"(...) La asistencia de Colau a la cumbre independentista adquiere más
importancia si se tiene en cuenta que casi coincidió con el anuncio de
la próxima constitución de un nuevo partido en el que se había dicho
que se disolverian ICV-EUiA, Podemos y En Comú Podem, bajo el liderazgo
de la alcaldesa y su equipo, aunque esta posibilidad ha sido
posteriormente desmentida.
Desde el punto de vista ideológico, en el eje nacional, la nueva
formación se define como “soberanista” y defensora del denominado
“catalanismo popular”. La adscripción soberanista resulta una especie de
paraguas que permite sostener la ambigüedad estructural respecto al
secesionismo. En efecto, se postula que Catalunya es una nación soberana
y acreedora del derecho a la autodeterminación (derecho a decidir en la
neolengua nacionalista), pero no se acaba de concretar la fórmula de
ejercerlo.
Por otro lado, se rescata la vieja tesis del PSUC respecto a un
supuesto catalanismo popular que habría sido secuestrado por la
burguesía, cuando ni la razón histórica, ni la realidad sociológica
respaldan esta pretensión. En realidad, las clases populares catalanas
nunca han apostado por el nacionalismo, sino más bien al contrario, han
apoyado propuestas de corte republicano federal o confederal, como fue
el caso de Pi y Margall, la CNT o el POUM.
Ahora la reivindicación
independentista, como demuestra un somero análisis de los datos
electorales, es un asunto de las clases medias –formateadas
ideológicamente durante el pujolismo– para quienes la secesión se ha
convertido en una suerte de religión laica y un factor esencial de
homogenización doctrinal.
De hecho, en las elecciones dichas
plebiscitarias del 27S los barrios obreros votaron mayoritariamente por
opciones contrarias a la independencia y otorgaron a Ciudadanos un
ascenso espectacular que lo convirtió en la segunda fuerza parlamentaria
del país y primera de la oposición.
Viejos errores
Esta perspectiva parece conducir al espacio de los Comunes a repetir
los viejos errores de la izquierda catalana. Así, la convivencia entre
españolistas y catalanistas en el PSC e ICV les condenó al estallido y
la irrelevancia respectivamente, cuando el movimiento nacionalista
catalán apretó las tuercas y apostó con la secesión.
Del mismo modo, los
Comunes pretenden construir un espacio donde puedan convivir
federalistas, confederalistas e independentistas, lo cual resulta
manifiestamente imposible en un contexto de extrema polarización,
dominado por el proyecto de separación donde no caben estas
ambigüedades, sino que por el contrario reclama un posicionamiento claro
y sin ambigüedades. (...)
Una contradicción agravada por el hecho de que sus bases sociales y electorales no se muestran favorables a la secesión.
(...) los posicionamientos de los Comunes están descompensados hacia el vector
secesionista. Así, cuando desde la izquierda se debería esperar una
severa crítica al movimiento independentista y abanderar un proyecto
alternativo a la secesión, los Comunes no pierden oportunidad para
mostrar su connivencia con un proyecto que deberían combatir ideológica y
políticamente.
El referéndum como trampa
En esta correlación de fuerzas, el referéndum se configura como la
trampa perfecta para someter el espacio de los Comunes al proyecto
secesionista. En efecto, cuando previsiblemente el Estado español se
niegue a aceptar la convocatoria de una consulta pactada y vinculante,
les será muy difícil no apoyar un referéndum unilateral que, en
realidad, es el objetivo del movimiento independentista.
De este modo,
al renunciar a disputarle la hegemonía ideológica al nacionalismo
catalán, los Comunes están condenados a someterse a él en términos
políticos.
Respecto al referéndum debe matizarse que, en abstracto, no parece
una mala solución al conflicto planteado en Catalunya. Sin embargo, en
concreto, no se dan las mínimas garantías de equidad democrática
esperable en una consulta de estas características; por ejemplo, la
inexistente neutralidad de los medios públicos de la Generalitat que
operan como una poderosa máquina mediática de propaganda a favor de la
secesión.
Además, la cuestión del referéndum debería ser una
reivindicación propia de los independentistas. Ciertamente, la izquierda
no debería oponerse a la consulta, pero tampoco operar como sus
principales patrocinadores, pues las prioridades políticas habrían de
situarse en el eje social.
De hecho, la insistencia de los Comunes
respecto al referéndum de autodeterminación ha servido de tabla de
salvación a Junts pel Sí, cuando su hoja de ruta, que originalmente
pasaba por la elaboración de la Constitución catalana y la convocatoria
de un referéndum sobre la misma, ha sido desechada.
Lamentablemente, los Comunes están defraudando las esperanzas de
construir un espacio de izquierda transformadora y no nacionalista que
podría aspirar a disputar la hegemonía ideológica y política al
nacionalismo burgués y pequeñoburgués." (Antón Santamaría, El Viejo Topo, 30/12/16)
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