"¿Cómo los de los lazos amarillos tragan tanto? Es un misterio.
Primero les dijeron que la independencia sería a los
18 meses. A contar a partir de las elecciones del 27 de septiembre del
2015.
¿Se acuerdan? La hoja de ruta -la imagen que ilustra
este artículo- era gobierno de concentración, las famosas estructuras de
estado, declaración de independencia, elecciones constituyentes,
Constitución catalana –el juez Santiago Vidal estaba en ello- y
finalmente referéndum.
El referéndum era para aprobar la Constitución, no de autodeterminación.
Alcanzados los 18 meses -el plazo caducaba el 27 de marzo del año pasado- no ocurrió nada.
Entonces les dijeron que no, que la cosa iba con un
pelín de retraso, que empezaba a contar desde la elección de Puigdemont
el 10 de enero del 2016.
No era cierto. Fue el segundo engaño. El programa
electoral establecía claramente que las primeras elecciones del nuevo
“estado independiente” tendrían lugar “en un período máximo de 18 meses
desde la celebración de las elecciones plebiscitarias del 27 de
Septiembre”.
Marta Rovira proclamaba en el Parlament que “este
nuevo gobierno es para construir un nuevo país y que nadie dude de que
se hará en 18 meses”. Las que más chillaban -ella, Anna Gabriel- fueron
las primeras en salir corriendo.
Mientras que Romeva, entonces consejero de
Exteriores, tambén aseguró que “éste es el inicio de un camino
excepcional que tiene un calendario de como máximo 18 meses”.
Luego Puigdemont, ante el no de de la CUP a los Presupuestos, se sacó de la manga aquello de “o referéndum o referéndum”.
Fue una de las pocas jugadas maestras del proceso en un personaje dotado al menos para la supervivencia política.
Como estaba el verano de por medio ganó seis meses de tiempo con la cuestión de confianza.
Pero, en el fondo, lo de celebrar un referéndum era
admitir también que no había una mayoría social suficiente para llevar a
cabo una DUI. Digo mayoría social, no mayoría parlamentaria. Lo grave
es que lo habían sabido desde el principio. Desde la misma noche
electoral.
El referéndum del 1-0 tenía que ser un puro trámite. “Votem per ser lliures” rezaban los carteles electorales.
Pero Puigdemont volvió a engañarles cuando dijo, el
pasado 10 de octubre en el Parlament, que suspendía la declaración de
independencia porque había “diferentes iniciativas de mediación, de
diálogo y de negociación a nivel nacional, estatal e internacional”.
Otra mentira. No había ninguna. Estas cosas se suelen
llevar con discreción pero un año después nadie ha salido diciendo: yo
al menos lo intenté.
Lo del lehendakari Urkullu no fue un mediación, fue
echar un chaleco salvavidas a alguien que se hundía política y
personalmente. Y lo dejó correr en cuanto vio la naturaleza del
personaje.
Ahora, los mismos que renegaban del referéndum pactado se aferran a él.
Torra decía en twitter en enero del año pasado que era como la leyenda del pez Nicolás. Algo así como el mito de Sísifo.
A los de CSQP -Lluís Rabell y Joan Coscubiela se
acordarán- los pusieron verdes por haberlo pedido en su día. Por las
redes circula aquella foto con los consejeros Puig y Gordó en primera
fila con cara de circunstancias.
Ahora intentan alargar el proceso con gestos de cara a la galería.
Que si el Consejo de la República.
Que si el Fórum Cívico y Social.
Que si la Oficina de Derechos Civiles.
Que si el Comisionado del 155.
De lo único que se han olvidado es de la Asamblea de Electos. ¿Cómo van a reunirse si están a la greña?
Puigdemont convoca una cumbre en Waterloo y sólo van los de JxCat. Hasta ERC evita hacerse la foto.
Y Elsa Artadi decía en la rueda de prensa del pasado
martes que el Consejo de la República no “tendrá transcencencia directa
en als actuaciones del Govern”.
Zasca en toda la cara.
¿Entonces qué es? ¿Un chiringuito para dar de comer a Toni Comín?
El Fórum es, según el acuerdo publicado en el DOGC, un “consejo asesor”. Podría ser del cultivo de la patata o del juego de la petanca.
El nombre oficial es “Foro Cívico y Social por el
Debate Constituyente”. ¿Pero constituyente de qué? En el texto oficial
ni siquiera salen las palabras “independencia” o “república”.
El propio Lluís Llach -que debe tener miedo de que lo
empuren- afirmó en la comparecencia junto al president Torra que este
nuevo órgano “no tiene la misión de redactar una Constitución sino de
fomentar el debate”.
¿Más debate? ¿Después de seis años? Que manera tiene Llach de desperdiciar el prestigio alcanzado en su día gracias a l'Estaca, incluso entre el sector indepe. Se ha vuelto un procesista más.
El acto fue tan desangelado que, en la conexión en
directo por el 324, cortaron a la mitad. No vaya a ser que empecemos a
desilusionar al personal.
Por eso lo que me sorprende es la falta de espíritu crítico de los que cuelgan lazos amarillos.
Se lo tragan todo.
Si Torra quiere relamente una República catalana que deje de marear la perdiz.
Que salga al balcón, proclame la independencia y publiqué la resolución en el DOGC.
Pero que luego se atenga a las consecuencias. Al fin y al cabo dijo que él no tenía nada que perder.
Ahora simplemente quieren que Pedro Sánchez les saque del lío en el que se han metido.
Y no lo hará. Un presidente de Gobierno español es un presidente del Gobierno español. Sea del PSOE o del PP.
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