fondo en la salida del atolladero de Puigdemont. No hubo nada que hacer. Les da igual que todo se vaya a pique. La educación se hunde, la economía se evapora… Estamos cada vez más a la cola en los rankings. Esquerra parece que está intentando encauzar algo, y está por ver hasta dónde puede llegar, a la vista de las enormes presiones que soporta. Parece que lo más sensato sería llegar a un pacto con Salvador Illa. Seguramente, algún día llegará. Porque lo de Vía Layetana ha quedado atrás. Habrá quien añore que el 1-O no hubiera algún muerto, pero serán cada vez menos.

Pero la función del procés, como en los espectáculos de magia, se acaba. Se encienden las luces, y se vuelve a la realidad…

Soy defensor de la lengua catalana, porque me he ganado la vida dando clases de catalán. Pero es verdad que el catalán se ha instrumentalizado políticamente tanto, asociándolo al nacionalismo, que acabará pagando por ello. Cuando yo enseñaba catalán en barrios castellano-hablantes había pasión por aprenderlo, porque para muchos significaba una forma de acceder a otro estatus. De ahí, que la inmersión fuera apoyada por los inmigrantes. El propio Jordi Pujol se oponía a ello, porque temía que el catalán saldría perdiendo. Elegir la lengua podía contribuir a separarse. Aunque también es verdad que la buena inmersión tendría que haber sido en una doble dirección, bilingüe. Y eso no ha ocurrido. El catalán se haya asimilado tanto al nacionalismo que yo mismo he recibido insultos por hablar en catalán. Laura Borrás diciendo que no contestaba a una pregunta en castellano le está haciendo un flaco favor al catalán."                      (Entrevista a Josep Asensio, El Triangle, 03/10/21)

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