17/10/17

Jiménez Villarejo: yo estaba como representante de un amplio grupo de izquierdas que va creciendo, que se llama Izquierda No Nacionalista

"(...) ElCatalán.es: En el momento de realizar esta entrevista, se cumplen exactamente 72 horas de la convocatoria de la mayor manifestación que se haya dado en Barcelona contra la independencia, de signo “españolista” o “unionista” (como dirían los soberanistas), como prefiera. (...)

Yo estaba como representante de un amplio grupo de izquierdas que va creciendo, que se llama Izquierda No Nacionalista.

 Por tanto, esos calificativos que ha mencionado no me corresponden. Estaba en la manifestación, repito, como persona que ha sido siempre de izquierdas, originalmente en el PSUC y ahora en una izquierda de las que no se doblegan, de las que no se rinden y de las que no pactan con los independentistas. Lo digo para dejar las cosas claras.

 Yo soy quien soy. He sido siempre de izquierdas, y donde ha estado la izquierda, ahí he estado yo.

 E.C.: Comprendo. ¿Pero qué me puede decir de la manifestación?

 (...) Yo iba en la cabecera, así que hice todo el recorrido y pude ver masas y masas y masas; multitudes de personas que abarrotaban las calles (la de Pau Clarís, la Vía Layetana sobre todo, y luego el trecho hasta la Estación de Francia), ocupando incluso las aceras y desbordando los límites fijados para que la manifestación pudiese avanzar.

 Las aceras estaban llenas, llenas de gente. Y tuve la sensación de que hacía mucho tiempo que no veía la cara de las clases populares en Cataluña, en el sentido estricto de la palabra: gente sencilla, modesta, que está harta de que a lo largo de tantos años, sobre todo estos últimos, le estén estafando democráticamente, maltratando desde el punto de vista de los ideales democráticos.

E.C.: Pero había muchas banderas españolas.

J.V.: Pues sí. Pero es que, nos guste o no, es la bandera de España. Yo no la comparto, porque mi espíritu es el republicano. Ojalá tuviéramos pronto una república (española). Obvio. Pero respeto que la gente lleve banderas españolas, como también había muchas senyeras, banderas republicanas y de la Unión Europea. Una vez hecha esta consideración, he de decir que para mí fue una manifestación excepcional.  (...)

Empecé en plaza Urquinaona y llegué hasta la Estación de Francia y aquello era una permanente multitud que gritaba a favor de la unidad de España, pero que también lanzaba gritos de “Puigdemont a prisión”. Algo que, más allá de que sea posible o realizable, era lo que le salía de dentro. 

Básicamente porque están hartos de aguantar un gobierno independentista, que gobierna en contra de una parte importante de la población que nada tiene que ver con sus planteamientos separatistas. Una parte que yo considero francamente mayoritaria, como se expresó el día 8 en la calle.  

E.C.: Sin embargo, desde el lado soberanista se está intentando desvirtuar la manifestación. Concretamente, el diario ARA titulaba al día siguiente: “El españolismo desembarca en Barcelona a las puertas de un nuevo choque”, en alusión a los manifestantes venidos de otros puntos de España en autocar, coche o AVE. 

 J.V.: Claro, tienen que hacerlo porque son unos mentirosos casi enfermizos.  (...)

E.C.: Ahora que menciona el tema, usted se define como miembro de esa izquierda que -cito sus palabras- “no se doblega, no se rinde y no pacta” con independentistas. Pero la cruda realidad es que la mayor parte de lo que llamamos “izquierda” comprende o justifica -cuando no apoya directamente- al nacionalismo. ¿Por qué cree que ocurre un fenómeno tan curioso?

J.V.: Porque el independentismo se ha venido construyendo desde hace muchos años (no es un fenómeno de los últimos tiempos ni mucho menos) como una aparente alternativa de progreso para Cataluña. Y esa izquierda convencional ha querido unirse a ese carro, porque si se descolgaba parecía que ya no era de izquierdas. 

El independentismo es un movimiento reaccionario, en cuanto apuesta por la ruptura de la comunidad, de la convivencia, por el menosprecio de los más excluidos y los más pobres… Como todo nacionalismo, por otra parte. Esto no es ninguna novedad. Y ahora esa izquierda está fuera de lugar y se encuentra que no ha apostado seriamente por lo que tenía que apostar: por la liberación  de las clases oprimidas, por los servicios básicos a la comunidad, por la aplicación de las leyes que garanticen cultura, educación, dependencia, trabajo… en fin, lo que vienen a ser los principios básicos de una cultura izquierdista. 

Ante este contexto, el independentismo ha descolocado a la izquierda y la ha atraído de forma perjudicial para ella. Por eso se encuentra desconcertada, está pasando un momento difícil, momento que será aún peor, más adelante.

E.C.: Esa “Izquierda No Nacionalista” ya se está movilizando activamente, ¿no?

J.V.: En efecto. La Izquierda No Nacionalista convocó un acto antes del referéndum, el pasado 26 de septiembre, en el Centro Cívico La Sedeta, de Barcelona. Y abarrotó la sala donde nos reunimos: acudieron más de quinientas personas de diversas tendencias. 

No fue para nada una reunión monolítica, todo lo contrario, fue muy plural. Pero eso sí, éramos personas que estábamos convencidas de que con el independentismo no se puede ni pactar, ni ceder ni mostrarse más débil para acabar convertidos, como ya he dicho, en su aliado o acólito.

E.C.: Usted ha dejado muy claro que no es sociólogo. Pero permítame hacerle una pregunta que seguro se ha planteado más de una vez: ¿Por qué cree que esa “mayoría silenciosa” no se ha hecho visible hasta la manifestación del 8 de octubre? ¿Por qué ha esperado tanto para salir del armario?

J.V.: Puede ser razonable, porque hasta ahora la gente no había visto de verdad el riesgo de la ruptura. Es que llevamos cinco años con este tema; no puedes tener cada domingo a la gente en la calle por lo que entonces era un futurible y ahora es ya un riesgo cierto de  fractura y ruptura con España, con el perjuicio que ello supone para una inmensa comunidad de personas que se sienten catalanas, españolas, europeas o incluso mundiales, como es mi caso. 

Pienso que ha habido un factor determinante que es el momento presente, que es crucial, algo que nadie puede dudar. Un momento que ellos han ido preparando a lo largo del tiempo a base de concentraciones masivas de independentistas muy fieles. No se ha hecho una manifestación tan masiva hasta que se ha alcanzado un punto crítico como el actual.

E.C.: En la manifestación usted dirigió un parlamento a la multitud donde calificó al independentismo catalán de “racista y excluyente”. ¿Por qué?

J.V.: No eran palabras mías. Me limité a citar un artículo del diario francés Libération. Por tanto, la responsabilidad de estos términos corresponde a este medio. Ahora bien, ¿por qué utilizo estas palabras? Porque detrás de todo nacionalismo, quiérase o no, hay una exclusión de aquellos que no comparten la ideología dominante.

 Esto ocurre en todo nacionalismo, sea de aquí, de América o de cualquier país del mundo. Por tanto, cualquier exclusión social por no profesar la ideología nacionalista es una forma de racismo, porque éste no siempre va asociado a la raza o al color de la piel. Los primeros que sufrieron esta lacra en el siglo XX fueron los judíos, y en su caso no era un problema de color de la piel.

 Era un problema donde convergían varios factores, como la religión, el origen social, formas de vivir, culturas diferentes… Sin embargo se cometió un genocidio con ellos. Y eso que eran ciudadanos alemanes, que convivían pacíficamente. 

Hasta que apareció el nacionalsocialismo de Hitler, que los excluyó, los persiguió y los asesinó en masa. Y aunque no era cuestión de un signo externo, de la raza o el color, nadie puede dudar que detrás de esa ideología había un elemento fundamental que se llama racismo.

E.C.: ¿Cree por tanto que el nacionalismo catalán supura cierto racismo, tanto hacia el resto de España como hacia la mitad de la población que no comulga con sus ideas?

J.V.: No digo que sea racista, sino que posee ciertos elementos característicos y propios del racismo. Más que racismo, le cuadraría mejor el nombre de supremacismo, es decir, la sensación de que hay un sector social que, por sus características históricas, lingüísticas, culturales, etc., es superior a otros que, ocupando un estrato social inferior -hablen o no la lengua-, se considera que no pertenecen a una Cataluña pura, o simplemente, a la idea que ese sector superior tiene de Cataluña. "             (Entrevista a Carlos Jiménez Villarejo, ElCatalán, 15/10/17)

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