22/1/18

Ferran Monegal: en el panorama televisivo de Catalunya, por ser considerado equidistante, y reconozco que me considero un apátrida, no de la gente pero sí de la política, me quedé sin ‘pista’ televisiva. Estoy en esa especie de lista negra, ya bastante abultada, de los que no comulgan.

"Ferran Monegal es uno de los críticos de televisión más populares del ‘telehipódromo’ nacional. Fue el director y presentador de un espacio mítico en BTV, Telemonegal, que rompió las fronteras de una televisión local para ser referencia de los profesionales de este medio en toda España. Tras unos años sin cámara ha vuelto a la pequeña pantalla, a La Sexta.

Telemonegal está siguiendo la moda de miles de empresas y al final también ha cambiado la sede social de Barcelona a Madrid. ¿Por qué?

 No ha quedado más remedio. Aquí, televisivamente hablando, no me daban ni agua. Los periodistas somos como los equilibristas del circo: necesitamos pista, que un empresario privado o un medio de comunicación público monte la carpa, te contrate, y te permita trabajar con cierto grado de libertad. 

Tuve que cerrar Telemonegal en BTV en el 2013 y casi cinco años después se ha abierto la puerta de La Sexta. Eso sí, he tenido la suerte de mantener, desde hace veinticinco años, mi columna en mi muy querido El Periódico, y también mis intervenciones en la radio en el programa de mi también muy querida Julia Otero en Onda Cero. 

Pero en el panorama televisivo de Catalunya, por ser considerado equidistante, y reconozco que me considero un apátrida, no de la gente pero sí de la política, me quedé sin ‘pista’ televisiva. Estoy en esa especie de lista negra, ya bastante abultada, de los que no comulgan.

¿Y qué ha pasado en el mundo audiovisual catalán para que un profesional tan reconocido como usted esté en la lista negra?

El mundo audiovisual catalán tiene muy poca energía, sobre todo tras el intento fallido de crear una alternativa privada a TV3 desde 8TV. Yo esperaba que se consolidara, más que nada por la buena salud mental del país, para aumentar la pluralidad.

Pero no va por ese camino, y por eso el panorama televisivo del país está prácticamente dominado por la Corporación Catalana de Radio y Televisión, es decir TV3, Canal 33 y el resto de cadenas de la Generalitat. 

Y lo que debía ser la televisión nacional de Cataluña se ha convertido en la televisión de una parte de los catalanes. Han abrazado la misa, la fe y la eucaristía de una parroquia ideológica determinada. Y los que no formamos parte de esta religión, porque no creemos en ninguna y porque somos ateos, sencillamente no existimos.

¿Cuál es el estado de salud de TV3?

El estado de salud de TV3, en lo económico, ahora es delicado. Con la aplicación del artículo 155 las cuentas de la Generalitat están intervenidas. Eso complica enormemente la aportación de partidas extras de dinero público. Antes las inyecciones monetarias fluían que daba gusto: los amos, o sea, el Govern, engrasaba su correa de transmisión, particularmente TV-3, con mucha alegría.  (...)

Hace unos días explicó en su columna en El Periódico el caso de Rosa Maria Sardà. Esta actriz fue a Al rojo vivo, habló sobre la situación política en Cataluña, y el sector nacionalista le linchó en las redes sociales. Y luego el programa de TV3 Polònia se apuntó a la fiesta e hizo un gag muy poco elegante parodiando a Sardà. ¿Ha perdido este programa satírico cualquier clase de equidistancia?

Lamentablemente es así. Yo era un gran fan de Polònia, y lo sigo siendo, pero me entristece que se hayan sumergido en la trinchera. Antes, y no hace mucho de esto, mantenía ese equilibrio en el momento de repartir los bastonazos. El arte de la sátira es saber repartír la mordida.

¿Qué ha pasado?

La situación en Cataluña se ha polarizado y TV3 trabaja como una máquina solamente al servicio de una idea concreta. Vive en una burbuja enquistada en una idea, y Polònia también ha sucumbido y vemos que temas que los podría tocar de manera hilarante, cómo todo lo que ha pasado en Bruselas, los tocan con el tamiz de víctimas. Van a la ópera, pasan fines de semanas en chalets extraordinarios, pero en la burbuja de Sant Joan Despí son tratados como víctimas.

Han perdido la equidad.

En cambio todo lo demás es el 155. Los no comulgantes son equiparados al 155, los que somos ‘ateos’ y no seguimos la senda que un determinado sector ideológico marca nos señalan como si fueramos una especie de ‘malos catalanes’. 

Y, lamentablemente, personas como Joan Manel Serrat o la misma Rosa Maria Sardà, que han expresado una idea distinta a la que interesa imponer, han sido llamados de todo. A ella la han dicho en las redes sociales “borracha”, “botiflera”, “momia” y un rosario de insultos sin justificación. Triste, muy triste.

¿Cómo fue lo de Polònia?

En un gag le entregan a Soraya Saenz de Santamaría la cruz de Sant Jordi que devolvió Rosa Maria Sardà por no estar de acuerdo con el rumbo de la Generalitat actual, y que tenía su nombre grabado. Y una de las actrices de Polònia le dice a Soraya “Es que Rosa Maria Sardà es un anagrama de Soraya Sáez de Santamaría”.

 Es una manera de asimilar a Rosa Maria Sardà con los “malos” que han venido con el 155. Si en los próximos años las facultades de periodismo quieren hacer una labor interesante invito a que se analicen cómo todo el aparato de TV3 se ha transformado en una fabulosa máquina de agitación y propaganda. Y alguien deberá analizar el grado de influencia que han tenido los tamborileros de Sant Joan Despí en todo el procés.

 En cómo una idea política, una idea determinada de país, tan respetable como otras, ha sido transformada en credo, en la religión verdadera y única. Todo el ‘apparat’ que conforma los medios de comunicación de la Generalitat ha funcionado como una gran empresa o agencia de publicidad al servicio, e impulso, de una determinada ideología. TV-3 ha perdido, conscientemente, la transversalidad. Se dirige solo a una parte del país.

¿Hay algún programa en TV3 que sea un oasis dentro de tanto ‘pastoreo’?

No hay oasis en las guerras. Hay trincheras. Los espectadores, la audiencia, vivimos emparedados por las dos grandes cadenas públicas: TVE y TV-3. En La Sexta Noche, en ‘Monegal sin filtros’, suelo hacer el ejercicio –que ya hacía en Telemonegal—de comparar informativos. 

Los Telediarios (TVE-1) con los Telenotícies (TV-3). Mismo día, misma hora, misma noticia, y resulta que la noticia no parece la misma. Ves y escuchas cómo te la cuentan en el Telediario de las 21 horas, y en el Telenotícies vespre, y si no tomas precauciones puedes acabar ingresado en una clínica. Las interpretaciones no es que sean variadas, son totalmente divergentes. No coinciden ni en los datos.

 En todo el telehipódromo la única cadena que se ha transformado en referente informativo es La Sexta. Lo han conseguido en un tiempo récord. No son perfectos. Cabe la crítica. Pero hay un hecho incuestionable que reflejan los audímetros: ante un suceso relevante, sobre todo político, una notable parte de la audiencia sintoniza esta cadena para informarse.   (...)

No solo La Sexta ha aumentado la audiencia, también TV3…

Naturalmente. La parte de Catalunya a la que TV-3 ahora sirve es muy fiel a la cadena de Sant Joan Despí. Supongo que cuando baje la tensión informativa las audiencias volverán a la normalidad. Antes la normalidad era que TV-3 ganaba por dos décimas a Tele 5. Incluso hubo meses en que fue Tele 5 la que ganó por dos décimas a TV-3.  

Pero el procés ha dotado a TV-3 de una bolsa de audiencia fiel de más de un millón, quizá dos. Y los fieles tienen eso, que son “fieles”, por eso cuando llegan a casa le dan al botón de TV3 y no al de otras cadenas que la polarización político-religiosa ha conseguido que se consideren “extranjeras”. Así está el patio televisivo."               (Sergio Fidalgo, El Catalán.es, 13/01/18)

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