22/3/17

En Inglaterra, es el primer ministro el que decide si permite o no, otro referéndum en Escocia. En España pasa lo mismo

"Cataluña y España no son Escocia y el Reino Unido, por mucho que se hayan emocionado en Barcelona la semana pasada al anunciar Nicola Sturgeon que su gobierno regional va a pedir otro referéndum sobre la secesión de Escocia a raíz de lo del Brexit. 

Nótese el verbo «pedir», que significa, igual que la otra vez en 2014, que ella sola, por su cuenta, no puede montar ninguna consulta de nada, y aquí hallamos el punto central que a los forofos se les olvida cuando comparan los procesos independentistas en Escocia y en Cataluña.

 Allí, dicen los independentistas catalanes, hay democracia y bondad, y aquí represión y maldad. No. Allí hay unas formas constitucionales, unas leyes y normas, y aquí hay otras. En cada país, existe un poder real y las constituciones describen cómo se puede emplear, y por quién.  (...)

Yo no digo nada sobre la legitimidad política—que no constitucional—de la visión compartida del país de las maravillas con la que sueñan los independentistas catalanes. Que cada uno fantasee con lo que quiera. Está claro, sin embargo, que así no lo van a conseguir.

 El Estado español es algo muy real, aunque no solemos darnos cuenta más allá de los aspectos que nos tocan en el día a día (la sanidad, los colegios, el paro, los impuestos, etc.). Al Estado le corresponde casi todo el poder "duro": Defensa, Justicia, Interior, economía, la moneda, Asuntos Exteriores, infraestructuras del Estado, etc. 

A las comunidades autónomas, Cataluña incluida, les tocan los aspectos "blandos": urbanismo, montes, agricultura, pesca, ferias, cultura, artesanía, etc. En los artículos 148 y 149 de la Constitución tienen las listas completas, que son ilustrativas desde esa perspectiva. 

Por mucho que los independentistas quieran sentarse a hablar de la Cuenca del Ebro, de la red eléctrica o de las bases militares, si el Estado no envía a nadie a las «negociaciones», Puigdemont y Junqueras estarán hablando con las paredes.  (...)

A finales de septiembre de 2014, antes del 9-N, el Tribunal Constitucional anunció que la gran consulta no se podía celebrar y se convocaron manifestaciones independentistas para las siete de la tarde. Fue en teoría un momento digno de novela: el malvado tribunal español ha dicho que no podemos votar, habrá que plantarse, llenamos las calles, protestamos, etc. 

En la Plaça de Sant Jaume, se congregaron varios centenares de personas. Llovía, pero cantaron Els Segadors unas cuantas veces bajo los paraguas. Si la memoria no me falla, había fútbol ese día. Para las ocho, como muy tarde, la plaza estaba vacía.

 Dibujar de nuevo el mapa de la Península Ibérica después de 300 años y llevarse la quinta parte del PIB o la cuarta parte de turismo del reino sería, efectivamente, una revolución. Posible –son posibles– pero la historia nos dice que no salen gratis."              (Matthew Bennett  , Vox Populi, 21/03/17)

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