"Me sabe mal por Grabriel Rufián porque ahora ya no podrá ir por el mundo diciendo que los "presos políticos" están "secuestrados".
Con lo bien que quedaba decirlo desde la tribuna del Congreso -o desde
el escaño, da igual-, un plató de televisión o en un consejo nacional de
Esquerra.
¡Ahora resulta que los presos són "rehenes" de la propia
Generalitat!. Por supuesto, me alegro mucho por ellos. Y sobre todo por
sus familias. Más vale estar en cárceles catalans que a 600 kilómetros
de casa.
Pero a ver quién es el valiente que los libera. Porque se mire como
se mire el traslado de los presos a Catalunya es la última humillación
del proceso: ¿No queríais caldo? Pues dos tazas. El Estado ha encargado a
la Generalitat su custodia. ¡Los exconsejeros que proclamaron la
República han acabado vigilados por los propios Mossos!. Es una paradoja
cruel. Ciertamente, el mundo da muchas vueltas.
Con el agravante que el objetivo del independentismo ya no es la
República o la DUI sino la libertad de los políticos encarcelados o como
mínimo su acercamiento. Y aunque lo pidan saben que la salida en
libertad provisional no depende del Gobierno de turno sino del juez. O
es desconocimiento o es mala fe. No sé que es peor. Además, con siete
fugados parece difícil que atienda las peticiones de la defensa.
En la fachada de la Generalitat han colgado precisamente una pancarta
que dice eso: “Libertad presos políticos y exiliados”. Mientras que el
presidente del Parlament, Roger Torrent, ha acabado su declaración este
miércoles con la frase “Libertad y justicia”. Ni siquiera el tradicional
“Visca Catalunya lliure”.
En el acto en Sant Vicenç dels Horts en
homenaje a Oriol Junqueras tampoco se atrevió.
Todo ello confirma lo que siempre he dicho: hemos hecho el negocio de
las cabras. Para semejante viaje no hacían falta estas alforjas. Ha
tenido un coste tremendo. Político, social, económico, institucional e
incluso emocional. Tardará muchos años en superarse. Las heridas
permanecen abiertas. No tiene arreglo fácil.
Hemos tirado por la borda no sólo la República de los ocho segundos
-y la posibilidad de una Catalunya independiente a corto o medio plazo-
sino también 40 años de autogobierno. Poco o mucho algo era. El Estado
tendrá ahora siempre un ojo avizor. No va a tolerar más tentativas. Ya
sabe también que la aplicación del 155 fue una balsa de aceite.
Hemos vuelto a los inicios de la Transición. Cuando se pedía la
recuperación de las instituciones, la salida de los presos, el retorno
de los exiliados. Los auténticos, no los de ahora. Casi aquel lema de la
Assemblea de Catalunya: “Llibertat, Amnistia i Estatut d’Autonomia!”.
Al independentismo ya sólo le queda ahora quejarse, llorar e intentar
curar las heridas. También buscar nuevos enemigos -el Rey ha sustituido
a Rajoy- y confiar en Pedro Sánchez en la medida de lo posible. La
desilusión llegará pronto porque Sánchez, como Rajoy, es presidente del
Gobierno español. Lo que no ofrecerá serán milagros o la
autodeterminación.
Catalunya no avanzará hasta que los mismos que nos han llevado hasta
aquí admitan que, con el 47% de los votos, no es suficiente para
declarar la independencia. Y, sobre todo, que dejen de intentarlo
durante un largo período de tiempo. No se puede someter a los catalanes,
de uno u otro lado, a una prueba de estrés continua. El país no lo
aguantará.
Recuerdo un tuit de Jordi Sánchez, durante las declaraciones ante el
TSJC, en el que se quejaba que el tribunal había prohibido a la
presidenta del Parlament y al resto de miembros de la Mesa acceder al
edificio como muestra de apoyo a Joan Josep Nuet, que declaraba en esa
ocasión.
Se quejaba pero obedecieron. ¡Ni siquiera se atrevieron a subir los
peldaños!. Felizmente ya se vio ese día que el independentismo no
desobedecía. Ni pensaban ni podían desbordar al Estado. Podían habérselo
pensado antes de tanto estropicio." (Xavier Rius, director de e-notícies, 04/07/18)
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