"El juicio del Tribunal Supremo a los líderes
independentistas termina como empezó: entre dos rocas. Entre la
tendencia ideologista de las defensas y los retorcidos legalismos de la
acusación. Entre Escila y Caribdis, los dos monstruos de que habla
Homero en el canto XII de la Odisea.
La tesis de los fiscales es una
filigrana jurídica destinada a crear una violencia retórica con el
objetivo de poder aplicar a los independentistas un castigo más que
severo: un escarmiento. Aviso a navegantes: el Estado no perdona.
En cuanto a la defensa independentista, la línea
profesional del abogado Melero no ha conseguido frenar la defensa
literalmente numantina del politizado Van den Eynde, que todavía ayer
afirmaba: “Estamos juzgando un clima y una atmósfera de una sociedad” y
también: “Se está investigando el movimiento político independentista”.
La pregunta es: si se está juzgando el independentismo, ¿por qué ahora y
no antes?
¿Por qué ahora, si el independentismo tiene la llave de la
gobernabilidad catalana (a menudo de la española) desde los años de
Carod-Rovira y Puigcercós?
La respuesta está clara, aunque no justifica los años de
prisión preventiva ni las extremosas penas de los fiscales. La
desobediencia, que ahora los abogados de los dirigentes independentistas
reconocen, no explica lo que sucedió en los voraginosos días de
septiembre y octubre del 2017. No era tan sólo desobediencia.
Si hubiera
existido una oportunidad de pasar de la declaración de opereta a la
independencia efectiva, todos sabemos que este paso se habría dado. Esto
es precisamente lo que temían muchos catalanes. Se estaba cambiando la
realidad jurídica del país en el que vivían sin que pudieran decir nada.
Más de la mitad del país fue silenciado el 6 y 7 de septiembre.
Toda la
fuerza institucional (y mediática) catalana empujó en una dirección
que, siendo legítima y respetable, no contaba ni con el aval de España y
de Europa para llevar a cabo lo que se decía que se haría, pero que,
por fortuna, no se hizo. Era inevitable que el Estado se defendiera (y
legítimo: lo ha dicho el Tribunal de Estrasburgo). (...)" (Antoni Puigverd , La Vanguardia, 11/06/19)
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