" (...) ¿Es posible, como dicen algunos, una democracia “iliberal”?
El constitucionalismo europeo se apoya en lo que
llamo una “santísima trinidad liberal”, tres principios distintos pero
que deben darse siempre a la vez: los derechos individuales, la democracia y el Estado de Derecho (o rule of law). Por tanto, no es posible la democracia sin respecto a la ley, a los derechos.
¿Los movimientos nacionalistas o populistas de Italia, Polonia,
Brexit, chalecos amarillos tienen un vínculo en común? El controvertido
filósofo francés Alain de Benoist habla de un “populismo transversal”...
Hay tres fenómenos que podrían explicar estos movimientos y que
tendrían todos en común. Han tenido su cenit en estos últimos cinco
años, pero empezaron ya hace cincuenta años. El primero es que hemos abolido la palabra patriotismo de nuestro vocabulario político/cultural.
Por razones que se pueden entender, incluso celebrar, porque la palabra
patriotismo nos hacía pensar en los fascismos previos a la segunda
guerra mundial. Por eso, durante décadas en Europa nadie podía llamarse
abiertamente patriota porque eso significaba ser un nacionalista.
Justamente ahora se ha reeditado en España el libro de Maurizio Viroli, Por amor a la patria (Deusto), sobre las diferencias entre patriotismo y nacionalismo…
El punto de vista nacionalista dice que el ciudadano pertenece al Estado, pero, por contra, el patriotismo liberal defiende que el Estado pertenece al ciudadano.
Es esencial esta visión liberal para la buena salud de la democracia
republicana. Es una posición de responsabilidad solidaria, no
narcisista, ni egoísta, en la que la persona se siente responsable de la
sociedad de la que forma parte.
Pienso que la gente tiene hambre de este sentimiento porque da un sentido a la vida que no es solamente el sentido neoliberal,
mercantilista, de cómo puedo conseguir lo mejor a mí mismo. La visión
del patriotismo liberal ha sido abolida muchos años y esta hambre de
patriotismo liberal no ha sido satisfecha en los países europeos y ha
permitido el auge del nacional-populismo.
La segunda causa del auge de los populismos que mencionaba...
La represión de un discurso sobre la identidad. También aquí hay una
versión atávica, racista de la identidad, con el odio al extranjero que
alimenta mucho del auge del nacional-populismo en Europa. Pero hay otra visión que parte de la dignidad humana, y que tiene dos versiones.
Una religiosa: si creemos que el hombre está creado a imagen de Dios,
significa que como seres humanos tenemos todos el mismo valor, no hay
uno mejor que el otro. La versión laica, neokantiana, dice la misma
cosa.
Al mismo tiempo, el otro lado de la dignidad humana señala que
cada uno de nosotros es único, nadie es fungible con otro. Por eso, si
tratamos a una persona igualándola con el resto, cosificándola, atenta
contra la dignidad humana. Eso pasa también con las identidades
colectivas.
Creemos en derechos fundamentales, en la igualdad, pero
no podemos ignorar que el ser español, o francés, o lituano… tiene una
especificidad no fungible que se debe respetar. Si se desprecia esto es una agresión a una dimensión esencial del sentido de la vida.
¿Y el tercer elemento?
La secularización de Europa. Yo no juzgo a nadie por su religión.
Conozco a personas con fe religiosa que son horribles; y a no creyentes,
como mi hermano, que son nobles. Pero la secularización de Europa ha
eliminado del discurso público un elemento muy importante: que cada
semana en todas las iglesias, sinagogas, actos públicos, había una voz
que no hablaba sólo de derechos, sino también de deberes, de responsabilidad personal. Esta voz ha desparecido de Europa...
¿Incluso se ridiculiza abiertamente y entre aplausos el factor religioso, el espacio espiritual?
Hay un capítulo del Tratado de Lisboa,
la constitución europea, en el que leemos que todos los ciudadanos de
los estados miembros son ciudadanos de la Unión Europea y gozan de
deberes y derechos. Es la única vez en todo el tratado en el que se
habla de deberes, porque no luego no se enumera ninguno. Por lo tanto,
es un concepto de ciudadanía que sólo tiene derechos y no deberes.
Yo
sostengo que la gente quiere sentirse también responsable y con deberes.
En Europa nos hemos olvidado de estos tres valores: patriotismo, identidad y responsabilidad,
que una vez fue la religión, y este hueco lo ha aprovechado el
presidente húngaro, Orban, y el resto de líderes nacionalistas.
Dicho
esto, yo rechazo la idea de que millones de europeos son fascistas o
idiotas. Hay un hambre que la democracia constitucional tradicional no
ha sabido cómo satisfacer y se lo han aprovechado versiones indignas del
patriotismo para sacar tajada.
Usted denuncia el individualismo del hombre europeo...
Es un resultado clásico del individualismo sin contrapeso. Porque la “santísima trinidad liberal” es individualista. La señora Angela Merkel dijo
“nosotros en Europa ponemos el individuo en el centro”. Y yo digo, es
verdad, pero solo con eso, poco a poco dejamos a este individuo alejado
de la idea de la comunidad, de lo colectivo. La lógica mercantil de
Europa empuja en la dirección del individualismo.
¿Es ahí donde se debe plantear la batalla cultural? Steve Bannon,
que lo tiene muy claro, ha desembarcado en Europa para dirigir la
ofensiva contra el proyecto de la UE...
Sí. Nosotros los liberales hemos abandonado el campo de batalla ante tipos como Viktor Orbán porque
cuando alguien decía que era patriota lo rechazábamos. Y no puede ser.
La única voz hoy en día en la batalla cultural es la de la derecha
extrema y luego nos quejamos. (...)"
(Entrevista a Joseph H. Weiler, profesor de la New York University, constitucionalista experto en integración europea, Iñaki Ellacuría, La Vanguardia, 23/02/19)
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