"El procés ha dividido a la sociedad catalana y ha polarizado a la familia Blanc. La mitad se declara independentista; la otra mitad no. O casi, pues los acontecimientos políticos, sociales y judiciales de los últimos días han introducido dudas en Verónica.(...)
Es una percepción que ha ganado terreno en la opinión
pública y que ha concedido energía al soberanismo. Fuera de la familia
Blanc. Y dentro de ella, aunque la representación que ha accedido a
conversar con EL PAÍS —tres generaciones, diez personas, una abuela de
94 años y una nieta de 34, un espectro electoral que va desde Ciudadanos
hasta ERC— no otorga escrúpulo democrático ni garantía de transparencia
a la consulta del 1 de octubre.
“Los líderes soberanistas han precipitado la ley de transitoriedad y han forzado el referéndum”,
explica Damián, economista de 37 años. “Ellos mismos han desprestigiado
el procés, no han sido capaces de otorgarle seriedad ni credibilidad.
No se ha dado voz a la oposición. Y al autoritarismo de Madrid se ha
opuesto otro tipo de autoritarismo”.
Transcurre la tertulia en el jardín de una comunidad de
vecinos acomodada de Sant Cugat del Vallès (Barcelona). Ana, abogada de
34 años, es simpatizante de Ada Colau e independentista “desde hace
muchos años”:
“La gestión política de Mariano Rajoy, en su pasividad,
primero, y en sus medidas represivas, ahora, no ha hecho otra cosa que
exacerbar el independentismo. Se han incorporado a la causa muchos
catalanes para quienes aquí ya no está en juego la soberanía, sino la
democracia. Y todas las actuaciones policiales y judiciales
no han hecho sino incrementar la indignación de la gente más allá de la
ideología. El del 1 de octubre no es el referéndum que hubiéramos
querido. Pero sí es una movilización política que apela a la defensa de
nuestros derechos y libertades”.
Montserrat es la matriarca. Se diría que le enorgullece
reunir a su familia. Universitarios. Profesionales libres. Y que le
ilusiona verla conversar en círculo como si fuera ella el silencioso eje
gravitatorio. Habla poco pero se le escucha como si fuera una figura
pontificia: “Yo no voy a ir a votar el 1 de octubre. No quiero la
independencia. Yo supe lo que fue el franquismo. Lo padecí. Y quiero que
mis hijos y mis nietos vivan en paz. La independencia es mala para la economía”.
No ha sido fácil “encontrar” una familia dispuesta a hablar.
Por pudor. Por miedo a las represalias de ser identificado en una
posición. Y porque el procés ha enrarecido las relaciones de amigos y
familiares. En casa de los Blanc niegan que la política sea un tabú. Y
la división que arroja el escrutinio doméstico —cinco independentistas,
cuatro no independentistas y uno en duda— no contradice los espacios de
consenso.
Primero. “La neutralización del Estatut es el pecado original”,
explica Oriol, director de ventas, 34 años, no independentista. “Se
produjo entonces una sensación de impotencia y de frustración. Y
Esquerra Republicana, que era un partido secundario, asumió toda la
iniciativa del relato. Desde entonces, no ha hecho otra cosa que ganar
terreno ERC y ha crecido la causa independentista. Que al mismo tiempo
ha sido una maniobra de distracción. Los políticos de aquí y de Madrid
han eludido la corrupción. O han querido encubrirla con la escalada
independentista-patriótica”.
Segundo. “Rajoy y el PP han actuado con enorme negligencia”,
dice David, ingeniero informático de 37 años, no independentista. “Su
posición inmovilista ha servido de acicate a la hiperactividad del
independentismo. Nunca se ha fomentado un espacio de diálogo y de entendimiento.
Y no hay lugar a la esperanza ni a la salida. No hay antídoto. Todo lo
contrario, la exagerada respuesta de los últimos días ha elevado la
polarización y la crisis”.
Tercero. “El referéndum pactado va a producirse tarde o
temprano, pero es inevitable”, razona Irma, empresaria de 42 años,
independentista. “Es un punto de consenso y un deseo no sólo de esta
familia, sino de la inmensa mayoría de la opinión pública catalana. Y es
una reivindicación que ha ido creciendo hasta a hacerse incuestionable.
Voy a votar el 1-O sabiendo que no es un referéndum ortodoxo, pero sí un acto político camino del referéndum verdadero”.
Cuarto. “Todos sabemos que no va a declararse la
independencia ni el 2 ni el 3 ni el 4, y que estamos en un escenario de
crisis política con sobreactuaciones”, explica Mireia, 64 años, no
independentista. “Por eso también convendría no crear grandes
expectativas a quienes creen que va a producirse una declaración de
soberanía”.
Si la familia Blanc fuera un espejo de la sociedad catalana,
la sociedad catalana sería unánimemente republicana y refractaria al
PP. No desmienten excesivamente la conclusión los estudios demoscópicos y
los resultados electorales, pero más allá de la actualidad o de la
emergencia del 1-O, prevalece la impresión de que la negligencia de la
clase política ha ido a hurgar a un terreno de repercusiones y
reacciones imprevisibles: los sentimientos.
Lo explica Verónica con clarividencia: “Se ha exacerbado con
total irresponsabilidad un pulso entre el nacionalismo catalán y el
patriotismo español. Y que se ha ido a cultivar la diferencia. Lo que
ocurre es que el paso que va de la diferencia al sentimiento de
superioridad es muy pequeño y muy peligroso. Se ha sometido a las
sociedades a un extremo muy preocupante. No soy nacionalista. Pero me he
sentido atacada, caricaturizada como catalana. Aquí hemos vivido
sensaciones de humillación. Y los líderes soberanistas no han actuado
precisamente como bomberos de la situación”. (Rubén Amón , El País, 25/09/17)
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