"El carácter plebiscitario de los comicios caló en el electorado como demuestra la elevada participación (77,44%) que batió todos los registros históricos en unas elecciones al Parlament de Catalunya.
El incremento de la participación (+7,8%) se concentró principalmente en los distritos tradicionalmente abstencionistas de las ciudades y barrios de la periferia del Área Metropolitana de Barcelona y Tarragona. Mientras en Vic la participación aumentó el 3,72%, en Sant Adrià del Besos o Santa Coloma de Gramenet aumentó el 9,62 % y 9,23%, respectivamente; aun así la participación fue 6,8% superior en Vic que en Santa Coloma.
De esta manera se rompió el tradicional abstencionismo dual y selectivo característico de las autonómicas catalanas donde en los distritos nacionalistas se verificaban elevados índices de participación mientras en los barrios del área metropolitana se concentraba una elevada abstención que no se repetía en las elecciones generales, en las que se votaba masivamente a favor de las fuerzas de izquierda, particularmente a los socialistas. Un factor clave para explicar las reiteradas victorias de CiU en las elecciones autonómicas en la etapa autonomista.
La movilización electoral en estos distritos provocó que la lista de Junts pel Sí obtuviera un resultado muy por debajo de sus expectativas, al perder nueve escaños respecto a los logrados por CiU y ERC en las autonómicas del 2012 y 4,7 puntos porcentuales menos.
De este modo se evaporaba el objetivo de dicha candidatura de obtener la mayoría absoluta en escaños y lograr la mayoría de votos a favor de la independencia sumando sus sufragios a los de la CUP.
La superposición del supuesto plebiscito con unas elecciones parlamentarias produjo un resultado endiablado. Aunque la suma de las fuerzas secesionistas (Junts pel Sí y CUP) lograba una holgada mayoría absoluta de 72 escaños, no lograba superar la barrera del 50% de los votos (47,8%).
El líder independentista escocés Alex Salmond realizó una certera lectura de estos resultados que, a su juicio, abrían el camino para negociar con el Estado español la celebración de un referéndum de autodeterminación, pero impedían iniciar el proceso hacia la independencia. Sin embargo, esta advertencia ha sido desoída por los dirigentes de las dos candidaturas secesionistas, para quienes la mayoría parlamentaria resulta suficiente para continuar con la hoja de ruta separatista.
El incremento de la participación (+7,8%) se concentró principalmente en los distritos tradicionalmente abstencionistas de las ciudades y barrios de la periferia del Área Metropolitana de Barcelona y Tarragona. Mientras en Vic la participación aumentó el 3,72%, en Sant Adrià del Besos o Santa Coloma de Gramenet aumentó el 9,62 % y 9,23%, respectivamente; aun así la participación fue 6,8% superior en Vic que en Santa Coloma.
De esta manera se rompió el tradicional abstencionismo dual y selectivo característico de las autonómicas catalanas donde en los distritos nacionalistas se verificaban elevados índices de participación mientras en los barrios del área metropolitana se concentraba una elevada abstención que no se repetía en las elecciones generales, en las que se votaba masivamente a favor de las fuerzas de izquierda, particularmente a los socialistas. Un factor clave para explicar las reiteradas victorias de CiU en las elecciones autonómicas en la etapa autonomista.
La movilización electoral en estos distritos provocó que la lista de Junts pel Sí obtuviera un resultado muy por debajo de sus expectativas, al perder nueve escaños respecto a los logrados por CiU y ERC en las autonómicas del 2012 y 4,7 puntos porcentuales menos.
De este modo se evaporaba el objetivo de dicha candidatura de obtener la mayoría absoluta en escaños y lograr la mayoría de votos a favor de la independencia sumando sus sufragios a los de la CUP.
La superposición del supuesto plebiscito con unas elecciones parlamentarias produjo un resultado endiablado. Aunque la suma de las fuerzas secesionistas (Junts pel Sí y CUP) lograba una holgada mayoría absoluta de 72 escaños, no lograba superar la barrera del 50% de los votos (47,8%).
El líder independentista escocés Alex Salmond realizó una certera lectura de estos resultados que, a su juicio, abrían el camino para negociar con el Estado español la celebración de un referéndum de autodeterminación, pero impedían iniciar el proceso hacia la independencia. Sin embargo, esta advertencia ha sido desoída por los dirigentes de las dos candidaturas secesionistas, para quienes la mayoría parlamentaria resulta suficiente para continuar con la hoja de ruta separatista.
Para la CUP no haber obtenido la mayoría de votos descarta la opción de realizar una Declaración Unilateral de Independencia (DUI) inmediata, pero no descarta continuar la desconexión con el Estado español, a través de un proceso constituyente
Las dos Cataluñas
El análisis de los resultados electorales en las poblaciones de la Cataluña interior y metropolitana nos devuelve una imagen de una Cataluña partida en dos mitades. A modo de ejemplo, Vic y l’Hospitalet de Llobregat resultan el positivo y negativo de una fotografía; mientras en Vic se impone Junts pel Sí (66,7% de los votos), seguida de la CUP (8,6%), en l’Hospitalet lo hacen C’s (23,6%) y PSC (23%). Si en Vic las fuerzas independentistas obtienen el 75,3% de los sufragios, en l’Hospitalet sólo logran el 24,1%.
Esta radical dualidad ha desatado intensos debates sobre la fractura social que el proceso independentista estaría provocando en Cataluña. Si bien es cierto que los resultados electorales nos transmiten la estampa de una sociedad partida en dos, afortunadamente esta fractura –de momento– no se percibe a nivel social. Sin embargo, se están acumulando todos los elementos para que se produzca.
La extremada agresividad verbal sobre el tema que puede apreciarse en las redes sociales y los foros de debate de los medios de comunicación resulta un indicio de ello. Por otro lado, si las fuerzas secesionistas, como todo parece indicar, se empeñan en continuar con la hoja de ruta separatista a pesar de no contar con el apoyo mayoritario de la población, podría abrirse la espita para un enfrentamiento cívico de proporciones alarmantes.
La gravedad de esta amenaza puede apreciarse en las numerosas invocaciones al papel del PSUC que, en el final de la dictadura, consiguió que la clase trabajadora se sumase a las reivindicaciones catalanistas, evitando el peligro de una fractura social e identitaria.
Sin embargo no existe en el panorama político, crecientemente polarizado, ninguna fuerza política con la capacidad de ejercer de puente entre las dos Cataluñas. El PSC, que durante el periodo autonomista jugó este papel, ha estallado, y el sector catalanista ha abandonado la formación para sumarse a Junts pel Sí.
El fracaso de la coalición entre Podemos, ICV-EUiA (Catalunya Sí Que Es Pot) frente al éxito de Ciutadans también resulta un indicador de que la intensa polarización política e identitaria está bloqueando esta posible salida. (...)
El impresionante ascenso de Ciutadans, con 25 diputados y 735.419 votos (17,9%), es quizás el dato más relevante de la jornada electoral. Excepto Santa Coloma de Gramenet y Cornellà, donde quedó a escasa distancia del PSC, se impuso en todos los feudos socialistas del Área Metropolitana, cumpliendo con el pronóstico de Albert Rivera, quien había predicho que el cinturón rojo se pintaría de naranja.
El resultado en Nou Barris, el distrito de la ciudad de Barcelona con la renta más baja y tradicional feudo de la izquierda, es significativo.
En las municipales de mayo Barcelona en Comú. Con Ada Colau al frente, se im- puso claramente con el 33,7% de los votos, seguida por el PSC (16,2%) y C’s (12,7%). Pero el 27S ganó C’s con el 22,7%, mientras CSQP solo obtuvo el 13,8%, casi veinte puntos menos que la lista de Ada Colau e incluso se vio superada por el PSC con el 18,4% de los votos.
Así pues, si en las municipales se votó en clave so- cial y se impuso una alternativa nítidamente de izquierdas, en las autonómicas se hizo en clave nacional, dejando el mensaje de que la clase trabajadora catalana se opone a la secesión y opta por una formación con una posición clara en este sentido que, además, entona un discurso vaga- mente regeneracionista y nítidamente populista frente a PP y PSOE.
Del estallido del sistema de partidos pueden extraerse las siguientes conclusiones:
1) El giro soberanista del nacionalismo catalán ha achica- do el espacio del catalanismo donde anteriormente podían incluirse Unió, PSC e ICV-EUiA y ha incrementado la fuerza de un partido extramuros del catalanismo como C’s. El éxito de Ciutadans en los distritos obreros indica que la presión secesionista puede provocar a medio plazo un movimiento de unificación en clave españolista.
2) Las formaciones de izquierda han sido las principales perjudicadas por la polarización nacionalista, y han obtenido el peor resultado de la historia. En el 2012, si sumamos los resultados de ERC, PSC, ICV-EUiA y CUP lograron 1,5 millones de votos y 57 escaños (41,5%); ahora si sumamos PSC, CSQP y CUP sacan 1,2 millones de votos y 37 diputados (30,8%). (...)"
Las dos Cataluñas
El análisis de los resultados electorales en las poblaciones de la Cataluña interior y metropolitana nos devuelve una imagen de una Cataluña partida en dos mitades. A modo de ejemplo, Vic y l’Hospitalet de Llobregat resultan el positivo y negativo de una fotografía; mientras en Vic se impone Junts pel Sí (66,7% de los votos), seguida de la CUP (8,6%), en l’Hospitalet lo hacen C’s (23,6%) y PSC (23%). Si en Vic las fuerzas independentistas obtienen el 75,3% de los sufragios, en l’Hospitalet sólo logran el 24,1%.
Esta radical dualidad ha desatado intensos debates sobre la fractura social que el proceso independentista estaría provocando en Cataluña. Si bien es cierto que los resultados electorales nos transmiten la estampa de una sociedad partida en dos, afortunadamente esta fractura –de momento– no se percibe a nivel social. Sin embargo, se están acumulando todos los elementos para que se produzca.
La extremada agresividad verbal sobre el tema que puede apreciarse en las redes sociales y los foros de debate de los medios de comunicación resulta un indicio de ello. Por otro lado, si las fuerzas secesionistas, como todo parece indicar, se empeñan en continuar con la hoja de ruta separatista a pesar de no contar con el apoyo mayoritario de la población, podría abrirse la espita para un enfrentamiento cívico de proporciones alarmantes.
La gravedad de esta amenaza puede apreciarse en las numerosas invocaciones al papel del PSUC que, en el final de la dictadura, consiguió que la clase trabajadora se sumase a las reivindicaciones catalanistas, evitando el peligro de una fractura social e identitaria.
Sin embargo no existe en el panorama político, crecientemente polarizado, ninguna fuerza política con la capacidad de ejercer de puente entre las dos Cataluñas. El PSC, que durante el periodo autonomista jugó este papel, ha estallado, y el sector catalanista ha abandonado la formación para sumarse a Junts pel Sí.
El fracaso de la coalición entre Podemos, ICV-EUiA (Catalunya Sí Que Es Pot) frente al éxito de Ciutadans también resulta un indicador de que la intensa polarización política e identitaria está bloqueando esta posible salida. (...)
El impresionante ascenso de Ciutadans, con 25 diputados y 735.419 votos (17,9%), es quizás el dato más relevante de la jornada electoral. Excepto Santa Coloma de Gramenet y Cornellà, donde quedó a escasa distancia del PSC, se impuso en todos los feudos socialistas del Área Metropolitana, cumpliendo con el pronóstico de Albert Rivera, quien había predicho que el cinturón rojo se pintaría de naranja.
El resultado en Nou Barris, el distrito de la ciudad de Barcelona con la renta más baja y tradicional feudo de la izquierda, es significativo.
En las municipales de mayo Barcelona en Comú. Con Ada Colau al frente, se im- puso claramente con el 33,7% de los votos, seguida por el PSC (16,2%) y C’s (12,7%). Pero el 27S ganó C’s con el 22,7%, mientras CSQP solo obtuvo el 13,8%, casi veinte puntos menos que la lista de Ada Colau e incluso se vio superada por el PSC con el 18,4% de los votos.
Así pues, si en las municipales se votó en clave so- cial y se impuso una alternativa nítidamente de izquierdas, en las autonómicas se hizo en clave nacional, dejando el mensaje de que la clase trabajadora catalana se opone a la secesión y opta por una formación con una posición clara en este sentido que, además, entona un discurso vaga- mente regeneracionista y nítidamente populista frente a PP y PSOE.
Del estallido del sistema de partidos pueden extraerse las siguientes conclusiones:
1) El giro soberanista del nacionalismo catalán ha achica- do el espacio del catalanismo donde anteriormente podían incluirse Unió, PSC e ICV-EUiA y ha incrementado la fuerza de un partido extramuros del catalanismo como C’s. El éxito de Ciutadans en los distritos obreros indica que la presión secesionista puede provocar a medio plazo un movimiento de unificación en clave españolista.
2) Las formaciones de izquierda han sido las principales perjudicadas por la polarización nacionalista, y han obtenido el peor resultado de la historia. En el 2012, si sumamos los resultados de ERC, PSC, ICV-EUiA y CUP lograron 1,5 millones de votos y 57 escaños (41,5%); ahora si sumamos PSC, CSQP y CUP sacan 1,2 millones de votos y 37 diputados (30,8%). (...)"
(A. Santamaría: 27S Entre el empate infinito y la ingobernabilidad (publicado en El Viejo Topo nov. 2015), en Armando Fernández Steinko, 03/11/15)
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