"(...) Los vascos de Santiago de Chile no quisieron desfilar en la columna
de los republicanos españoles que se organizó para contribuir al
homenaje que el pueblo chileno tributó a Mr. Wallace [el resueltamente
antisfascista vicepresidente de Roosevelt], porque no fueron reconocidos
como miembros y representantes de la nación vasca.
El
Orfeón Catalán de México se negó a participar en el homenaje que la
emigración republicana rindió al presidente Ávila Camacho [sucesor de
Lázaro Cárdenas, el presidente benefactor del exilio republicano español
en México], aduciendo que los catalanes no son españoles.
Y finalmente,
una sedicente Comunidad Catalana de México conmemoró con un banquete el
14 de abril –al que asistió el señor Monzón en representación del señor
Aguirre— la proclamación de la Segunda República Catalana. Con motivo
de esos hechos, se ha registrado un enorme griterío, se han pronunciado
palabras muy gruesas y se han emitido conceptos muy graves (...)
¿Qué es, qué representa el Orfeón Catalán? Conforme a sus estatutos, es
una entidad apolítica, presidida por un señor que es, simultáneamente,
“ultranacionalista” y socio conspicuo del Casino Español, en donde se
cantan sardanas y misas de vez en cuando, un centro recreativo que no le
hace ascos al juego cuando las circunstancias lo permiten.
Es un centro
que ha calificado de “luctuosa” la fecha gloriosa del 19 de julio, y un
centro en el que ahora hacen y deshacen a su antojo y en plan
separatista unos cuantos trotskistas, faístas y desertores. En relación
con la emigración catalana es muy poca cosa, y de cara a Cataluña y en
Cataluña no es nada. Pero a medida que se fue conociendo, por los
hechos, su juego sucio, fue perdiendo socios hasta quedar reducida a lo
que es hoy: un órganos de los deshechos de la emigración catalana.
La
preside el señor Tomàs i Piera,
quien al dejar de ser ministro de la República Española, se creo para
él solo el frente de Montreal (Canadá). Le prestan apoyo entusiasta los
señores Ferrer y Fronjosà,
desertores ante el enemigo en el curso de nuestra guerra, denunciadores
implacables del “imperialismo” de la UGT, propugnadores acérrimos de
una Central Sindical Catalana separatista, (...)
Definidor político de la misma es el señor Arquer: trotskysta condenado a 20 años de prisión por el delito de alta traición en tiempos de guerra, uno de los dirigentes del putsch
de mayo de 1937, el primer objetivo del cual era, de haber triunfado,
el asesinato del presidente Companys y de prácticamente todos los
consejeros de la Generalitat.
Los catalanes decentes, es decir, la
práctica totalidad, hacen frente a esta mal llamada “Comunidad”, centro
de arribistas, de desertores y de provocadores. Incluso los militantes
de Estat Català, los únicos que con pleno derecho histórico podrían levantar –y levantan— la bandera separatista.
Así,
pues, entonces ¿a qué tanto ruido con motivo de unos discursos
pronunciados por individuos carentes de toda solvencia en la emigración y
separados ya, esperemos que para siempre, de Cataluña? (...)
Nuestros separatistas se consideran obligados a aceptar una especie de
tutela del Partido Nacionalista Vasco.
El movimiento nacional catalán es
avanzado y progresista, mientras que el Partido Nacionalista Vasco es
conservador: salidos de Euzkadi, miles de nacionalistas vascos, buenos
soldados, se quedaron en Francia por orden de sus jefes, mientras
Cataluña se desangraba por los cuatro costados.
Y mucho menos ligados
podemos sentirnos los catalanes cuando los jefes nacionalistas vascos
son los peores enemigos de la unidad combatiente de los pueblos
hispánicos al lado de las Naciones Unidas y contra Hitler y sus Quislings.(...)"
(Joan Comorera , Enfrentado a la dirección del Partido Comunista de España, fue expulsado del PSUC en 1949, Fuente: Edicions en Lluita, 1945, en Sin Permiso, 24-07-16)
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