"(...) ¿Qué tipo de federalismo defendemos? ¿Dónde y cuándo lo defendemos?
En IU somos federalistas, pero desgraciadamente la ideología dominante
–que ha utilizado este conflicto para alimentar el poder político y
económico de las oligarquías catalana y española- ha contaminado gran
parte de los debates propios de nuestra organización. La falta de
formación y de debates rigurosos, producto de la institucionalización de
IU, no ha ayudado.
En algunos casos ha habido retrocesos importantes,
como es la apuesta por modelos centralizadores, y en otros casos saltos
al vacío para apoyar directamente el independentismo. Es legítimo que
haya diferencias de opinión, pero la posición lógica, a mi juicio y
dadas las condiciones políticas en las que vivimos, es la del
federalismo. Pero federalismo no es cantonalismo, sino un proyecto
político compartido que respeta las identidades nacionales y otorga
competencias estratégicas a las diferentes unidades federadas siempre
que no comprometan el proyecto político.
¿Qué sucede en España? Pues que
no hay proyecto político, más allá de ser la periferia de Europa y la
mano de obra barata del sistema-mundo. No hay nada que compartir, en
estos momentos, porque no hay proyecto político, de país, de sociedad,
que pueda unir.
Sólo queda el nacionalismo primoriverista y el
nacionalismo independentista que se articula en antagónico matrimonio
burgués-obrero. Es la izquierda la que ahora, gracias a las confluencias
y a cierta comprensión de la realidad política de nuestro país, empieza
a construir, no sin contradicciones, un proyecto de país plurinacional.
Aunque aún queda mucho.
La crisis ha alimentado la
frustración de la gente, como explicaba antes, y la canalización de ese
sentimiento ha sido un éxito del movimiento independentista catalán, por
ejemplo. Prometiendo casi un paraíso material e inmaterial en caso de
desconexión de la estructura española, el independentismo ha convencido a
grandes sectores sociales.
La falta de una alternativa que impugnara al
sistema desde su raíz ha provocado, me temo, que muchos sectores
propios de la izquierda federalista hayan sucumbido también a la
seducción independentista.
La posición intransigente y anticatalana de
los gobiernos bipartidistas en Madrid ha sido, desde luego, más
gasolina. Así que, efectivamente, hay una marea social muy potente que
defiende la independencia sobre la base de la defensa de la identidad
nacional –cuestión que podría resolverse en el marco de un Estado
compartido- y la promesa de un futuro mejor.
¿Y qué es un
país plurinacional? ¿Un país, España, una palabra que aquí apenas se usa
porque, injusta e indocumentadamente, suena a carca fachoso, en el que
algunas “naciones” tienen derechos especiales, privilegios fiscales por
ejemplo?
Efectivamente es un problema que el concepto de
España haya sido secuestrado por la extrema derecha, en cualquiera de
sus formas históricas. Eso nos ha robado el significante y,
honestamente, no parece fácil recuperarlo. Yo, por ejemplo, no tengo
problema en usarlo y reivindicarlo, pero eso sólo se puede lograr si se
asocia con otras políticas distintas.
Quién no está orgulloso de la
España republicana, o de los españoles antifascistas, por citar algunos
ejemplos históricos. Es más, hace una década en la izquierda era
complicado hasta usar la palabra país.
Un país plurinacional es una
fórmula política para resolver conflictos de identidad nacional que,
aunque sean irracionales existen como fenómenos que no podemos ignorar, y
que parte del reconocimiento de diferentes naciones –construcciones
sociales- que quieren convivir juntas. Pero sin un proyecto de país,
todo esto son castillos en el aire.
Por lo demás, que los
nacionalistas pongan tantos amplificadores y relatos en lo que llaman
“opresión nacional” (algunas autoridades actuales, no cualesquiera,
afirman que los catalanes somos esclavos vuestros) puede entenderse,
pero, ¿nosotros (no hablo de ti desde luego), sesde cuándo para nosotros
ha sido tan importante este asunto de la “identidad nacional”?
Nosotros tenemos la obligación de combatir todo ese tipo de discursos
que enfrentan a la clase trabajadora; no podemos andarnos con rodeos.
Recuerdo un cartel de ERC en el que denunciaba el trato fiscal de España
a Cataluña porque, aseguraban acompañando de datos, Cataluña aportaba
más de lo que recibía y eso era injusto.
¡Valiente día que renunciaron a
la progresividad fiscal! Es fácil imaginar a un ricachón español
denunciar lo mismo respecto a un trabajador normal de su misma ciudad:
«¡es que te pago tu sanidad con mis impuestos y eso es injusto!». (...)" (Entrevista a Alberto Garzón, Salvador López Arnal , Viejo Topo, en Rebelión, 17/11/16)
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