"(...) No es extraño que la ola de fanatismo identitario en Cataluña llegara
apenas terminada la era de Pujol.
Nadie, ni Suárez, ni González, ni
Aznar alcanzaron cotas tan altas de dominio sobre los medios de
comunicación catalanes como entonces. Tenían un monopolio televisivo y
la adhesión entusiasta del gremio informativo. Todo bien regado de
fondos públicos con descaro y su punto de alevosía.
A mí me costó el despido de La Vanguardia, avalado por la agrupación de redactores y la complicidad del Colegio de Periodistas.
Fue el momento culminante que abrió el control absoluto de una
inquisición supuestamente política pero que encubría sus beneficios
económicos. ¡Oh, preclaras mentes analíticas como Enric Juliana o Josep
Ramoneda, defensores acérrimos de la libertad de expresión propia y del
silencio de los diferentes! Pasaron del nacionalismo de pequeñoburgueses
a emolumentos de gargantas profundas, de las covachuelas de
Convergencia al apoyo radical, tras dar tarascadas a derecha e izquierda
en la búsqueda de un butrón.
El último salto fue circense, de jalear
los pasillos de la postconvergencia o el
radicalismo palabrero de la CUP, a prepararse para el viaje a Madrid,
orto y ocaso de toda vocación catalana de montañero social. (...)
Lo cierto es que los linchamientos mediáticos, las censuras patrióticas, el periodismo de trincheras no fue obra de Vox sino de la extrema derecha catalana, la que hegemonizó el territorio. Esa que el presidente Sánchez durante su etapa “en funciones” representó en el president Torra, el Le Pen catalán, decía. (...)
Las masas catalanistas han pasado de conservadoras a propiamente
fascistas, de verdad, de los que añoran un líder, un pueblo y un
destino. Quizá por el temor a ser desenmascarados han metido en el baúl
de sus abuelos el viejo trabuco carlista. Fíjense que son los únicos que pueden dar patentes de ciudadanía. (...)
En Cataluña hay muchos miles de ciudadanos que se sintieron carne de
destierro cuando se declaró la Independencia de los ocho segundos. Las
identidades tienen su propia dinámica y comienzan en manipulación de
élites para seguir luego con la masificación del castigo. Nada más
cómico para alguien que viva en Cataluña y sufra el acoso de la
cotidianeidad catalanista que escuchar al independentismo referirse a la
represión que sufren. Un descaro al viejo estilo.
Atención al periodismo de trincheras porque significa que los adversarios pasamos a ser enemigos. (...)" (Gregorio Morán, Vox Populi, 18/01/20)
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