"¡Que alguien explique a Zoido que no está acusado!
Alguien debería explicar a Zoido y a Rajoy que ellos no son los
acusados, sino solo testigos, porque la confusión de papeles que
aparentan es uno de los acontecimientos más asombrosos del proceso al procés.Tanto el expresidente como su ministro del Interior
han comparecido titubeantes, amnésicos, escamoteando información básica
y echando balones fuera como si lo que fueran a decir pudiera ser
utilizado en su contra. (...)
Rajoy no recuerda si recibió a Urkullu, Zoido supone
que los “operativos” decidieron lo que tenían que decidir “y ellos
sabrán por qué” y Sáenz de Santamaría tenía en la televisión una gran
fuente de información.
Son muchas las lecciones que estamos aprendiendo en
el Supremo y algunas sorprendentes. La primera: mientras los acusados
comparecen orgullosos de sus actos, los testigos exgobernantes acuden a
la defensiva, ignorantes, casi avergonzados. (...)
Y la tercera pertenece ya al barrizal de la política actual: si Rajoy calla todo sobre la mediación de Urkullu
porque la estrategia de su sucesor, Casado, pasa por atribuir al PSOE
el afán de pactar con quienes “rompen España”, el expresidente está
entonces participando en la campaña. De nuevo la política fue a parar a
los juzgados y en los juzgados se sigue haciendo política.
Y si calla
por marianismo, porque no le gusta regalar
transparencia pudiendo mantener la confusión, hace escaso favor a la
verdad, a la historia e incluso a su causa constitucionalista. Porque
cada día están concediendo a los indepes razones para una fiesta. (...)" (Berna González Harbour, El País, 02/03/19)
"Todavía me estoy recuperando de la declaración del exministro Zoido en el juicio del prusés.
Y teniendo en cuenta que las de Rajoy y Sáenz de Santamaría
fueron del mismo jaez, no me extrañaría que la cosa acabara con los
imputados saliendo de la sala en hombros y por la puerta grande. De
todos modos, Zoido brilló con luz propia: no se acordaba de nada
y cuando no se le ocurría nada mejor que responder, le tiraba el muerto
encima al coronel Pérez de los Cobos, cuando no hay nada más feo que
defenderse a costa de un subordinado.
(...) se superó a sí mismo ante el sufrido Marchena,
adoptando en todo momento el aire de alguien muy contrariado porque lo
han sacado contra su voluntad del bar La Gamba Feliz, con la cañita a
medio beber y el plato de morcón por estrenar.
Cuando tenía cargo nos
consolábamos pensando que antes habíamos tenido a un ministro de
Interior al que se le aparecía la Virgen María en Las Vegas y que
disponía de un ángel de la guarda, el benéfico Marcelo, para ayudarle a
aparcar, pero ahora ya no hay consuelo posible: Zoido se comporta como un genuino cebollo.
Ha tenido que aparecer su segundo de a bordo, José Antonio Nieto, para decir todo lo que su antiguo jefe no tuvo a bien declarar. O sea, que sí, hubo bofetadas el 1 de octubre, pero se podrían haber evitado si a la gente no le hubiese dado por participar en un referéndum ilegal y si los mossos d´esquadra
hubieran cumplido con sus obligaciones en vez de ponerse de perfil y no
dar un palo al agua para que la represión, que les tocaba
protocolariamente a ellos, la tuvieran que aplicar los españoles.
Ésta es la clase de declaración que se espera de un
servidor del Estado, no los balbuceos, los blancos de memoria y, en
última instancia, el desinterés más absoluto en el asunto que reflejaba
el esforzado farfulle del ínclito Zoido, empeñado en imitar a Billy Bob
Thornton en la película de los Coen El hombre que nunca estuvo allí.
No sé a qué se dedica actualmente Zoido, pero cualquier cargo que vaya
más allá de recibir a los parroquianos a la entrada de una taberna de la
Plaza Mayor de Madrid vestido de bandolero y cargando un trabuco de
atrezo es posible que le supere. (...)" (Ramón de España, Crónica Global, 05/03/19)
"Un buen traje, a medida, como el que lucía Artur Mas
la otra tarde, lleva su tiempo. Y sin embargo, a José Antonio Nieto, el
secretario de Estado de Seguridad durante la intentona secesionista, le
bastaron cuatro horas para confeccionar no uno, sino dos, y de excelente
factura.
El primero, por acción, se lo cortó Nieto a los líderes
independentistas que se sientan en el banquillo, demostrando con datos y
ejemplos que, contraviniendo los mandatos judiciales, utilizaron a los Mossos d’Esquadra para garantizar la celebración del referéndum ilegal del 1 de octubre. El segundo traje, por omisión, se lo cortó Nieto a su antiguo jefe, Juan Ignacio Zoido.
El exministro del Interior del Gobierno de Mariano
Rajoy se sentó en la misma silla el pasado jueves, pero hizo todo lo
contrario que Nieto: aseguró que no sabía nada de nada
y que la responsabilidad de la actuación tan contundente de policías y
guardias civiles la tuvieron los “operativos”. Su secretario de Estado,
en cambio, asumió toda la responsabilidad desde los primeros minutos del
interrogatorio.
“Fui yo”, llegó a decir, “y lo que hicieron los agentes
fue un uso legítimo de la fuerza, algo que en todos los países del
mundo está autorizado en unas circunstancias como las del 1 de octubre”.
Al terminar, un policía veterano que seguía la declaración desde una
estancia anexa al Salón de Plenos exclamó:
—Este sí nos ha defendido. No como el otro…
“La situación era bastante surrealista”, contó en
referencia a una junta de seguridad a la que asistió bajo la presidencia
de Carles Puigdemont, “estábamos sentados en una mesa para evitar la
celebración del referéndum con quienes habían organizado el 1 de
octubre”.
Hasta ahora, y después de que Mariano Rajoy, Soraya
Sáenz de Santamaría y Juan Ignacio Zoido escurrieran el bulto
sucesivamente en sus respectivas declaraciones, la única versión de los
hechos que se había escuchado en el Salón de Plenos era la de los
independentistas.
José Antonio Nieto puso en circulación una historia
distinta de lo que sucedió en dos momentos críticos. Los sucesos del 20
de septiembre, cuando una multitud rodeó la consejería de Economía
mientras la Guardia Civil practicaba un registro, y la actuación
policial durante el domingo 1 de octubre.
Hace unos días, tanto Jordi Cuixart como Jordi Sànchez, los líderes de Òmnium Cultural y de la ANC,
se presentaron ante el tribunal como líderes pacifistas que
permanecieron delante de la consejería para asegurarse de que la
concentración multitudinaria fuera pacífica. La visión que ofreció Nieto
es muy distinta.
Dijo que, ante la inacción de los Mossos, los agentes
de la Guardia Civil que estaban dentro de la consejería “se vieron
obligados a negociar con personas que no se sabe qué autoridad tenían en
materia de seguridad ciudadana”.
Esas personas con misteriosas
atribuciones eran, efectivamente, Cuixart y Sànchez, los jefes de la
calle, aquellos que, sin ser políticos ni policías, hicieron uso en todo
momento de una extraña autoridad de facto. (...)
La sesión de ayer también pareció por momentos un mundo al revés. Daba
la impresión de que se estaba analizando el desastre de operativo
policial ante una desobediencia civil de dos millones de personas
—alentadas por el Gobierno legítimo de esa autonomía— sin poner el
énfasis en el gigantesco incumplimiento de la Ley.
Los abogados de la
defensa intentaban demostrar con más voluntad que acierto que los Mossos
colaboraron, pero que el dispositivo montado por el Ministerio del
Interior fue un despropósito. Muy interesante todo salvo en una
cuestión: no es eso lo que se está juzgando. (...)" (Pabo Ordaz, El País, 05/03/19)
"Fue agradable ver comparecer ayer al Gobierno, aunque fuera en el rango
discreto de un secretario de Estado. Y verlo, además, encarando la
mentira fundamental del 1 de octubre.
Es decir, que la policía reprimió
de manera cruel y desproporcionada la intención democrática de unos
ciudadanos pacíficos y responsables que solo querían ejercer su derecho
al voto. Esta mentira no puede imponerse a dos hechos verificables.
El
primero es que la actuación policial produjo un solo herido grave y el
segundo es que muchos de esos ciudadanos, convocados por el Gobierno de
la Generalidad a un referéndum ilegal, trataron de impedir por la fuerza
que la Policía accediera a los lugares de votación, requisara el
material electoral y paralizara el referéndum, todo ello en cumplimiento
de una orden judicial.
Si la mentira prosperó fue por la eficaz propaganda secesionista, que
mintió escandalosamente sobre el número de heridos y difundió un alud de
retales videográficos sobre la intervención policial que incluyó burdas
manipulaciones de escenas y secuencias de violencia entre manifestantes
y policías que nada tenían que ver con los hechos del 1 de octubre. (...)
A todo ello se sumó un aliado inesperado, que fue el Gobierno de la
nación. Su presidente y su vicepresidenta se comportaron aquellos días
como lo han hecho en el juicio: como si la intervención de la Policía no
fuera con ellos. (...)
Nieto, el secretario
de Estado de Seguridad, no pidió perdón entonces y no lo hizo ayer
tampoco. La Ley no pide perdón, por más que se desgañite exigiéndolo la
viscosa sentimentalidad en que se ha convertido la política. Nieto hubo
de encararse pronto con la instrucción que firmó el 29 de septiembre de
2017 y que desarrollaba los términos operativos en que debería cumplirse
el auto de la juez Armas que obligaba a
impedir el referéndum.
En un párrafo del auto han hincado el diente las
defensas: «Toda intervención debe estar presidida por la premisa
general de priorizar la seguridad, tanto de los efectivos policiales
como de los ciudadanos, sobre la eficacia y preservar la pacífica
convivencia. Se hará un uso mínimo y proporcionado de la fuerza evitando
cualquier exceso en su empleo».
El párrafo no deja de ser una plantilla
que puede adaptarse a cualquier intervención policial. Priorizar la
seguridad y hacer un uso proporcional de la fuerza es una instrucción
que ni siquiera debería ponerse por escrito. Pero las defensas insisten
en él para justificar la pasividad de la que se acusa a los Mossos.
Quién podría dudar de que la policía autonómica priorizó la seguridad
sobre la eficacia. Y, sobre todo, que hizo un uso mínimo de su fuerza.
Es absolutamente indiscutible.
El problema crucial de los Mossos no
estuvo en el cumplimiento de los criterios de actuación sino en el
incumplimiento del primer párrafo de la instrucción: «La actuación
policial tiene por objetivo prioritario la ejecución de las
instrucciones impartidas por el Tribunal Superior de Justicia de
Cataluña por las que se ordena la adopción de las medidas policiales
necesarias para impedir o paralizar la preparación o celebración del
referéndum».
El párrafo también se ha empleado para demostrar que
la actuación policial no se atuvo a los requisitos que el propio
Gobierno estableció. Pero ante esta lectura emergió impecable el
testimonio de Nieto, que tanto contrastó ayer con los escapistas de Rajoy, Santamaría y Zoido.
El secretario declaró que la mesurada actuación policial del 1 de
octubre demostraba que la instrucción fue cumplida. Y no solo cumplida
en relación a la proporcionalidad. (...)" (Arcadi Espada, El Mundo, 05/03/19)
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