"Recordará cualquiera cuánto se llegó a hablar de causas durante el
Proceso. Causas económicas, políticas, culturales y hasta la causa de la
dignidad se invocaron con fatigosa frecuencia. (...)
Las llamadas causas solo enmascaraban la gran causa mayor: la
xenofobia de una parte de la población y su resuelto deseo de no seguir
viviendo con el resto de españoles. La xenofobia venía de antiguo.
Está anclada en la naturaleza humana y la excitan determinados relatos
culturales.
Y lo que más la excita es saber que puede ejecutarse con una
vergüenza mínima.
Durante los últimos cuarenta años el
mundo pareció maravillarse de que España fuera un lugar inmune a la
pulsión xenófoba. Era falso: se expresaba con gran potencia y confort en el País Vasco y en Cataluña. Durante mucho tiempo estuvo reducida a la protesta y al desprecio, que reflejan vocabularios como maketo y charnego.
Hasta que las élites políticas creyeron que había llegado el momento de
alcanzar el último escalón de cualquier aspiración xenófoba que se
precie y decretaron que iban a separarse materialmente de los
indeseables.
Ya deben de ir viendo por donde voy.
Se esgrimen muchas causas de la aparición del Partido del Ejido.
A pesar de que yo escribo más de lo que debería se asegura que en
España rige una dictadura de la corrección política. Se da por hecho que
el Estado democrático ha sido humillado por el gobierno de Cataluña,
quiero decir por el gobierno de Cataluña que está en la cárcel.
Hay,
incluso, una bobísima que ha escrito en Diario Femenino que Jordan Peterson
es el responsable del Gran Salto Ejidense. Ennoblecimientos. Lo único
realmente sustantivo es que un grupo de españoles xenófobos ha
encontrado finalmente donde desovar. (...)
Y extienden, estos ejidenses, una desmoralizadora sospecha: que su
aversión a la xenofobia nacionalista catalana no era más que un modo
provisional y agazapado de dar salida a la propia." (Arcadi Espada, El Mundo, 06/12/18)
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