"(...) Nos mintieron, nos volvieron a mentir sobre el derecho a decidir que
era realmente su (no nuestro) derecho a dividir, a dividirnos (y a
despistarnos desde luego: Santi Vila dixit). Nos dijeron que aquellas
manifestaciones del 11S pedían, exigían, una consulta democrática.
Que
España, que los españoles, nos oprimían y esclavizaban. Que nosotros
éramos demócratas y ellos, sin matices ni distinciones, unos brutos
autoritarios. Además, sus hijos, los hijos de andaluces y gallegos
hablaban mal. No eran como nuestros hijos.
A esos niños no se les
entendía, palabra del ex president. Por si faltara algo nos abrazamos
con el adversario de clase, con uno de los representantes políticos de
las 400 familias con mando en plaza, con el hijo político predilecto del
molt ex honorable, nuestro Bárcenas-Rato-Soria.
Pero todo, bien
pensado, resultaba claro y nítido desde el principio: las élites de
aquí, no peores por supuesto que las de allí, con la ayuda
incomprensible de sectores que decían ser de izquierdas y federalistas,
intentando ocultar mil tropelías y robos y pensando que en momentos de
crisis y debilidad podían resultar vencedores, diseñaron un proyecto
neoliberal de ruptura para confundirnos y despistarnos.
Millet, Pujol,
Cambó, Barrera, incluso Porcioles y Samaranch (¡despedido con honores de
Estado en tiempos del tripartito!) eran nuestros amigos, nuestros
compatriotas; Garzón, Iglesias, Negrín, Lorca, Ibárruri, Ruano, Anguita,
eran españoles. Nada tenían que ver con nosotros. No nos entendían,
nunca nos habían entendido, no podían entendernos. No tenían el gen-meme
catalino.
Éramos naciones distintas y enfrentadas. Ellos seguían siendo
el Sur, unos vagos de muy señor suyo que iban a tomar vinos al bar a
nuestra costa (Duran i Lleida dixit); nosotros, en cambio, éramos la
Alemania mediterránea, emprendedora, trabajadora, muy moderna, pulcra,
científicamente avanzada, humanista y culta. Nada que ver con el África
española. Sin ellos estaríamos mucho mejor. Son pobres y no hablan
idiomas.
“Una lengua, una nación, un Estado”, proclamaban algunos con
convicción. Y además, por si faltara algo, con la ayuda de los 16.000
millones de déficit fiscal permanente, que algunas “autoridades
científicas” aseguraban y publicitaban sin descanso ni sonrojo,
tocaríamos y superaríamos la cima del Estado de bienestar nórdico.
Por
aquellos días, los de la “Liga del Norte” empezaron a visitarnos. Se
soñaba con construir CatVegas y nuestro conseller de Economía, un gran
catedrático de prestigio internacional, aspirante en su día al Premio
Nobel de economía, visitaba servilmente a Sheldon Adelson, uno de los
seres más vomitivos y zafios del mundo, alguien que ya ocupa un lugar
destacado en la historia universal de la infamia y el latrocinio.
Lo
nuestro, concluían, será como un capitalismo no capitalista. Casi un
socialismo democrático con rostro humano y, por supuesto, català, molt
català. Itaca está esperándonos. ¡A por ella!, nos decían.
Formaciones que decían ser de izquierdas y, además, comunes,
justificaban -con toda la ambigüedad de la que eran capaces- su
presencia en manifestaciones secesionistas, partidarias de la formación
de un Estado que decían propio subordinado a los intereses de los
grandes poderes de la UE (sin nada que decidir en este nudo de asuntos
también “territoriales”), por la necesidad de rechazar los reiterados
ataques al autogobierno del país, por la criminalización (sic) de la que
había sido objeto "el derecho a decidir-dividir" y, aún más, en
ocasiones, para "defender" sus "convicciones republicanas y
soberanistas".
¿Convicciones republicanas alejándose años-luz de todas
las tradiciones de pueblos y ciudadanos hermanados por mil lazos
sociales, familiares, de amistad, de historia en común, también en
momentos de grandes esperanzas republicanas?
Un escándalo, una estafa
inconmensurable, que se vendía y vende como el no va más del no va más,
lo mejor de lo óptimo, mientras el resto de la izquierda transformadora
española sigue siendo incapaz de formular la mínima crítica al disparate
y transita y transitaba por las torpes aguas del seguidismo y la
repetición asignificativa.
La autonomía de una de las partes se
confundía con el silencio y la ratificación ciega. Lo que ellos digan;
nosotros calladitos. Ellos lo entienden mejor, lo “viven intensamente”.
De lo que no se puede hablar, lo mejor es el silencio.
Afirmaban
los supuestos comunes que la Diada -ya transformada en un día de
vindicación secesionista, no en un día de todos como había sido hasta el
momento- llegaba en un contexto "de una fuerte regresión centralista y
autoritaria" y de "un ataque sin precedentes contra libertades y
derechos sociales elementales". ¿Sin precedentes? ¿Ataques sin
precedentes? ¿Dónde se ubica su memoria, nuestra memoria?
Desde luego
que se podía hablar -criticar, denunciar, oponerse, luchar- de la
política neoliberal del gobierno central (y centralista en este caso),
tan similar al gobierno catalán en objetivos y procedimientos, gobierno
de quien siempre se hablaba y habla en otros términos. No és el mateix,
aquests són una mica de casa. Desde Barcelona En Comú, se afirmaba, se
consideraba indispensable hacer frente a esta deriva, la del gobierno
central.
A veces se criticaba también al gobierno catalán. ¿Por qué no
entonces, con esa misma lógica-ilógica, no se exigía la secesión
barcelonesa de Cataluña al criticar la acción política del gobierno de
la Generalitat? ¿Se defienden los derechos sociales de todas las
personas, “empezando por los de las mujeres y por los de las clases
populares que son quienes más están sufriendo con las políticas de
austeridad", como reza el comunicado 11S de BenC, acudiendo a una
manifestación secesionista, cogidos de la mano o apoyando a una política
profesional como Carme Forcadell cuya idea política central, no se
conocen muchas otras, es que “los españoles han esclavizado a los
catalanes”?
¿Nos querrán tomar el pelo cuando afirman que quieren "dotar
a esta Diada de un sentido integrador, inclusivo" y "convertirla en un
momento de conmemoración y de reivindicación plural de la democracia, de
la soberanía real y de derechos básicos que corresponden a todo el
mundo"? (...)
Este 11S ya es suyo, no es terreno común. Como lo han sido los de
estos últimos años; no, curiosamente, en tiempos de fascismo y
clandestinidad. Ya puestos, ¿qué celebramos, qué se celebra el 11S? ¿Qué
pasó realmente en 1714, más allá del relato sesgado que nos han contado
mil y una vez, tantas como ha sido matizado, criticado y reformulado?
¿El pueblo catalán, todo el pueblo catalán, contra los Borbones apoyados
estos por el resto de todos los pueblos españoles? ¿Este es el cuento
que supera los tres siglos de antigüedad?
El llamamiento para
acudir a Sant Boi de Llobregat, también el 11S por la mañana, es otro
ejemplo de revisión y desmemoria histórica. Los asistentes a aquella
concentración “semilegal” de 1976 -¡ yo fui uno de ellos!- en la que
intervinieron Miquel Roca Juyent ( Consell de Forces Polítiques de Catalunya, el defensor actual de la Infanta Cristina ),
Octavi Saltor (en nombre de los grupos de la oposición catalana de
derecha-derecha no encuadrados en “organismos unitarios” por no querer
“mancharse” con el PSUC y fuerzas afines) y Jordi Carbonell (un
independentista recientemente fallecido que representaba la Assemblea de Catalunya) empezamos
a ser conscientes de las manos en que se dejaba la hegemonía de la
lucha por lo que entonces llamábamos “libertades nacionales”.
El
federalismo no estuvo presente en aquel acto supuestamente unitario,
poco después de aquellas luchas clandestinas en las que muchos grandes
hombres de la Patria estaban en su casa estudiando o preparándose para
tiempos futuros.
Pero no se trata por nuestra parte de quedarnos
en casa ante estas “manifestaciones patrióticas y excluyentes” como
cantaba Georges Brassens. Nuestro 11S se relacionaba, se ha relacionado
durante años, con otro 11S, con el chileno y con dos valores centrales
de nuestra tradición: el internacionalismo y la solidaridad.
La Plaza
Salvador Allende, la concentración popular en esa plaza que se celebrará
en la mañana de este próximo domingo, es nuestra mejor opción para
celebrar, políticamente, nuestro 11S. No hay otra, ¡ese es nuestro 11S! (...)" (Salvador López Arnal , Rebelión, 10/09/16)
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