"En el rincón de la historia han quedado muchas víctimas de ETA que
nadie invoca como propias. Carecen de rango, cargo y filiación
partidaria. Sangre en el asfalto, sudores fríos de tortura y ríos de
lágrimas sin memoria.
Y no me refiero a etarras o a víctimas del GAL.
Hablo de guardia civiles, militares y todos los que vistiendo de paisano
fueron asesinados, algunos tras la tortura del encierro en un zulo o la
extorsión y el acoso permanentes, sin recibir apenas atención
mediática. El contraste con la que han recabado los dos guardias civiles
agredidos en Alsasua y sus acompañantes no puede ser más revelador.
Con
mirada histórica constatamos que el número de víctimas no se
corresponde con su visibilidad mediática y que, en los últimos años,
ésta atención “informativa” servía para minar las posibilidades de
alcanzar una tregua.
Porcentajes de víctimas de ETA (1976 – 2007) y piezas periodísticas sobre víctimas del terrorismo en El País (1976-2007) y en El Mundo (1994-2007).
Los datos del gráfico proceden de la tesis doctoral de J.M. Sánchez-Duarte, cuyo resumen y conclusiones publicamos aquí.
Señala los porcentajes de las víctimas mortales de ETA y de las piezas –
informativas y de opinión – publicadas sobre ellas por El País y El Mundo
hasta 2008. Las fechas se deben a la disponibilidad de las hemerotecas
digitales de los que fueron diarios de referencia del bipartidismo,
alineados respectivamente con el PSOE y PP (ahora con “el Partido
único”).
El periodo que estudiamos de El País va desde su
nacimiento (4 de mayo de 1976) hasta el 31 de diciembre de 2007,
coincidiendo con la ruptura de la tregua de ETA provocada por el
atentado de Barajas. Estos 32 años nos permiten abordar cuatro
acontecimientos de especial relevancia: la alternancia de los gobiernos
del PP y PSOE y las dos treguas más importantes decretadas por ETA (1998
y 2005).
Primera evidencia: las víctimas no estaban cuando más eran.
El País apenas prestó atención a las víctimas –
representadas por la línea con triángulos – hasta 1996. Hasta ese año
se produjeron el 80% de los asesinados por ETA. A pesar de ello, ninguno
de los años anteriores superó las diez piezas. Entre 1997 y 2007 se
concentran, en cambio, el 84% del total de informaciones y opiniones
sobre víctimas.
Segunda evidencia: pin-pan-pun con las víctimas y contra las treguas.
La intensidad con que los dos diarios se hicieron eco de las víctimas
dependió de sus alianzas políticas; en concreto, de si el PP o el PSOE
estaban en el Gobierno o la oposición. El País visibilizó más a las víctimas cuando el primer Gobierno de J.M. Aznar negociaba con ETA (1998) y El Mundo, mientras lo hacía J.L. Rodríguez Zapatero (2006).
Políticos y periodistas, emboscados juntos y desde trincheras
opuestas, utilizaron las víctimas como escudo protector y ariete contra
el adversario. La mayor concentración de noticias de El País coincide con la tregua que gestionó el PP. En El Mundo,
con la última que afrontó el PSOE. El periódico de Pedro J. Ramírez
publicó a partir de 2006 más de la mitad de las piezas periodísticas de
todo el periodo.
Y téngase en cuenta que en El Mundo analizamos menos de la mitad de años que en El País. La que pudiera llamarse inflación mediática de las víctimas
coincide con las movilizaciones contra el primer gobierno de J.L. R.
Zapatero; entonces conocido como “zETAp” en la calle Génova.
Ese clímax de El Mundo había sido anticipado con el mayor
incremento de piezas sobre víctimas de todo el periodo, que tuvo lugar
en 2004. Era consecuencia de la delirante teoría que los conspiranoicos
construyeron sobre el 11M, sosteniendo que ETA había actuado en
connivencia con el yihadismo, Casablanca, París… y Ferraz.
Añadan a
quien se les antoje porque, según los periodistas inmundos,
el atentado más sangriento de Al Qaeda en Occidente, a pesar de contar
con varias sentencias firmes, aún no está aclarado… ni lo estará. Para
que así fuese hicieron todo lo que estaba en su mano: pago, coacción y
demandas judiciales a testigos, pruebas inventadas, cuestionamiento
infundado de las existentes…
Como en su momento
publicamos, “cualquiera que fuesen los marcos discursivos [enfoques o
argumentos] empleados, la cobertura de las víctimas difícilmente habría
ayudado a la negociación y a alcanzar acuerdos para desactivar a ETA.
A
no ser que la información y la opinión publicadas propusiesen el
reconocimiento mutuo del sufrimiento de víctimas y victimarios, el
perdón y la reconciliación recíprocos, basados en un nuevo marco
jurídico-legal, consensuado”. Cualquier lector o lectora medianamente
atentos de El País y El Mundo sabe que dichos diarios no han publicado apenas (si lo han hecho alguna vez) este tipo de argumentos.
Se impuso así y sigue vigente un discurso irreal:
ajeno a los datos y evidencias, inversamente proporcional al apoyo, a la
capacidad de matar y al sufrimiento que provoca el terrorismo. Un
discurso, que además es maniqueo, distingue víctimas de primera y segunda, propias y ajenas – y beligerante
– considera al adversario político como un objetivo a batir. Respecto
al terrorismo, no admite acuerdos ni concesiones, sólo el reconocimiento
de la derrota y la solicitud de perdón unilateral.
Provoca arcadas imaginar la alegría que debía experimentar la cúpula
de ETA cuando en su última etapa – la de negociación política, a partir
precisamente de 1998 – los medios le devolvían una imagen omnipresente y
omnipotente.
El monstruo fue magnificado cuando más debilitado se
encontraba y cuanto mayor fuese el daño que la oposición podía provocar.
El balance de la función desempeñado por la Prensa de referencia no
puede ser más negativo: entorpecimiento de la solución a un asunto con
vidas humanas en riesgo, que afecta libertades políticas y el modelo de
Estado; desinformación e instrumentación de la opinión pública.
En el
plano práctico esto se tradujo en una estrategia que mermaba la
capacidad negociadora de los Gobiernos, frente a una organización
terrorista que cobraba más reconocimiento público cuanto menor era (y
es) su capacidad de acción.
En lugar de la proclamada unidad contra el terrorismo, constatamos una actitud guerracivilista que lanza sus
víctimas contra el enemigo, tachándole de traidor o cobarde desertor e,
incluso, de comparsa y verdugo terrorista.
No es fácil ni sale gratis
plantar cara a la inmoralidad que transmite este espectáculo obsceno. R. Sánchez Ferlosio supo hacerlo hace diez años en El País, en una entrevista impensable ahora en ese diario.
1. Si las víctimas mueren, […] ¿quién puede reclamar ese valor moral, esa capitalización?
2. Pueden hacerlo muchas personas. La viuda, los huérfanos, otros
quizá. Pero lo que puede producir abusos inmensos y hasta espectáculos
obscenos es la seguridad de estar en posesión de ese capital moral. Por
ejemplo, el victimato español de los actos
terroristas ha hecho una explotación de ese capital moral […]; la
perversidad del terrorista necesita de un contrapunto muy fuerte para
que aparezca como suficientemente execrable, no humano." (Víctor Sampedro, Catedrático de Comunicación Política, www.victorsampedro.com , en Público, 25/11/16)
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