"(...) En Ugao, como en tantos otros lugares de Euskadi, existen unos tabús,
unos códigos implantados por el nacionalismo, que desencadenan la
exclusión para todo el que no se somete a ellos. Por eso se enfadan cuando vamos. Hacemos visibles sus prejuicios. (...)
Cuando comenzamos el paseo camino del frontón, donde estaba el micrófono, nos topamos con su escenificación. La asamblea abertzale había llamado a cerrar todos los comercios. Me tranquilizó ver que no lo habían conseguido. Había bares abiertos. Es un signo de normalidad. (...)
Los artífices de la performance nos daban la espalda y guardaban silencio. Algunos espontáneos nos insultaban. Nos llamaban “fascistas, hijos de puta”. Los más airados y violentos trataron, sin éxito, de saltarse el cordón.
Esos mismos que intentaban silenciarnos consideran a Josu Ternera un
héroe honorable.
Esa indignación hacia los que no hemos matado a nadie
es difícil de comprender.
ETA ha dejado de asesinar, pero su entorno no ha
asumido responsabilidades. No condenan el pasado, siguen contaminando
los espacios comunes y la política vasca en general. (...)
Ya en el escenario, pedí en euskera y castellano, mis lenguas maternas, un minuto de silencio por las víctimas de ETA. La
pitada y las sirenas no cesaron. Intentaban desconcentrarnos, extender
una especie de alarma por nuestra llegada. Es el mundo al revés. Los
valores, también del revés.
Dicho esto, la normalidad ambiental en pueblos como Ugao-Miraballes es mayor,
pero las aguas mansas llevan veneno. Los herederos de ETA no han
afrontado el pasado con valentía y verdad. El nacionalismo se conforma
con una versión edulcorada. Todo eso deja heridas sin cerrar.
Debemos
visibilizarlo. Entiendo que es muy difícil para quienes, entre comillas,
quieren la fiesta en paz. Pero lo contrario al terrorismo no es la
calma, sino la libertad." (Maite Pagazaurtundua, The World Press, 24/05/19)
No hay comentarios:
Publicar un comentario