17/10/18

Los independentistas quebequeses jamás aceptaron la Ley de la Claridad canadiense... porque establece que si Canadá es divisible también lo podría ser Quebec tras un referéndum: las partes que hubieran votado en contra de la secesión podrían quedarse en Canadá (aplicándola a España, Barcelona seguiría siendo española si así lo votase, o Tarragona)

"(...) A menudo en España se afirma, tanto desde el independentismo como por parte de la izquierda equidistante, que Canadá ha sabido dar una “respuesta democrática” a la tensión secesionista con la llamada 'ley de la claridad' (2000). 

También se dice que la mejor manera de contener el problema es ofreciendo la posibilidad de votar la autodeterminación. Sin embargo, eso no es así. En realidad, Canadá y Quebec son más bien un contraejemplo, la demostración práctica de que no existe una solución política acordada, una fórmula para regular el derecho a la secesión, que pueda satisfacer a ambas partes.

Hay que recordar que los independentistas quebequeses jamás aceptaron dicha ley, impulsada por el liberal Stéphane Dion, que deja en manos del poder federal la determinación sobre qué se entiende por una mayoría clara. También establece que si Canadá es divisible también lo podría ser Quebec tras un hipotético referéndum: las partes que hubieran votado en contra de la secesión podrían quedarse. 

Como respuesta, los independentistas aprobaron en paralelo su propia ley, que fija una mayoría solo del 50+1 y la indivisibilidad de la provincia. Es cierto que no se ha vuelto a hacer otro referéndum desde 1995, pero no por falta de ganas de los políticos del PQ sino porque la sociedad quebequesa se ha cansado del asunto.

  Cuando lo han vuelto a plantear, les han retirado la confianza, como ocurrió en el 2014; y en estas últimas elecciones ni tan siquiera lo han propuesto. La otra formación independentista, Quebec Solidaire, nacida en 2006, de orientación izquierdista y que se ha convertido en la tercera fuerza parlamentaria, tampoco lo plantea.

En definitiva, es falso que Canadá haya sabido encontrar una solución acordada. No olvidemos que los referéndums de 1980 y 1995 fueron unilaterales. Además, el acta constitucional de 1982, que determinó la completa independencia de Canadá del Imperio Británico, no ha sido ratificada todavía por el Parlamento de Quebec: una anomalía que ahora no parece importar mucho pero que sumió a toda la federación en una crisis constitucional. 

Solo el paso del tiempo y el relevo generacional ha permitido entrar en una etapa post-soberanista. La sociedad quebequesa se ha cansado de la tensión referendaria y, como su identidad francófona está a salvo, ha decidido centrarse en otras cuestiones, como el debate sobre el medioambiente, la educación o la sanidad. 

Lo mismo ocurrirá en Catalunya en unos años porque el referéndum acordado tampoco es posible y la vía unilateral se ha demostrado impracticable. Como afirmó Dion, “democracia y secesión son difícilmente compatibles. A la frustración independentista, le sucederá una fase de normalización en la que lamentaremos el tiempo perdido."                   (Joaquim Coll, El Periódico, 12/10/18)

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