"(...) Lo esencial es que Carreras concluye en su réplica que: “Un consejero
de Economía de una Cataluña independiente no dispondría, con las pobres
cifras del año 2015, de los 16.000 millones como consecuencia del saldo
entre la recaudación y el gasto público catalanes”. Albricias.
Es lo
que recordaba mi artículo, contra la interpretación exagerada de la
balanza fiscal puesta en boga por Artur Mas: “Si Cataluña se convierte
en un Estado dispondría de entre 12.000 y 15.000 millones que ahora no
tiene” (La Vanguardia, 28 de abril de 2015).
Y que Josep Borrell y Joan
Llorach aclararon: “No es cierto que todos los famosos 16.000 millones
de euros del saldo de la balanza fiscal estuviesen disponibles contantes
y sonantes” (Las cuentas y los cuentos de la independencia, editorial Catarata).
La obsolescencia del uso de la balanza fiscal como explicación de una
presunta asfixia de Cataluña (y pues, de la urgencia de independizarse)
tomó cuerpo antes del antedicho reconocimiento de Carreras.
Ya su ex
jefe, el ex consejero Andreu Mas-Colell, se distanció del talibanismo en
el uso de esa balanza: “En la relación con España, el problema
económico fundamental de Cataluña no es el déficit fiscal”. (Per què cou el dèficit fiscal, Ara,
24 de julio). Así que el thatcherismo catalán, o sea la focalización
exclusiva —repito, ¡exclusiva!— en el saldo neto entre la contribución y
el retorno presupuestario, aislado de las relaciones comerciales,
inversoras y financieras, merece otro réquiem.
Ahora bien, Carreras (como antes el propio Mas-Colell y Sala Martín),
desplaza la disposición directa de ingresos a la indirecta: al uso de
la capacidad de endeudamiento. “Si Cataluña fuese independiente podría
aspirar a endeudarse por este importe” (los 16.000 millones; o la
horquilla de 12.000 a 15.000 de Mas), arguye, “porque habría dejado de
contribuir por este importe a los gastos del Estado español”.
¿Qué ha sucedido en la práctica? Que Cataluña ha podido efectivamente
endeudarse por esa cantidad, sin ser independiente, ni jurídicamente
nada más que una comunidad autónoma. Aunque no sea el instrumento óptimo
—minimiza la corresponsabilidad propia del autogobierno— el Fondo de
Liquidez Autonómico (FLA), junto con mecanismos similares, ha dispensado
a la Generalitat en el cuatrienio de 2012 a 2015, ambos incluidos,
52.141 millones de euros. Más de 13.000 millones anuales (Expansión, 31
de julio).
Y ha ocurrido también que, antes de Mas, la Generalitat se endeudaba
con facilidad en los mercados financieros doméstico e internacional.
Quizá el abuso de este recurso es lo que acabó colapsándolo: en los
cinco años de Gobierno Mas y siendo Albert Carreras secretario general
de Economía, la deuda pública de la Generalitat se duplicó, pasando de
35.616 millones heredados (2011) a 72.255 millones (2015), a un ritmo de
7.327 millones anuales; frente a los 3.528 millones anuales del
septenio tripartito de Pasqual Maragall y José Montilla (2004-2010).
De modo que endeudarse no es la cuestión. Si acaso lo que se dirime
es la elección autónoma (si quieren, soberana) sobre cómo y dónde
endeudarse, si con el Estado español, el ahorrador local o los mercados
internacionales.
Es el único margen de maniobra posible, el relativo a
la modalidad, porque la cuantía de la deuda (hasta dónde endeudarse)
está limitada a los Estados europeos desde Maastricht (60% del PIB):
carecen de soberanía sobre ella, y sería significativa pues permitiría
políticas más anticíclicas.
Y las sucesivas reformas del Pacto de
Estabilidad —como la de 2011 sobre el Reglamento UE 1467— han reforzado
este requisito: hasta el punto de que los sobre-endeudados deben rebajar
su deuda total a razón de medio punto anual.
Así que, en esencia, el eventual beneficio fiscal de la independencia
se circunscribiría a la facilidad de elección sobre la modalidad de la
deuda. Ni siquiera sobre su tamaño. (...)" (Xavier Vidal-Folch, El País, 23/08/16)
No hay comentarios:
Publicar un comentario