"La matraca que van a darnos los próximos meses a favor de un referéndum pactado esconde el fracaso de los independentistas en las elecciones del 27-S del 2015. JxSí pinchó en su objetivo de lograr mayoría absoluta y, sumando a la CUP,
el separatismo se quedó en el 47,7% de los votos tras desarrollar
durante tres años la campaña propagandística más intensa en Europa
occidental desde la segunda guerra mundial.
Hasta la moción de confianza de Carles Puigdemont,
el pasado septiembre, la hoja de ruta siguió siendo la prevista en el
programa electoral de los junteros: declaración tuneada de independencia y proceso constituyente
al cabo de los 18 meses.
Ante el colapso de esa estrategia, y tras el
rifirrafe por los presupuestos con los anticapitalistas, se produce un
salto atrás para intentar atraer a los 'comunes' de Ada Colau, recuperando la consulta autodeterminista
como el no va más de la democracia.
Ocurre, sin embargo, que los
partidarios de un referéndum, unilateral o pactado, incluyendo aquí a
CSQP, no llegan a los dos tercios de los diputados en el Parlament,
condición imprescindible para emprender cualquier reforma estatutaria,
constitucional o cambiar la ley electoral catalana. (...)
Es normal que a mucha gente le resulta difícil argumentar en contra de
una consulta que se pretende legal y acordada. ¿Qué puede haber de malo,
se preguntan? Intuitivamente, creen que sería una forma rápida de
liquidar este pesado asunto del proceso. Ahora bien, deberían
reflexionar sobre dos cosas.
Primero, los independentistas son
infatigables y, por tanto, aunque perdiesen una vez, como en realidad ya
ocurrió el 27-S, pedirían un nuevo referéndum y otro hasta ganar.
Segundo, y más importante, la secesión no es un derecho
en ninguna democracia.
Tampoco en un Estado federal. Si lo fuera se
convertiría en un instrumento de chantaje de las elites territoriales
hacia la administración central: dame lo que te pido o me largo, aunque
igualmente trabajaré para largarme...(...)
Pero gran parte de la izquierda catalana no se atreve a combatirlo por
miedo a que les tachen de españolistas o unionistas. Sin embargo, es muy
sencillo, basta con decir, ¿referéndum? No, gracias." (Joaquín Coll, El Periódico, 28/12/16)
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