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Cien años después, el político español Artur Mas
inició el denominado en catalán como «procés», cuya oda al absurdo
habría hecho palidecer a Kafka. «En Cataluña ya no se sabe lo que está
ocurriendo o lo que va a pasar», apunta el historiador Jordi Canal (Olot, 1964), que acaba de publicar «Con permiso de Kafka: el proceso independentista en Cataluña» (Península Atalaya).
Sin desenlace aparente, Canal es uno de los muchos intelectuales
catalanes que se han hartado de que usen su silencio en su contra.
¿Qué tiene que ocurrir para que termine el «procés»?
Hay
que actuar con la Constitución y con la Ley, pero si la oposición al
independentismo quiere ganar la batalla hay que ir más allá. Hay que
hacer un trabajo de explicar lo que está ocurriendo en Cataluña fuera y
dentro de nuestras fronteras. Es responsabilidad del Gobierno, pero
también de la oposición, de los intelectuales y de toda la sociedad.
España ha tenido una excesiva confianza en que quien tiene la razón no
debe entrar a explicar las cosas. Gracias al silencio de la otra parte,
los nacionalistas han ganado una y otra vez. Han construido con mentiras
un discurso positivo, creído y atractivo. Una religión.
¿El silencio favorece al mentiroso?
Tu
silencio es tu debilidad. El nacionalismo ha creído que el silencio del
Estado español, la no respuesta judicial y política, era un signo de
debilidad. Por eso, el año pasado los independentistas se sorprendieron
tanto con la fortaleza del Estado.
Pensaban que la aplicación del 155
iba a ser algo de grandes dimensiones... En este sentido, no hay que
olvidar que el nacionalismo catalán tiene aires de superioridad. Se
creen más modernos, más listos, más democráticos e incluso más ricos que
el resto de España.
En su libro denuncia la perversión del lenguaje que vienen realizando los nacionalistas.
Puigdemont habla de dialogar, pero, ¿a qué se refiere? ¿Sobre qué bases se va a dialogar?
Yo tengo amplias dificultades para hablar del tema con amigos y
familiares independentistas, porque no hablamos la misma lengua y falta
un mínimo de racionalismo. Es imposible sentarse a dialogar así.
También dicen que su «revuelta» no es violenta.
El
«procés» está entrando ahora en una vía de violencia física, con una
kale borroka a la catalana. Sin embargo, hay que preguntarse qué
entienden por violencia. Ellos cuando afirman que no ha habido violencia
se refieren a violencia física. Pero violencia también es cuando, en
1993, empezaron a señalar a historiadores, a mí por ejemplo, como
autores al servicio del Estado.
La creación de listas negras, el pintar
un lazo amarillo delante de la casa de alguien para señalar que es
enemigo de la patria, intimidar, excluir a la gente en su comunidad...
Eso también es un tipo de violencia. Ya hemos visto lo que pasa cuando
se marca a la gente, lo vimos con ETA y en los años 30 cuando se señaló a
una minoría en Europa.
En su libro desmiente que lo que ocurre en Cataluña tenga algo que ver con 1714 u otros episodios.
Soy
muy reacio a ver continuaciones de larga duración en las sociedades.
Nosotros los catalanes no tenemos casi nada en común con los catalanes
de 1714. Es una invención como muchas otras del nacionalismo. Sí tenemos
nexos con la Cataluña de la República e incluso la de finales del XIX,
pero no con una sociedad medieval o moderna. Cataluña como estado y como
nación no ha existido nunca.
Pero el nacionalismo defiende que Puigdemont es el 130 presidente de la Generalitat.
Un discurso diferenciador, que también intenta ligar con la vieja Leyenda Negra en Europa. Es lo que estamos viendo ahora con esas discusiones en Alemania, con esa facilidad para decir que hay un déficit democrático y legal en España. Se proclaman como más democráticos que el resto de españoles.
Lo que sí es distinto respecto a la historia de otras regiones españolas es el éxito allí del nacionalismo periférico.
El
nacionalismo catalán surge a finales del siglo XIX debido a tres
factores.
Primero; un momento propicio, con la Guerra de Cuba, la crisis
industrial en Cataluña, atentados anarquistas, crisis de las
Restauración.
Segundo; por cierto fracaso español en el proceso de la
nacionalización de sus propias sociedades.
Tercero; aparición de una
serie de intelectuales, empresarios afectados por la crisis catalana,
clases medias, que hacen una apuesta por un nacionalismo excluyente. El
problema ha estado abierto desde la Restauración hasta hoy en día." (Entrevista a Jordi Canal, César Cervera, ABC, 12/04/18)
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