"Yo no creo en la vía unilateral ni creo que tenga posibilidades en la Unión Europea. No sería aceptada", ha soltado Iñigo Urkullu en una comentada entrevista en La Vanguardia.
"Aconsejo a los catalanes que eviten la división y el frentismo",
concluye quien con toda probabilidad volverá a estar al frente del
gobierno vasco los próximos cuatro años. (...)
En Cataluña, las fuerzas que apoyaron la investidura de Carles Puigdemont,
y que le renovarán dentro de dos semanas su confianza, están inmersas
en un debate sobre cuál es la mejor vía para hacer efectiva la
independencia en 2017.
En medio de este clima, las declaraciones de
Urkullu se han recibido como un auténtico bofetón, especialmente
doloroso para lo que queda de la antigua Convergència. A estas alturas
nadie ignora que el giro oportunista de Artur Mas, en 2012, está en la raíz del desastre que vive su partido. (...)
Nadie saca la bandera de la independencia en las elecciones vascas
que se celebran el próximo domingo. Del derecho a decidir se habla mucho
más, sobre todo porque los de Podemos apuestan porque la ciudadanía
pueda decidirlo todo, pero de forma genérica y solo cuando se entra en
el capítulo de mejora del autogobierno.
La cuestión económica y el
impacto social de la crisis son los dos asuntos que centran la campaña
en un territorio donde el desempleo está por debajo del 14%. La promesa
estrella del PNV es destinar 8.500 millones a incentivar el crecimiento
económico y la ocupación, y el reto es alcanzar el 25% del PIB
industrial en 2020.
"Defender el autogobierno y ampliarlo", resume el
objetivo del PNV. La pulsión soberanista parece haber desaparecido. No
es una cuestión coyuntural, reconoce Urkullu en la citada entrevista,
sino de fondo. El deseo secesionista está en mínimos históricos sin
necesidad de haberse celebrado ningún referéndum. Es una interesante
lección sobre la que algunos deberían reflexionar en Cataluña.
Nadie habla hoy de independencia del País Vasco, ni tan siquiera Miren Larrion, que sustituye a Arnaldo Otegi
al frente de la izquierda aberzale tras la confirmación judicial de que
el exetarra es inelegible. Tampoco esa prohibición ha calentado los
ánimos.
A lo más que llega EH Bildu es a decir que hace falta un "avance
en la soberanía" y a ofrecerse para un acuerdo de legislatura con PNV y
Podemos. Se trata de que "hable la gente para saber si quiere avanzar
por ese camino o no", dice Larrion.
También se ofrece a apoyar a Urkullu
para alcanzar un nuevo pacto con el Estado que incluya el
reconocimiento de la identidad nacional, la bilateralidad efectiva y el
derecho a decidir de los vascos. Solo le exige "un plan de
contingencia" para cuando compruebe que eso no es posible.
Pero todo
dicho de forma muy suave, sin meter prisa. Comparen la política vasca de
hoy con el agónico curso que se prepara en Cataluña y las groseras
descalificaciones que a diario profieren los políticos independentistas. (...)
La trayectoria exitosa de Urkullu es un bofetón para Artur Mas. En el
mismo momento que este emprendía su viaje a Ítaca, el líder del PNV
recuperaba la Lehendakaritza tras ocuparla el socialista Patxi López
entre 2009 y 2012 gracias al apoyo externo del PP.
Mientras el político
catalán se dedicaba a agitar las aguas para crear una gran ola
soberanista que le diera "una mayoría excepcional", el dirigente vasco
restablecía los puentes con los partidos constitucionalistas y volvía a
apoyarse en el PSE-PSOE. En el otro lado, el fracaso de Mas es
estrepitoso.
Solo ha logrado crear un enorme remolino en la política
catalana que ha ido engullendo siglas de partidos y líderes. Tres años
más tarde, él mismo fue defenestrado a manos de la CUP y ahora está a un
paso de sentarse en el banquillo por desobediencia y prevaricación.
Mas
ha sido en Cataluña lo que fue Ibarretxe para el País Vasco. Lo que
está por ver es quién será el Urkullu de la política catalana y cuánto
tiempo tardará el nacionalismo de centro liberal en desandar su viaje al
separatismo." (Joaquín Coll, Crónica global, 21/09/16)
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