"(...) Sin embargo, al nacionalismo catalán el desafío no le ha dado los
réditos suficientes para proseguir con la ficción independentista. Y si
tenemos en cuenta que el pacto con el Estado es imposible –vale decir
que el nacionalismo, por mucho que hable de diálogo, solo quiere imponer
su plan secesionista por catalán decreto: «O referéndum o referéndum»,
dijo Carles Puigdemont en sede parlamentaria–, ¿qué hacer?
Del desafío
–que se mantiene– a la desobediencia con el auxilio de la teoría de la
legitimidad. El nacionalismo catalán considera que «la cerrazón política
de los líderes españoles no permite explorar el pacto y les resta toda
legitimidad». Concluye: «Lo que no es legítimo no debe obedecerse ni
respetarse», «la mayoría parlamentaria responde al mandato electoral» y
«lo demás es fundamentalismo nacionalista español». En definitiva, la
legitimidad está de mi parte.
¿La ley? Oídos sordos. Con una mayoría
parlamentaria que no permite reformar el Estatuto, que únicamente
habilita para gobernar una autonomía, con estos mimbres, el nacionalismo
catalán pretende iniciar, vía desobediencia «legítima», un proceso
constituyente hacia la República Catalana. (...)
Llama la atención que el modus operandi del independentismo –del desafío
a la desobediencia– se caracterice, de facto, por una democracia
orgánica sui géneris que convive, atemperada, con la democracia liberal.
Hoy, el nacionalismo catalán busca su legitimidad en la familia
(Asamblea Nacional Catalana o Súmate), el municipio (Asociación de
Municipios por la Independencia), el sindicato (CC.OO, UGT, Movimiento
Obrero por la Independencia) y otras corporaciones (Ómnium Cultural,
Consejo Asesor Para la Transición Nacional, Mesa por el Derecho a
Decidir, Pacto Nacional por el Derecho a Decidir, Círculo Catalán de
Negocios, Plataforma por la Lengua, Iglesia Plural y entidades como
Autónomos, Ingenieros, Campesinos, Juristas, Docentes, Arquitectos,
Estudiantes, Jóvenes o Artistas, todos ellos por la Independencia).
Asimismo, existe una sección femenina que responde al nombre de Mujeres
por la Independencia. El nacionalismo encuadra, se manifiesta y aclama. Y
cuenta con medios afines, intelectuales orgánicos, afectos y
desafectos.
Y arremete contra el adversario convertido en enemigo de la
Patria. E, incluso, algún «gironazo» en defensa de la causa. A ello,
añadan la idea de Leyes Fundamentales, Movimiento, Régimen y Revolución
Pendiente. De la unidad de destino en lo universal a la unidad de
destino en lo europeo.
¿Qué ocurre con la discrepancia? Punto 7 de las
conclusiones del informe de la Comisión de Estudios del Proceso
Constituyente, aprobado y tramitado por el Parlamento catalán el 19 de
julio de 2016: «Una vez convocada, elegida y constituida, la Asamblea
Constituyente dispondrá de plenos poderes.
Sus decisiones serán de
obligado cumplimiento por todos los demás poderes públicos, personas
físicas y jurídicas. Ninguna de sus decisiones serán susceptibles de
control, suspensión o impugnación por parte de cualquier otro poder,
juzgado o tribunal». Muy propio de la democracia orgánica.
Quizá por
ello, un conocido independentista, catedrático de literatura catalana en
la Universidad de Barcelona, afirmó lo siguiente: «Dejadme ser cínico,
del franquismo también se puede aprender». Se desconoce si los teóricos
del «proceso» han leído a Arrese, Fernández de la Mora, Vegas Latapie o
López-Amo. (...)" (ABC 09/11/16, MIQUEL PORTA PERALES, en Fundación para la Libertad)
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