"(...) Puede que las noticias que difundía el ex juez fueran fabulaciones para
darse notoriedad ante un público agradecido, pero algunas de sus
expresiones más explícitas deberían haber suscitado inmediatamente la
atención e incluso la alarma de las personas más responsables y
escrupulosamente demócratas que le acompañaban.
Los planes de
recopilación de datos y fichas de policías y jueces, o de simples
ciudadanos a efectos fiscales, no tan solo vulneran directamente la
legalidad, como el propio ex juez reconoce con una sonrisa cómplice,
sino que lo hacen en un territorio especialmente delicado como es el de
las libertad y los derechos individuales.
Resulta que el Estado propio e
independiente que nos cuenta Santi Vidal es ya desde antes de existir
un Estado policial.
Es decir, si nada de lo que anduvo contando Vidal era
cierto, alguien de su entorno debió cortar en seco su ciclo de prédicas
independentistas. El silencio cómplice que le ha acompañado es un
indicio más de su verosimilitud.
Y más todavía cuando ciertos
periodistas de abierta militancia independentista han intentado
presentar la publicación de la información como resultado de una
filtración interesada o incluso de una intoxicación del CNI, especulando
incluso con el momento elegido para el lanzamiento de la bomba, cuando
tenían las fuentes de la información en abierto a su disposición en las
redes desde hacía dos meses.
Algunos han llegado en su desvergüenza a
descalificar el reportaje sobre los vídeos de Vidal por una supuesta
falta de comprobación de las informaciones que contenían, cuando el
problema es que la sociedad catalana ha mantenido en una zona de
discreta sombra una información muy relevante, que al fin ha salido a la
luz por la perspicacia y el criterio de un buen profesional.
Santi Vidal no está solo. Basta con perder unos minutos en
las redes sociales para advertir los numerosos apoyos con que cuenta y
la incomprensión con que una parte del mundo independentista ha recibido
su fulminante destitución.
No vale el argumento de su marginalidad.
Basta con leer editoriales y columnistas del mundo independentista más
subvencionado para darse cuenta de que hay muchos émulos de Vidal, que
se hacen los advertidos respecto a los planes secretos e ilegales para
el referéndum y para la independencia.
Puede que el ex senador haya
exagerado e incluso inventado para dar más colorido y verosimilitud a su
prédica. Un café con un simple funcionario puede ser uno de los
precontactos con la OTAN. Una charla con Pilar Rahola, una segura
convención de colaboración con "los servicios secretos de un país no
europeo".
Pero es difícil desatender a estas presuntas fanfarronadas,
cuando son de todos conocidos el sonsonete oficial sobre las rupturas de
la legalidad española, la explícita promesa de una ley de
transitoriedad que significará una única ruptura de una sola vez, según
el jurista que la ha fabricado y, la última, la base de datos fiscales
recopilada por Oriol Junqueras, de improbable legalidad debido a las
restricciones bien explícitas que contempla la Ley de Protección de
Datos.
Las revelaciones del ex juez y las reacciones que ha
suscitado indican, en todo caso, que buena parte del mundo
independentista ve sin inquietud y con gran normalidad la eventualidad
de una ruptura con la legalidad, que afecta además a los derechos y
libertades individuales, ya no al final del proceso, sino incluso en la
etapa actual de preparación del referéndum.
La gravedad del caso viene
acrecentada por la precariedad de la mayoría que sustenta al Gobierno de
Puigdemont, garantizada por una fuerza antisistema y antieuropea como
es la CUP. Tiene toda la razón el editorialista de La Vanguardia
de este pasado sábado, al señalar la "enrarecida situación política que
vive nuestro país", así como el "clima de fabulación colectiva" con el
que el soberanismo pretende sustituir su mayoría a todas luces
insuficiente para hacer los pasos que promete hacia la independencia. No
son invenciones las de Vidal. Si acaso, la verdad de las mentiras." (Lluís Bassets, El País, 30/01/17)
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