"(...) Hoy el independentismo no tiene otro pegamento que
los presos preventivos y el esperado juicio. Los medios llevan días
filtrando que la Fiscalía General del Estado, en su escrito de
acusación, se inclina por mantener el delito de rebelión pero con las
penas mínimas, a la espera de cómo se desarrolle la vista oral.
Entre
tanto, los acusados seguirán en prisión por riesgo de fuga, una medida
que disgusta a muchos pero que no tiene nada de irregular.
La huida de Carles Puigdemont, junto a otros cuatro 'exconsellers', y luego más tarde de Marta Rovira, lo ha hecho casi inevitable: a los jueces no les gusta que los acusados se escapen. Así que, por favor, no culpen a Pablo Llarena.
Lo raro sería que la justicia, cuando se rompe la democracia
constitucional, se declara la independencia y se gasta dinero público en
actos ilegales, hiciese la vista gorda. En el juicio, los fiscales
tendrán que demostrar las acusaciones y puede que, al final, la rebelión
acabe en conspiración o sedición. Pero es absurdo exclamar que los
líderes del 'procés' están encausados solo por opinar y poner las urnas.
A menudo se afirma que es difícil el retorno a la
normalidad en Catalunya con políticos electos en la cárcel y que sería
mejor hacer borrón y cuenta nueva. Al contrario, eso sería un grave
error. No nos engañemos, lo que frena la tentación unilateral que ha
dirigido el 'procés', es que los hechos delictivos tengan consecuencias y
se deriven responsabilidades individuales. De lo contrario, repetirlo
saldría gratis. Por eso hoy no hay desobediencia y sí, en cambio, mucha
gesticulación.
Es cierto que la justicia no acabará con un problema
político, pero su actuación ha provocado ya la fractura entre ERC y
JxCat con la perdida de la mayoría independentista en el Parlament. Hoy
la unilateralidad ya les divide mucho más de lo que les une la causa de
los presos. No es poca cosa. (...)" (Joaquim Coll, El Periódico, 15/10/18)
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