"(...) 1) En contra del derecho de autodeterminación nada,
siempre y cuando se sostenga en los dos presupuestos habitualmente
aceptados al caso: colonialismo y violación de derechos humanos
(supuestos muy específicos que, por cierto, no están ahí para contarles
el rollo a los independentistas catalanes, sino para evitar,
concediendo, pero también limitando, que el mero nacionalismo se
convierta en el argumento que rige los destinos de las comunidades
políticas). (...)
2) Por qué es imprescindible el acuerdo con ‘España’
para organizar un referéndum y no un capricho imperialista? Pues por el
censo -es decir: el sujeto de soberanía- que es la madre del cordero… el
‘quién decide en un referéndum’. (...)
3) A propósito de lo
anterior, no es salirse por la tangente decir que Escocia es distinta,
como te recuerda Joan: son un conjunto de datos históricos, legales y
sociológicos a tener en cuenta, que explican, en cierto modo, porque por
ejemplo los catalanes, puestos ante la disyuntiva del todo o nada,
están mucho más expuestos a una ruptura de la comunidad política por
razones identitarias, lo que desaconseja especialmente cualquier conato
de autoregalarse la soberanía unilateralmente y acusar de fascistas al
resto de españoles (catalanes incluidos) que no lo tienen tan claro.
Quebec sería un modelo mucho más aceptable. Ley diáfana y aceptada por
todos los jugadores de antemano, mayorías reforzadas, quorums, blablá, y
probablemente un proyecto independentista más cuajado, en lugar de ese
engendro de coalición JxSí-CUP pillada con alfileres y lanzada por la
pendiente del unilateralismo con el sostén del 30 y pico % del censo
catalán. Es decir: acuerdos más amplios.
4) Como ves, por mi
parte no hay obstinación a priori contra el referéndum, pero opino que
no es la prerrogativa de una supuesta soberanía de Cataluña por la
gracia de Dios, sino que la legitimidad sólo puede venirle de un pacto
con el resto de ciudadanos españoles.
Así respondo a tu pregunta de
porcentajes: ni con el 100% de la población de Cataluña completamente a
favor me parece impepinable. Aunque, evidentemente, por sentido común,
por pragmatismo, y hasta por caridad cristiana, en ese caso lo normal
sería que se impusiese una solución pactada. (...)
7) Y algo más de fondo:
si el ‘cómo’ planteado en el prusés me ha parecido penoso, y el ‘qué’
del referéndum una salida en falso a un dilema que exige más finura que
el peso de una mayoría exigua ante el cisma del ser o no ser, el
‘porqué’ -en su doble vertiente simplificada:
a) nacionalista: ‘porqué
soy catalán, no español’, y
b) crematística: ‘porque España nos expolia y
sin ella viviríamos más y mejor’- me provoca una falta de simpatía tan
intensa que trasciende el mero ‘yo votaría no’ para alcanzar por
momentos la duda de si es éticamente admisible votar tal cosa… un poco
como cuando se me plantea dejar fuera de mi comunidad política a un
otro, cualquiera, por razones de clase o extranjería. Es subjetivo. Pero
pesa.
Y 8) resumiendo: que yo
asumiría, llegado el caso, un referéndum… pero eso no significa que ni
de coña lo admita como el paradigma de solución democrática a un dilema
político que con un poco menos de mala fe y narcisismo debería poder
resolverse sin necesidad de rifarnos el papel de ganadores y perdedores a
los chinos…" (Cita Falsa, 05/03/17)
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