28/9/16

La superioridad económica de Cataluña se debió a la política proteccionista de Madrid, que obligaba a los españoles a comprar los caros tejidos catalanes

"(...) El choque que puso el catalanismo político en marcha, que lo llevó de los Juegos Florales a las batallas electorales, fue el Desastre de 1898, la pérdida de las últimas colonias, que habían constituido un provechoso mercado cautivo para los empresarios textiles. 

La consumación de la independencia de Cuba y Filipinas con la firma del Tratado de París fue como la firma del acta de divorcio de Cataluña con Madrid.

 La falta de respeto por la verdad histórica ha llevado a los historiadores nacionalistas a hablar del fracaso del colonialismo español, sin reconocer que los primeros paladines del colonialismo español estaban en el mundo empresarial de Barcelona; y que la superioridad económica y cultural de Cataluña (ésta algo discutible) se debía en gran parte a la política proteccionista de Madrid, que obligaba a los españoles a comprar los caros tejidos catalanes con grave quebranto de sus bolsillos.

 Los éxitos del catalanismo fueron emulados en otras regiones, y esta floración de nacionalismos autonomistas hizo eclosión en la Segunda República, con la aprobación del Estatut d’Autonomia catalán en 1932 y con la de los Estatutos vasco y gallego ya empezada la Guerra Civil.

 El nacionalismo catalán realmente se desmandó durante la República y la guerra. Dos veces declaró la independencia durante la República (1931 y 1934) y una nada más comenzada la contienda. Ello dio lugar a la lamentable Guerra Civil en la primavera de 1937 en Barcelona, donde comunistas y anarquistas combatieron por las calles y el esfuerzo bélico de la República se vio gravemente mermado, para regocijo del bando franquista. 

Orwell lo cuenta en su Homenaje a Cataluña y Azaña refleja en sus memorias la amargura y el desencanto que le produjo tan vergonzosa reyerta, que él vio muy de cerca pues estaba en Barcelona en esos días y era un espectador de excepción por ser entonces presidente de la República y haber sido el gran y decisivo defensor del Estatut en las Cortes de 1932.

EL NACIONALISMO catalanista renació durante la Transición, con Jordi Pujol como director de orquesta. Fue dando pasitos breves y cautelosos, tanteando la situación y la actitud de los partidos nacionales (que hoy llamamos constitucionales porque parece que la palabra «nacional» sólo pertenece ahora a las regiones con ínfulas). 

Pronto comprobó que estos eran meros tigres de papel (de papel timbrado judicial, sobre todo), en especial a partir del citado affaire de Banca Catalana. Ante el derrumbamiento de la legalidad en Cataluña se produjo una carrera en pelo por demostrar quién era más nacionalista y separatista, siendo así que la política española lo premiaba con la inmunidad y la catalana con cargos y prebendas.

Esta última oleada de separatismo nacionalista obedece a razones económicas, pero de otro tipo que antes de la Guerra Civil. Hoy Cataluña sigue siendo la región más rica en términos globales, pero no en términos por habitante. Por delante están Madrid, el País Vasco y Navarra, y muy próximas Aragón, las Islas Baleares, y la Rioja. 

La convergencia ha cerrado la enorme distancia de hace un siglo. Hoy los nacionalistas, la casta política catalana, aspiran al poder absoluto en Cataluña, a convertirla en su finca sin interferencias de Madrid. Ése es el aspecto económico del nacionalismo catalán actual.

 Ése y el lograr que el Estado español les financie para amansarlos un poco. No es la superioridad económica lo que persiste hoy, sino el descarnado interés económico. Y también persiste la memoria de un pasado mítico, que los nacionalistas mantienen viva con Diadas y desfiles a lo Nüremberg.  (...)"                   (Gabriel Tortella, El Mundo, 21/09/16)

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