"A la niña de la (dicen que) escritora Anna Punsoda la aterrorizaron en su visita al pediatra de urgencias. No es que por error la hicieran pasar a la unidad de paliativos, no. Fue mucho peor: el doctor le habló en castellano. Tal como lo oyen.
No es extraño que la mamá se haya puesto de los nervios, uno lleva a su dulce criatura con casi 40 de fiebre y vomitando, para que lo curen, y van y lo atienden en castellano. Para ello mejor quedarse en casa y darle una copa de coñac, que según mi abuela, todo lo arreglaba.
La tragedia de esta familia ha merecido la solidaridad en las redes de todo el lacismo, y si este sábado no sale en el FAQS la pobre madre, será porque igual el taxista que la llevaba no hablaba catalán y se lanzó del vehículo en la primera rotonda.
Según la horripilada mamá, para los niños es una situación extrañísima que el doctor no hable catalán, y por supuesto, en el hospital lo pasan fatal. A ninguno de mis hijos, y tengo cuatro, nunca les ha pasado nada parecido, de hecho a los tres años entendían tan bien el catalán como el castellano, pero no me hagan caso, deben ser niños raros, no como la chiquillo de Anna Punsoda, que aterra si le preguntan «dónde te duele».
Cualquier madre se asustaría, al ver que a su hija le atienden en castellano. La pobre niña venga llorar y llorar, sin que nadie supiera qué le ocurría, hasta que, sin duda, la señora explotó.
- ¿Cómo quiere que no llore, pobrecita, si no le habla en catalán?
Hay niños a los que se les agrava la enfermedad si alguien se les dirige en la lengua que no toca. Suelen ser hijos de lacistas, que en su casa no han escuchado nunca una palabra en castellano, o si lo han escuchado, ha sido por televisión y en boca de Mag Lari, que usa esta lengua para parecer más malo.
¿Como no se han de asustar a nuestros hijos, si un señor con bata blanca les urge decir treinta y tres en lugar de trenta-tres? Esto no lo soporta ni un lacista adulto. Cuando los papás lacistas llevan los niños a tomar un helado, los tapan las tiernas oídos hasta cerciorarse de que el camarero habla un catalán impecable, que hoy, cuando menos lo esperas, es un inmigrante que no va a clases de la nuestra bellísima lengua y suelta un «aquí está tu helado de fresa, guapa».
Entonces comienzan los vómitos y fiebre, que hay niños muy sensibles. Y no es cosa de pedir en una heladería la copa de coñac.
Sólo hay en este mundo algo peor que un médico incapaz de curarte, y es que te cure en castellano. Vale más un medicastro en catalán que una eminencia en castellano, eso es cosa sabida. No es extraño que cada vez más catalanes se hagan socios de una mutua privada, al menos aquí uno puede elegir un mal médico en catalán, aunque sea guiándose por los apellidos." (Albert Soler, Diari de Girona, 22/10/21; traducción google)
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