"Primero fueron las urnas, ahora es la calle quien comienza a dar la espalda al independentismo. La detención de la alcaldesa de Berga, Montserrat Venturós,
ha sido la constatación de una realidad que algunos hace meses ya
habíamos visto.
Los actos convocados por esa "mayoría de
catalanes" independentistas han sido seguidos por apenas 500 personas en
Barcelona y por algunos centenares más en una quincena de los casi un
millar de municipios catalanes.
Cuando la hoguera de TV3 --y sus medios blandidos a la
subvención-- no tiene margen para la prostitución de la información, las
cosas son como son. Realmente son como siempre han sido. Unos
centenares, quizás unos miles de radicales, encendiendo un fuego en
algún punto de Cataluña para redimir sus existencias aburridas. Porque,
señores, esto al final va de frustraciones personales transformadas en
forma de vida.
Apostaron por la calle. Pero la realidad, luego las urnas, les dan la
espalda. Decir un millón, dos millones, no se convierte en real si
detrás no hay algo más que una soflama. Y el invento independentista
desaparecerá durante años de la misma forma que apareció una mañana
oscura de invierno cuando Artur Mas, poseído por su política de recortes, buscó un culpable más allá de su pésima gestión.
En el camino han perdido un partido, o unos partidos, según se mire.
Han dividido una sociedad. También han aupado a unos radicales, hijos de
papá, en la mayoría de casos inadaptados a la dinámica social. Y, por
qué no decirlo, seguramente han eliminado un sentimiento de catalanidad
durante muchas décadas futuras. Que seamos sinceros, a estas alturas,
quizás es lo de menos.
Y decimos que es lo de menos porque, cuando uno pierde en las urnas,
simplemente debería callar y aceptar los resultados, cosa por cierto que
no han hecho. Pero, cuando uno pierde en la calle, tiene esa extraña
tendencia a violentarla para intentar retomarla.
Y no duden de que
vienen tiempos de turbulencias. No porque llegue la independencia, sino
porque los que saben ya que nunca va a llegar van a usar la violencia
para conseguir sus objetivos. Por suerte, Cataluña, España y Europa no
están ya en el siglo XX. Y en el siglo XXI las tonterías se curan con
algo tan elemental como cumplir la ley.
Y a quien no le guste que
construya una mayoría amplia y clara, no en la calle sino en las urnas,
para cambiarlo. La calle no puede cambiar lo que los votos, los
electores, los catalanes no hemos querido cambiar." (Carles Enric López , Crónica global, 05/11/16)
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