"(...) Pero lo que ocurre en Catalunya es un fenómeno que no sé si
tiene parangón en ningún lugar del mundo. Un fenómeno único en Europa;
qué digo: un fenómeno único en el globo terráqueo, en el planeta, en el
universo.
Sé que ustedes estarán pensando, tate, ya está esta
individua con sus aburridas ideas equidistantes, botifleras, unionistas,
españolistas. Ya está sentando cátedra sobre nuestro ínclito
‘Presidentorra’ (según la definición del gran Albert Soler) y su
extraordinaria capacidad de azuzar y apalear al mismo colectivo
simultáneamente, como si se tratara de Keanu Reeves en Matrix.
O
sobre los CDR y sus fascinantes conatos artísticos inspirados en los
ancestrales ritos hindús que tanto han triunfado en los spots de Kodak. O sobre el incansable victimismo que, pase lo que pase, vayan las cosas bien, mal, regular o de puta madre, es el mindset
(ya saben que si yo no suelto un palabro inglés no estoy tranquila)
eterno del colectivo ‘indepe’.
Tampoco me refiero a esa alucinante
muestra artística que ocupa en este momento un centro de arte público
donde 50 heroicos artistas –que, espero, obtengan todas las creus
de Sant Jordi habidas y por haber y hasta alguna botella de ratafia
autografiada por el mismísimo ‘Presidentorra’– han tuneado 55 hermosas
urnas chinas que sobraron del referéndum (vintage, vaya),
cedidas por el no menos heroico Comité de Salvación (¿o es ‘Redención’ o
‘Compasión’?) nacional de la Catalunya Nord.
No, mi asombro no está
motivado por las toneladas de plástico amarillo que inundan los
edificios públicos y que todos los sufridos catalanes, querámoslo o no,
pagamos con nuestros impuestos, ni por la cantidad de colectivos que
dedican sus fines de semana a atar minuciosamente cualquier poste,
valla, barrera, árbol, cruz o lo que se les ponga por delante con los
susodichos lazos.
Ni por la virulencia, el odio, la mala hostia y el
asco con que esos mismos colectivos, inundados de sonrisas y bonhomía e
inspirados por Martin Luther King, Nelson Mandela, la Madre Teresa de
Calcuta y, en momentos de debilidad, me imagino, Freddy Kruger, se
dedican a insultar implacablemente, en la calle, en la prensa, en las
redes y donde se tercie, a todos los incautos que, como yo, nos
atrevemos a decir, con toda la educación de la que somos capaces (aunque
algunos ya estamos agotando las reservas de ella), que ya estamos hasta
el moño de su idea del mundo. (...)" (Isabel Coixet, XL Semanal)
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