24/10/18

Lo que aquellos zombis de la xenofobia me decían era que yo, como español, era un ser retardado y casposo mientras que ellos, como catalanes, eran modernos y superiores. Que nadie le dé más vueltas: esa es la esencia del catalanismo.

"(...) En aquella época, yo aún era catalán. Sabía lo que era el nacionalismo, porque sus prosélitos son extraordinariamente pelmas. Los encontrabas por todas partes y como descuidaras un flanco ya te estaban atacando con su parloteo y su cháchara. 

En general parecían simpáticos, como puedan serlo los tarados inofensivos, pobrecillos, pero también abundaba el hijo de puta integral. No me refiero a los más violentos, sino a los que abusaban de su poder para imponer sus ideas. Me refiero, claro está, a los profesores.

Quizá esté equivocado, pero yo he sentido siempre una inclinación natural a rechazar ideas que me despreciaran como ser humano. Lo que aquellos zombis de la xenofobia me decían era que yo, como español, era un ser retardado y casposo mientras que ellos, como catalanes, eran modernos y superiores. Que nadie le dé más vueltas: esa es la esencia del catalanismo.

Tenía un compañero de clase, Francesc, que se empeñaba en llamarme Sergi (seryi) y se sorprendió mucho el día que yo comencé a llamarlo Paco. Esa sorpresa, disfraz de su candidez, demostraba que era un cenutrio, y eso puede decirse de todos ellos. Francamente, yo creo que el racismo es una mala cosa y no le veo defensa alguna, por mucho que quien lo propugne sea un borrego ingenuo. 

Desde chiquiticos les han dicho que son diferentes —y mejores— por llamar formatge (furmacha) al queso y porque en TV3 ponían Gent del barri y no Curro Jiménez, o porque Quim Monzó hacía humor inteligente junto a Mikimoto y nosotros en la Uno teníamos que soportar al Dúo Sacapuntas. Los pobres no se daban cuenta de que todos nos la cascábamos con la misma intensidad viendo a las Mamachicho en Tele5 y que nadie es más que nadie.

(...)  la forma que han tenido de despeñarse los nacionalistas en septiembre y octubre de 2017 por los barrancos de la alucinación. Ha transcurrido ya un año y los pocos libros que se han ocupado de ello son irrelevantes, pobres de análisis y ayunos de brío literario. Mucho más teniendo en cuenta que lo sucedido estos meses ha sido angustioso.

 Manuel Arias Maldonado lo explicó en un artículo inolvidable: «La desesperación y el pesimismo que marcaron a un buen número de intelectuales del siglo XX se nos han hecho de golpe inteligibles». (...)

La narración de los sucesos está desperdigada en periódicos y en las redes sociales, ambos carentes de profundidad. La nueva guerra de los lazos, por ejemplo, está documentada con vídeos y fotografías y nadie parece dispuesto a contarla con detalle. Dónde están los periodistas. (...)"           (Carta de Batalla, 15/09/18)

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