"El periodista y escritor Ignacio Vidal-Folch (Barcelona, 1956) es
uno de los intelectuales más críticos e irreverentes de las letras
españolas. Autor de títulos como “La libertad”, “Turistas del ideal” o
“Lo que cuenta es la ilusión”, desgrana en esta entrevista para El
Catalán su visión sobre la coyuntura política que atraviesa Cataluña.
En 2006 publicó una sátira, “Contramundo”, en la que un líder
nacionalista se proponía proclamar una república donde “todos tuvieran
la sangre inmaculada”. ¿Imaginaba por entonces lo que iba a ocurrir en
Cataluña?
Tuve un primer pálpito de lo que iba a ocurrir en Cataluña al poco de
morir Franco. Fue tras asistir a un acto, clandestino pero tolerado,
que se celebraba en un piso de la Diagonal y cuyo protagonista era Jordi
Pujol. En cuanto escuché su discurso, pensé: “Este hombre es
peligrosísimo.
Su ideología es muy dañina y no debe concedérsele la
oportunidad de que se explaye en ella.” Sin embargo, enseguida descubrí
que había conseguido entusiasmar a gran parte de los presentes. Así,
desde el primer momento, y antes de que fuese presidente de la
Generalitat, de Pujol me horrorizó su chovinismo, su terrible localismo.
Y ese localismo es lo que nos ha conducido hasta aquí.
Entidades como Asamblea por una Escuela Bilingüe o Sociedad
Civil Catalana han aportado numerosas evidencias de adoctrinamiento en
las escuelas catalanas. Sin embargo, muchos niegan que éste exista o lo
consideran anecdótico. ¿Cuál es su opinión?
Bajo mi punto de vista, que se convirtiera en un conflicto la
propuesta de subir de dos a tres horas la enseñanza del español ya
indica que hay algo problemático en el sistema catalán. Elemento
confirmado por el evidente analfabetismo de algunos de nuestro líderes
separatistas, que hacen el ridículo cuando se ponen a hablar en español.
Y eso que, según ellos, el modelo de inmersión es un modelo de éxito
reconocido en el mundo entero. A las pruebas me remito: ahí está Tardà
diciendo en el Congreso que “lo más caliente está en la aigüera”
[traducción literal de una expresión catalana que significa “todo está
por hacer”] o a la pobre Marta Rovira sufriendo enormes problemas en un
debate porque no era capaz de articular diez palabras seguidas en
castellano. Mientras que, curiosamente, la señora Arrimadas, siendo
andaluza de origen, hablaba perfectamente en catalán y en español.
Por consiguiente, todo su sistema educativo, supuestamente ejemplar,
es una birria indudable, además de una vergüenza. ¿Por qué? Por la
sustitución fraudulenta del concepto universal de lengua materna por el
perverso de “lengua propia”.
A diferencia de la lengua materna, que nos
pone en comunicación con las generaciones anteriores y con las
siguientes, la lengua propia no es la que pertenece al ciudadano sino a
la región. Esto significa que de la tierra emana un lengua correcta, la
única que debe hablarse en esa zona geográfica, lo cual resulta estúpido
y fascista. (...)
En una ocasión, afirmó que, más que los enemigos de Cataluña,
le preocupaban los “amigos de los catalanes”. ¿A quienes se refería?
Me refería a toda una tipología intelectual española que sentía una
extraña simpatía hacia las reivindicaciones nacionalistas catalanas.
Esto ha cambiado muchísimo tras los últimos desafueros cometidos por el
procés. Pero, antes, muchos “amigos de los catalanes” solían aparecer en
la televisión catalana haciendo manifestaciones del tipo: “Yo en
Cataluña siempre he hablado en castellano perfectamente” o “A mí siempre
me han tratado bien y me han aceptado en todos los hoteles”.
Un
discurso buenista que no conduce a ninguna parte más que a negar el
conflicto, cuando éste es clarísimo: consiste en una burguesía
chovinista e insolidaria que quiere separarse de un país pobre.
Sin negar la importancia de las recientes manifestaciones
unionistas, usted ha recordado también el derecho de los ciudadanos a
callarse.
Se les ha reprochado mucho a los catalanes unionistas su silencio
frente a los abusos nacionalistas, silencio que se ha mantenido hasta el
momento en que se ha producido el peligro de destrucción del Estado.
Sin embargo, el Estado no ha protegido a esos catalanes durante todo
este tiempo.
Entonces, ¿por qué tienen que salir a la calle? Estos
ciudadanos –que pagan sus impuestos, respetan la ley y votan cuando les
corresponde– habían delegado en sus políticos la resolución de los
conflictos políticos. Dicha delegación es importante, sobre todo, en una
sociedad tan pequeña como la catalana, en la que una opinión disidente
de la aparentemente mayoritaria puede tener consecuencias laborales,
económicas y sociales muy desagradables.
En definitiva, no se tenía que haber permitido que la situación
llegase a que la parte unionista tuviera que manifestarse por lo obvio.
Esto es, que la mitad de los catalanes se apellidan García, Fernández o
López; y que mantienen con gusto muchas relaciones con el resto de
España. En nombre de la tolerancia, se ha dejado a los separatistas
apoderarse de una porción sustancial del presupuesto del Estado,
conformar sus propios altavoces y sembrar su discurso del odio.
Borrell ha declarado que si viese a todas horas TV3 él
también sería independentista. ¿Qué importancia ha tenido el canal
autonómico en el proceso catalán?
Borrell no se habría hecho soberanista aunque hubiera visto TV3 día y
noche. Su inteligencia y conocimientos, que son muy notables, le han
vacunado contra discursos engañosos y fascistoides como los que emite
ese canal.
En cualquier caso, es innegable que, especialmente en los
pueblos pequeños, allí donde solo se habla catalán, TV3 es la cadena más
vista y la que configura el imaginario colectivo sobre la realidad
política. Y es evidente que ha estado al servicio de los gobiernos
separatistas. Sin duda, se trata de una vergüenza intelectual.
Los nacionalistas alegan que TVE tampoco es neutral.
Un recurso muy típico del nacionalismo es que, cada vez que se le
hace un reproche, saque a colación lo que ocurre en otros lugares. Es
como cuando en el franquismo reprochabas a los mayores la falta de
libertad y te respondían que, si no te gustaba, te fueras a Rusia –que
era la Rusia soviética.
“No, hombre, no, yo no me quiero ir a Rusia,
pero tampoco me gusta esto.” En el caso de TV3, lo que quiero es que
aquí alcancemos unos estándares de ecuanimidad y de neutralidad
europeístas. Ante esta objeción, los catalanistas recurren a su
victimismo habitual y responden que solo les queda ese medio en catalán.
Esto no es cierto, ya que, con la excusa de la lengua, han derrochado
millones de euros en crear un emporio de medios destinados a conformar
mayorías. Así pues, yo creo que la aplicación del 155 ha sido escasa:
debería intervenirse TV3, sacar de allí a su director, Vicent Sanchis, y
devolverle de una patada a Valencia.
¿Y qué papel han desempeñado los intelectuales afines al procés?
El procés, cuando disponía de mayores recursos económicos, se dedicó a
sobornar a intelectuales de mayor a menor valor –que pocos hay de alto
valor–, para que compusieran el discurso público de los periódicos. Sin
embargo, para efectuar el gran salto del victimismo catalanista al
separatismo, necesitaron crear una intelligentsia nueva: abanderados
ideológicos capaces de inventarse un discurso que calase en la juventud.
Con todo, lo único que han conseguido es reclutar a una pandilla de
muchachos que, fuera del procés, no tendrían ninguna posibilidad de
abrirse camino porque no valen nada. Eso sí, como fanáticos tienen una
cierta prédica.
¿Es la sentencia del Estatut, como suele decirse, el origen de la situación actual?
Es la piedra de toque que se han inventado los socialistas para
desviar las culpas de lo ocurrido a los populares. En realidad, la culpa
es del PSC por haber aceptado como cómplice de gobierno en los
tripartitos a Esquerra Republicana, que es un partido sectario y
ultrareaccionario.
Aunque la cantinela del Estatut se sigue repitiendo,
empiezan a surgir voces que recuerdan que, tras la sentencia, nada varió
durante dos años. Lo decisivo fue que Maragall diera visos de
legitimidad a la idea de que era posible ser de izquierdas y
nacionalista gobernando con Esquerra.
Diversas voces destacan la necesidad de una reforma
constitucional. ¿Debería reconocer ésta algún tipo de singularidad a
Cataluña?
Mi opinión es que todo lo que gire en torno a la coquetería nacional
debe obviarse. Pensar que merecemos un reconocimiento por el hecho de
ser catalanes es pueril. Subrayar lo guapos que son los secesionistas no
desactivará el desafecto que sienten estos por la comunidad.
Destacar
un hecho diferencial solo es, en realidad, disfrazar con nueva
terminología una prelación, una superioridad sobre los demás.
Obviamente, catalanes, andaluces o madrileños no son mejores ni peores.
La especificidad es una ficción. (...)" (Entrevista a Ignacio Vidal-Folch, Oscar Benítez, El Catalán.es, 21/12/17)
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