17/1/18

En Cataluña, los independentistas han construido socialmente una ignorancia favorable a sus creencias y fines. Han violentado la percepción de una realidad incompatible con sus sentimientos y aspiraciones. Consiguieron que en los últimos meses se consolidasen “dos sociedades”, la independentista y la no independentista. Esta última es cada vez más parecida a la población del resto de España. Respalda la mayoría de las actuaciones del Estado en Cataluña... los líderes que han organizado este fracaso no están en condiciones de afrontar debidamente la nueva situación

"Las elecciones del próximo día 21 van a cerrar una etapa de la política catalana. Nadie ignora que ha concluido una operación política de grueso calibre. El independentismo catalán no renuncia a su razón de ser: la puesta en marcha de un proceso secesionista que, por una u otra vía, desemboque en la independencia de Cataluña.

 Quienes tienen este ideal están en su derecho cuando lo defienden. Pero la ofensiva que ha ocupado el último lustro ha fracasado; se abre un nuevo ciclo.

En el presente artículo consideraré algunos aspectos de la refriega de estos últimos años.

Un escenario asimétrico

Desde el despegue del independentismo en los últimos meses de 2012 y los primeros de 2013 se ha desarrollado un conflicto estrictamente asimétrico.

En un lado, el independentismo; una parcela de la sociedad catalana que ha recibido su impulso del nacionalismo tradicional, pero que lo ha desbordado con la agregación de muchas gentes que, sin proceder del nacionalismo, han optado por la reivindicación de la independencia.

Es una fuerza social, política, ideológica, cultural relativamente unificada –si bien atravesada por desacuerdos y tensiones entre las diversas fuerzas y dentro de cada una de ellas–, de derecha y de izquierda, socialmente transversal, muy organizada, con una extraordinaria capacidad de movilización, implantada en todo el territorio catalán, si bien comparativamente menos en los principales núcleos urbanos y más en las zonas menos pobladas del interior, identificada especialmente con la lengua catalana, y con unos niveles de renta superiores a los de la parcela de la sociedad no independentista.

El independentismo aspira a ser hegemónico en la sociedad catalana y tiene bastante camino recorrido en esa dirección.

Frente al independentismo se ha configurado un conglomerado o un espacio heterogéneo que está lejos de ser un bloque político, social o ideológico.  (...)

Las elecciones del próximo día 21 van a cerrar una etapa de la política catalana. Nadie ignora que ha concluido una operación política de grueso calibre. El independentismo catalán no renuncia a su razón de ser: la puesta en marcha de un proceso secesionista que, por una u otra vía, desemboque en la independencia de Cataluña. 

Quienes tienen este ideal están en su derecho cuando lo defienden. Pero la ofensiva que ha ocupado el último lustro ha fracasado; se abre un nuevo ciclo.

En el presente artículo consideraré algunos aspectos de la refriega de estos últimos años.

Un escenario asimétrico

Desde el despegue del independentismo en los últimos meses de 2012 y los primeros de 2013 se ha desarrollado un conflicto estrictamente asimétrico.

En un lado, el independentismo; una parcela de la sociedad catalana que ha recibido su impulso del nacionalismo tradicional, pero que lo ha desbordado con la agregación de muchas gentes que, sin proceder del nacionalismo, han optado por la reivindicación de la independencia.

Es una fuerza social, política, ideológica, cultural relativamente unificada –si bien atravesada por desacuerdos y tensiones entre las diversas fuerzas y dentro de cada una de ellas–, de derecha y de izquierda, socialmente transversal, muy organizada, con una extraordinaria capacidad de movilización, implantada en todo el territorio catalán, si bien comparativamente menos en los principales núcleos urbanos y más en las zonas menos pobladas del interior, identificada especialmente con la lengua catalana, y con unos niveles de renta superiores a los de la parcela de la sociedad no independentista.

El independentismo aspira a ser hegemónico en la sociedad catalana y tiene bastante camino recorrido en esa dirección.

Frente al independentismo se ha configurado un conglomerado o un espacio heterogéneo que está lejos de ser un bloque político, social o ideológico.  (...)

 A diferencia del independentismo, estos sectores sociales no disponen de un relato propio para cohesionarse, ni aparecen como un conjunto relativamente unificado, diferenciado, articulado. Durante los años de mayor iniciativa y crecimiento del independentismo –desde la última parte de 2012 y comienzos de 2013 hasta las dos grandes manifestaciones del 8 y del 29 de octubre pasados en Barcelona– han tenido una presencia pública muy tenue. Han votado a partidos no independentistas o se han abstenido pero no han sido nada activos ni se han dejado ver en la calle.  

Una peculiaridad del escenario en el que se despliega el conflicto es que ha operado un sistema de doble poder político cuyas piezas principales han sido, de un lado, el bloque socio-político e institucional del independentismo, con el Govern y la mayoría parlamentaria a la cabeza, y, de otro lado, el Gobierno español y los partidos no independentistas. 

La asimetría es muy pronunciada, debido a la distribución de competencias y de organismos, ubicados unos en Cataluña y los otros en buena medida fuera de ella.

De hecho, la contienda que se está librando tiene varias vertientes. Es una lucha entre dos poderes políticos, el del conjunto de España y el de Cataluña. Es también un pulso entre partes de la sociedad diferenciadas en cuanto a sus sentimientos de pertenencia nacional. 

Es característico de este conflicto que la demanda o el rechazo de la  independencia se presenta como la cuestión no solo central sino que ocupa la mayor parte del debate político hasta el punto de que otros problemas como los concernientes al régimen laboral, al desempleo, a los servicios sociales, a la política económica, a la Unión Europea u otros quedan relegados. 

Durante los últimos cinco años todo ha quedado subordinado a esta cuestión. Por lo demás, en el independentismo no hay un proyecto social. No podría haberlo, en cualquier caso, dada la heterogeneidad socio-económica de quienes lo integran. 

Bazas relevantes

El independentismo cuenta con bazas poderosas. 

Una de ellas es una amplia red de organizaciones diversas: la Assemblea Nacional Catalana (ANC), el Òmnium Cultural, el Partit Demòcrata Europeo Catalá (PDeCAT), Esquerra Republicana, la Candidatura d’Unitat Popular (CUP)… por no contar la asociación de alcaldes independentistas, las agrupaciones de profesionales favorables a la independencia (enseñantes, abogados, bomberos, ingenieros, etc.), las redes de la Iglesia católica y tantas asociaciones locales. Es una parte de la sociedad catalana organizada, amplia y muy activa en las movilizaciones.

Otra es el Govern de la Generalitat, con sus recursos humanos y financieros; y la capacidad que todo ello confiere al independentismo para actuar sobre la sociedad catalana. Gracias a esas posiciones institucionales fue posible la extensa implantación en la sociedad de las ideas nacionalistas que promovió desde el comienzo el Govern  de Convergència i Unió entre 1980 y 2003. 

Las instituciones estatales autonómicas han sido un factor determinante en la construcción nacional catalana. El poder político catalán empleó sus recursos para propiciar una labor de recatalanización, aunque, como se ha podido comprobar reiteradamente, el éxito en este empeño, con ser importante, no fue total, y ha pervivido una distinción de campos a lo largo de décadas.

El nacionalismo, que ha sido tan decisivo en el despegue y desarrollo del independentismo, nació, además, con otro punto a su favor: fue perseguido por el franquismo. Esto le confirió una legitimidad que contribuyó a asentar su prestigio tras la reforma política. Este prestigio se extendió entre gentes de izquierda dentro y fuera de Cataluña, lo que es bastante raro en Europa occidental.

El independentismo se ha servido de banderas de innegable eficacia: en su representación de la realidad personifica la democracia: su delito es querer que la gente vote, frente a la negativa del Gobierno de Rajoy; sus movilizaciones son pacíficas, a diferencia de la acción del Gobierno español que las reprime violentamente; las instituciones se limitan a cumplir el mandato popular; se encarcela a los dirigentes por sus ideas; etc.

A lo largo de estos años ha fidelizado a un electorado de grandes dimensiones y, en términos generales, ha consolidado su campo de influencia política.

La iniciativa del independentismo ha logrado polarizar a la sociedad catalana, poniendo en dificultades al PSC y también a CiU y a UDC, y, más recientemente, a Catalunya en Comú-Podem, que no encaja bien en esta acusada polarización.  (...)

El programa de Junts pel Sí para las elecciones del 27 de septiembre de 2015 había hecho acopio de las más estimulantes expectativas. La independencia, a la que se podría llegar pronto y de forma más bien sencilla, vendrá cargada con un caudal deslumbrante de bienes. Muchas de las ideas que siguen proceden de aquel programa, que venía a servir también como una suerte de argumentario. En muchos aspectos coincide con la Full de Ruta 2014-2015 de la ANC. 

“Cataluña tiene unas capacidades superiores a las de España. Podría ir mejor si fuera una república independiente, liberada del lastre español”.  (...)

La narrativa independentista incluía una representación del mundo real que permitía soñar con una Cataluña independiente.

Se echó mano de una descripción de la sociedad catalana armónicamente orientada hacia la independencia. 

Según el citado Programa, en contra de toda evidencia, “La sociedad catalana es un conjunto unificado: un sol poble. No hay diferencias destacadas en su interior; los conflictos relacionados con los sentimientos nacionales son poco relevantes”.  (...)

La defensa de una vía unilateral e ilegal se abrió paso en un ambiente dominado por la falta de realismo.

Una de las apreciaciones clave se resumía así: “La Declaración Unilateral de Independencia (DUI) es la única vía posible, dado que España niega el derecho de Cataluña a decidir su futuro. Un referéndum pactado es una quimera. Hay que pasar por encima de la legalidad española.(...)

De todos modos, la propaganda independentista no logró que la mayoría de la población se considerara suficientemente informada sobre los posibles efectos de la independencia. Un sondeo del GESOP de enero de 2017 (1.600 personas entrevistadas telefónicamente) formuló la siguiente pregunta:
 ¿Usted cree que tiene mucha, bastante, poca o ninguna información sobre las consecuencias de una hipotética independencia de Cataluña? Un 46,65 declaró tener mucha o bastante información; un 49,6%, poca o ninguna.

Lo cierto es que en estos últimos años han quedado ancladas unas apreciaciones difícilmente compatibles con la realidad, que han acabado costando muy caras al independentismo.
Hemos observado un auténtico recital de lo que se ha dado en llamar sesgos cognitivos, desde el pensamiento grupal (el grupo funciona como una burbuja en la que las creencias compartidas cobran verosimilitud y se llega a un consenso tácito para no ver lo que no conviene ver) hasta el pensamiento deseante (lo que comúnmente se dice confundir los deseos con la realidad), pasando por el sesgo de confirmación (seleccionar aquellas partes de la realidad que nos dan la razón), las tendencias al autoengaño y los prejuicios de todo orden. 

Hemos podido contemplar abundantes muestras de disonancia cognitiva: se ha violentado la percepción y la descripción de una realidad que se resiste a ser compatible con las aspiraciones y sentimientos independentistas.

Los últimos años han visto desarrollarse la hipocognición a gran escala, esto es, una ignorancia construida socialmente favorable a las creencias y a los fines del independentismo. Esa ignorancia ha incluido una explicación reduccionista de los males de Cataluña, atribuyéndolos a un factor externo llamado España. (...)

Un objetivo primordial de los líderes independentistas era alcanzar una amplia mayoría social con cuyo apoyo poder negociar en posición de fuerza.

Pero no han acertado en su trato a la mitad no independentista de Cataluña (No incluyo aquí a las más de 1.100.000 personas extranjeras con autorización de residencia cuyas preferencias a este respecto ignoro). La han ninguneado, no la han tomado en consideración, no se han preocupado por conquistar parcelas de esa parte de la sociedad.

No dieron importancia al hecho de que más de la mitad de la gente entendiera que un referéndum por la independencia dividiría a la sociedad catalana.  (...)

Era cuestión de tiempo que la mitad de Cataluña que estaba en desacuerdo con la independencia acabara reaccionando, como así ha sucedido. 

La ofensiva independentista ha propiciado que pasara del aturdimiento inicial y de la pasividad a un despertar autoprotector y a modificar en cierta medida su forma de ver las cosas. 
A lo largo de estos últimos años, se ha podido advertir una progresiva aproximación de esa mitad de Cataluña hacia el resto de la sociedad española. 

En la actualidad, a juzgar por la encuesta de My Word (la parte catalana del sondeo abarcó 606 entrevistas on line), realizada entre el 13 y el 16 de noviembre, ha cambiado sustancialmente el panorama. Lo recordaba hace unos días Belén Barreiro, directora de My Word, entrevistada por Pepa Bueno en la SER: en los últimos meses se han consolidado “dos sociedades en Cataluña”, la independentista y la no independentista. Esta última es cada vez más parecida a la población del resto de España.

 “Ahora hay una mitad de la sociedad catalana que es igual que la española y los políticos no independentistas no se dirigen a esa sociedad". "Ha habido un repliegue de los catalanes no independentistas que han cambiado de opinión y ya no ven en el referéndum una solución. Los catalanes no independentistas respaldan la gran mayoría de las actuaciones del Estado en Cataluña, salvo la intervención policial del uno de octubre”.

Pero, ¿alguien podía creer que ante una situación como la creada tras la-proclamación-de-independencia-que-no-fue-una-proclamación de independencia cualquier Gobierno no se emplearía a fondo?

Las instituciones del conjunto del Estado español no están en disposición de inclinarse ante esa supuesta “voluntad colectiva libre y pacíficamente expresada”, según la fórmula oficial independentista. Uno de los grandes errores de apreciación de los líderes independentistas consistió precisamente en no percatarse suficientemente de esta imposibilidad.

Desde julio de 2016 se concedió la prioridad al referéndum que conduciría a la DUI y, aunque hasta octubre de ese año los líderes independentistas se refirieron en múltiples ocasiones a las posibles iniciativas represivas del Gobierno del PP,  a partir de entonces cambiaron radicalmente.

 La consigna fue que, hiciera lo que hiciera Rajoy, lo decisivo sería la voluntad del pueblo catalán. “Si se quiere, se puede”. Este mensaje intensamente voluntarista se convirtió en un leit motiv en vísperas de la consulta del 1 de octubre.  (...)

Lejos del más elemental realismo, los dirigentes independentistas defendieron un axioma táctico verdaderamente asombroso. Recalcaron que una vez declarada la independencia se reforzaría la posición negociadora de las instituciones catalanas en su relación con el Gobierno español y con las instituciones europeas. 

También se alentó la ingenua creencia de que la Unión Europea acogería con los brazos abiertos a una Cataluña independiente, uno de los territorios más prósperos del continente. Grave error: los Estados de la Unión Europea no desean tocar las fronteras actuales ni activar las demandas soberanistas.  (...)

Europa ha adoptado una posición que es ya declaradamente normativa: La Unión está en contra de la segregación de cualquier región de un Estado miembro porque es incompatible con sus valores (Obligación de convivir, El Correo, 19 de noviembre de 2017). 
Los dirigentes independentistas no quisieron tomar en serio estas declaraciones y siguieron asegurando que Europa acabaría acogiendo a la República catalana.   (...)

En lo tocante a la economía, se negó reiteradamente que una situación tan inestable como la actual pudiera llevar a miles de empresas a trasladar su sede a otros lugares, incluyendo en muchos casos el domicilio fiscal, con los consiguientes perjuicios para la hacienda de una hipotética Cataluña independiente.

 Tampoco se reflexionó debidamente sobre las posibles repercusiones que tendría la independencia en los intercambios comerciales con el resto de España. La Cataluña virtual del independentismo carecía de una economía instalada en la realidad. 

El éxito conseguido en estos años, en amplios sectores de la población, por las fantasías fabricadas por los líderes independentistas es un objeto de estudio que debería merecer especial atención.  (...)

Fin de ciclo

La operación DUI (Declaración Unilateral de Independencia) no podía triunfar contra la mitad de Cataluña, el Estado, la Unión Europea y buena parte del mundo empresarial. Y, además,  rompiendo la legalidad. Una proeza imposible. En póquer se llama ir de farol; aunque se aparentó lo contrario, no había cartas para ganar. (...)

 La operación que comenzó en 2012 ha concluido sin alcanzar el fin perseguido. No es que el independentismo se haya extinguido, ni mucho menos. Pero ha fracasado la fórmula concreta puesta en práctica, que abarcaba un referéndum fuera de la ley y una proclamación unilateral de independencia. 

Ha terminado así un episodio de un lustro en el que han confluido impresionantes movilizaciones, gestos políticos erráticos y la construcción de una realidad imaginaria que la realidad real se ha encargado de desmontar.   (...)

Por lo demás, el independentismo necesita seguir una dirección, pero ¿cuál puede ser esta después de haber quemado los cartuchos de las elecciones plebiscitarias, del referéndum y de la DUI?

En las últimas semanas, tras la activación del 155, los dirigentes independentistas han admitido públicamente que no tenían un respaldo social suficiente para culminar el proceso independentista. Han admitido que no calcularon bien las reacciones del Gobierno. Han reconocido, igualmente, que no estaban preparadas las estructuras estatales de recambio para controlar el territorio catalán. 

Algunos líderes destacados han afirmado que en la actual situación que no será posible la unilateralidad, que habrá que cumplir la ley y que convendrá descartar ponerse plazos para la realización de los objetivos políticos.   

(...) es difícil saber hasta qué punto hay en el mundo independentista una conciencia realista acerca de la magnitud de su fracaso y de las dificultades que tienen delante. Cabe pensar que tras el 21 de diciembre no se va a intentar hacer lo que acaba de naufragar. 

Pero, si no se toma la medida del mundo real, es probable que el independentismo –hoy más erosionado que antes por las desconfianzas, las divisiones, los signos de hostilidad, y más desorientado respecto al rumbo a seguir– vuelva a salir escaldado. 

Y, aunque no lo sepan o no quieran admitirlo, los líderes que han organizado este fracaso no están en condiciones de afrontar debidamente la nueva situación."                         (Eugenio del Río fue uno de los fundadores del MCE, CTXT, 13/12/17)

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