"(...) ¿Existe un fascismo catalanista?
Han existido
fascistas catalanes. Incluso muchos fascistas catalanes. Pero no un
fascismo catalanista. Hay situaciones donde el marco político, en este
caso el nacionalismo, domina. Son situaciones donde el radicalismo tiene
dificultades para desbordar las aguas naturales de ese marco.
En
Cataluña hubo muchos intelectuales fascinados por la Italia fascista,
pero muchos menos fascinados por Alemania. Hay algún germanófilo, pero
son siempre figuras aisladas.
En Cataluña ha habido otros 'ismos'.
Yo siempre he
pensado que lo determinante son las personas, y que las personas no se
suelen comportar de una manera coherente con los ismos. Incluso aunque sean militantes de esos ismos. En este sentido, el nacionalismo catalán puede con el fascismo. No acaba de poder, sin embargo, con el comunismo.
El Front d'Esquerres.
En Cataluña
hay, sí, un Frente Popular diferente al español, el Front d’Esquerres,
que se mantiene vivo por debajo del franquismo y define intelectualmente
la Transición y los años 80 y 90. En el 68 se produce el
redescubrimiento de ese espíritu frentepopulista y ahí se decide que los
nacionalistas son compañeros de viaje lícitos.
Pero la acusación está ahí.
Está ahí en
buena medida por una foto, que es la portada del libro, y que resultó
ofensiva incluso para los jonsistas y los falangistas. “¡Son
fascistas!”, decían los jonsistas y los falangistas. Bueno, también lo
eran ellos.
Este es un debate que no se producirá jamás en España y en
Cataluña porque o estás con estos o estás con aquellos, pero está claro
que hay situaciones en las que existe fascismo en la sociedad, porque
existen fascistas, pero no existe un partido fascista importante. En
Cataluña, el nacionalismo se ha comido al fascismo.
¿A qué se refiere en concreto cuando habla de fascismo?
Cuando
hablamos de fascismo hablamos de un movimiento que se sitúa fuera de las
normas del resto de la política. Mólotov decía en el 32: “No hay presos
políticos en la URSS, hay una legislación social nueva que los
convierte en criminales y están cumpliendo con sus penas, que incluyen
el trabajo, porque en la URSS todo el mundo trabaja”. Es decir, que el
gulag no existe.
Pero lo
significativo es que Mólotov siente la necesidad de justificarlo.
Mólotov comparte con liberales, demócratas y conservadores un conjunto
de valores que son la sociedad, el individuo, el derecho y los derechos
humanos.
El fascismo
no hace eso. El fascismo tiene una chulería única, diabólica. No hay
otro movimiento político en el siglo XX que asuma sin rubor, como lo
hace el fascismo, su propia demonización. Es más: si te encuentras con
alguien que dice ser fascista, pero ese alguien se ruboriza frente al
mal, es que no es un fascista sino un conservador disfrazado. Lo que
marca el fascismo es el desacomplejamiento, para utilizar una palabra de moda.
La idea de
que en Cataluña el nacionalismo se ha comido al fascismo me recuerda a
esa otra idea que decía que en el País Vasco no hay ultraderecha porque
ETA ha absorbido a los radicales que en otras circunstancias militarían
sin problemas en el fascismo.
Lo que ocurre es que en el País
Vasco también había una derecha franquista o posfranquista. En Bilbao,
por ejemplo. La sociología nos lleva sólo hasta cierto punto.
Además, una de las cosas que marca
al neofascismo es la nostalgia. Y en España se han resuelto muchas cosas
con los impuestos. En España ha habido dinero suficiente para pagar a
los franquistas y a los progres peludos. Y eso derivó en que todo el
mundo se quedara contento durante la Transición.
También en ese fenómeno
que es la plaza de Oriente llena y la plaza de Oriente vacía en un
plazo de sólo tres años. En el momento en que se supo que el Movimiento
iba a cobrar su pensión, se acabó el tema. Otro asunto diferente son los
que han durado demasiado y se han quedado pillados porque por aquel
entonces eran demasiado jóvenes. Hay que saber desaparecer a tiempo.
Entonces, ¿está inmunizado el catalanismo contra el fascismo?
No. Nada lo
está. Yo nací en el exilio y la vida me llevó al más radical
escepticismo. Lo que ocurre es que estamos reviviendo el panorama de los
años treinta. Abrimos el diario cada día y decimos: “No, no, no podrá
ser, hemos llegado hasta aquí pero no se llegará más allá”. Y pumba.
Vemos al grupo de Visegrado y pensamos: “Está lejos, son polacos, son
checos”. Pero ahora Kurz es el canciller de Austria. Y luego están los
italianos. Y los bávaros, que parece que van directamente a por Merkel.
¿Habrá una UE dentro de cinco años? (...)"
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