"Desde que se inició está especie de locura zombie del “procés” ser de
izquierdas y no sentirse incómodo en todas las siglas es prácticamente
imposible. Aquello de “no nos representan” para un votante de
izquierdas, con conciencia de clase, se convierte en una pregunta
“¿quién nos representa?”.
Repasemos las opciones. Muchos dirán que la
CUP. Puede. Pero se hace difícil, nuevamente, explicar que quienes
cuestionan el sistema se alíen y vayan codo con codo con los que llevan
siglos representándolo. Recuerdo unas imágenes como ejemplo: la
concentración en la Diagonal de trabajadores de las oficinas centrales
de La Caixa y otras del financial district de
Barcelona gritando ese lema tan “cupaire” de “els carrers seran sempre
nostres”.
Ese día muchos nos quedamos pasmados ante el televisor. Se
puede argumentar con que es una alianza táctica para conseguir la
república catalana y refundar el sistema. Pero lo hacen con quienes son
el sistema. Los que ven, en esa república, una oportunidad para
controlar su negocio directamente y sin intermediarios. Ser dueños
definitivamente del cortijo, vamos. Llamadme resentida, pero no me
convence.
El PSC. Los socialistas hacen lo que pueden pero siempre
mirando quién les va a pisar el callo desde Madrid y ahora con las
elecciones andaluzas, desde el sur. Susana Díaz no va a dejar pasar el
filón que puede suponer el agravio comparativo de trato de favor que el
gobierno de Pedro Sánchez pueda dar a los catalanes.
Aunque todavía no
tenga nada sobre la mesa, el que en Moncloa quieran hablar, ya le da
argumentos a Susana para llenar discursos y de paso molestar a su
inquilino. Una vez más Miquel Iceta tendrá que demostrar su habilidad
política y funambulística.
Els Comuns. Ay, ellos quizás representan como nadie esas
dudas existenciales de una persona de izquierda y no arrebatada por los
sentimientos y emociones de lazos y pancartas. A favor del derecho a
decidir, del referéndum, pero sin fanatismos. Intentando ponerse de
perfil, como les critican todos, para poder mirar a un lado y otro de la
trinchera.
Pero luego toman decisiones otra vez difíciles de
argumentar; como que rompan el pacto de gobierno con el PSC en Barcelona
o que ahora que el independentismo ha perdido la mayoría en el
Parlament se dejen querer por Torra para sacar adelante los
presupuestos.
¿Responsabilidad política? ¿Oportunidad para sacar
adelante medidas sociales? No lo sé. Pero una vez más tengo que optar
por el silencio cuando alguien de fuera de Catalunya me pide que le
intente desenredar la madeja en la que se ha convertido este asunto. Por
no hablar de la izquierda independentista, ERC, que hizo imposible el
año pasado una solución política y ahora reclama moderación y tempos más
pausados.
Reflexionar sobre la representación de la izquierda en
Catalunya me remite a esa corriente de pensamiento que denuncia cómo el
neoliberalismo ha dividido y diluido los objetivos comunes de la clase
trabajadora. Lo recoge Daniel Bernabé en su libro La trampa de la diversidad.
Cuesta mucho ser de izquierdas cuando nadie quiere reconocerse y
situarse como clase obrera. Decimos clase media-baja porque nos ensucia
lo de “obrero”. En España costó mucho tener una clase media, como para
que ahora te quieran apear de ella.
Ahora mismo la escena política
catalana es un perfecto ejemplo del mosaico, el trencadís
catalán, que hace muy complicado armar un discurso de izquierdas y no
caer en las grietas. O esquerdes, como se dice en catalán, palabra
bellamente parecida a esquerra (izquierda). Será que nos falta cemento." (Lourdes Lancho, eldiario.es, 15/10/18)
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