"Recordaba Borges aquella provincia en la que no había pueblo que no
fuera “idéntico a los otros, hasta en lo de creerse distinto”. Si
California, el Estado más rico de Estados Unidos, quisiera
independizarse, tendría que superar dos filtros: el de la propia
Constitución de California y el de la Constitución de Estados Unidos.
El primero requeriría una propuesta de referéndum aprobada por dos
tercios de las cámaras legislativas californianas o una iniciativa
pública con las firmas de un 8% de los votos habidos en las últimas
elecciones estatales, que se votaría en las siguientes y cuya aprobación
requeriría el voto favorable del 55% y una participación mínima del
50%.
El siguiente paso sería la propuesta formal de una enmienda a la
Constitución estadounidense que habría de superar el “consenso de los
Estados” establecido en la sentencia “Texas v. White” —que declaró
inconstitucional cualquier secesión unilateral—: la aprobación de al
menos dos tercios de Congreso y Senado estadounidenses, y las tres
cuartas partes de las cámaras legislativas estatales.
En resumen, una
reforma de las leyes máximas estatal y federal, protegidas en ambos
casos con supermayorías.
El movimiento independentista californiano ya existe y se llama Yes California (California por el Sí). Aún no es partido político ni tiene diputados, pero el apoyo al Calexit
ya supera el 25% de la población, y todo se andará.
Por el momento no
se declaran herederos de los colonos americanos que, tras alzarse el 14
de junio de 1846 contra las autoridades mexicanas, declararon una
efímera República de California independiente —a la que renunciaron a
regañadientes a cambio de aceptar la anexión a Estados Unidos—.
Claro
que quizás algún día los independentistas sean los californianos
hispanos, y el agravio sea el Tratado de Guadalupe de 1848 por el que
Estados Unidos les arrebató —entre otros territorios— el de California,
donde impusieron el idioma inglés. La historia se puede contar de muchas
formas.
Sin embargo, otros argumentos expuestos en su página web yescalifornia.org nos resultan a los europeos sorprendentemente familiares. Su identidad: “California es una nación” y “es odiada”; su legitimidad económica: “pagan 103.000 millones de dólares más de lo que reciben de financiación estatal”; su legitimidad jurídica:
su secesión es un asunto de “derechos humanos”, “la Declaración
Universal establece en su artículo 20 que nadie debería ser obligado a
pertenecer a una asociación”, y el “derecho de autodeterminación” está
por encima de la ley estadounidense, por lo que “no necesitan una
enmienda constitucional para separarse de los Estados Unidos”; su legitimidad política internacional:
son “distintos” del Brexit, porque “el Brexit pretende separarse”,
mientras que ellos quieren “integrarse en la comunidad internacional”,
en la que serán reconocidos inmediatamente y “podrán influir en la
dirección de los asuntos mundiales”, convirtiéndose en “un actor
principal en la escena mundial, merecedores de un asiento en el G8”.
Por supuesto, prometen beneficios económicos: tras la
independencia “tendrán superávit al dejar de financiar a otros estados”,
podrán “financiar plenamente la educación pública, reconstruyendo y
modernizando sus escuelas y pagando a sus profesores el salario que
merecen” o una “sanidad como derecho universal”; seguridad: aunque no tengan ejército, el de Estados Unidos les protegerá tras “negociar un acuerdo de mantenimiento de bases”; garantías ciudadanas:
“la independencia no afectará a su ciudadanía estadounidense”, no
necesitarán visado, y hasta tendrán “equipo olímpico propio”, porque ya
aportan casi un quinto de los atletas estadounidenses. Y no habrá
costes.
Yes California está intentando promover un referéndum vía
iniciativa pública, pero hasta ahora no ha logrado firmas suficientes.
El anterior líder del movimiento, Louis Martinelli, acaba de mudarse a
Rusia, tras ser acusado de recibir de allí financiación y apoyo
cibernético. (...)" (Enrique Feás, El País, 11/01/18)
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