"En España, cualquier ciudadano inteligente puede pensar que está
perdiendo facultades mentales porque cada vez entiende menos los
sucesivos, rápidos y múltiples cambios de discurso de CDC,
el partido fundado por Jordi Pujol y que -en base a un legendario
pragmatismo- dominó la política catalana desde 1980 y contribuyó a
estabilizar la española apoyando -en momentos complicados- a los
gobiernos de Suárez, Calvo Sotelo, Felipe González, Aznar, Rodríguez
Zapatero e incluso Mariano Rajoy (reforma laboral). Es decir, a todos
los gobiernos democráticos.
Quien se siente así
en Madrid no debe preocuparse excesivamente, porque a muchos catalanes
(bastantes de los cuales han vuelto a votar a Mas porque
no han encontrado alternativa válida) les pasa algo parecido. En los
últimos tiempos, y especialmente tras las elecciones del 27 de
septiembre, parece que en vez de estar ante la tradicional CDC estamos
ante un partido cuya marca fuera la de Desconcierto o Divergencia.
El lunes de la semana pasada, CDC impulsaba una primera resolución del nuevo Parlament que proclamaba la soberanía catalana,
la desobediencia a las leyes e instituciones del Estado de derecho
(empezando por el Tribunal Constitucional), la desconexión con España y
un camino sin retorno a la independencia en un plazo máximo de 18 meses.
Y todos estos despropósitos se justiticaban en que las listas
independentistas (Junts Pel Sí y la CUP) habían obtenido el 47,8% de los
votos y una mayoría absoluta de diputados (72 sobre 135) si se unían los 62 de JxS y los 10 de la CUP.
Pero
cuando se votó esa resolución ya se sabía que más de medio Gobierno
catalan -con 'consellers' tan representativos de diversas sensibilidades
de CDC como Andreu Mas-Colell (Economía), Felip Puig (líder tradicional del sector independentista), Germà Gordó (uno de los hombres más próximos a Artur Mas durante la travesía del desierto del tripartito) y Santi Vila (el
'conseller' que en los últimos años más ha apostado por el diálogo con
Madrid)- no solo eran reticentes a esa resolución sino que estaban
consternados tanto por el lenguaje insurreccional como por la alianza
con un partido anticapitalista y asambleario situado en las antípodas de
la CDC de orden.
Se
sabía también que el 'president' se había irritado con esos
'consellers' y que les había reconvenido tanto por la posición -¿le
estaban pidiendo el disparate de unas nuevas elecciones?- como porque
las divergencias se hubieran filtrado a la prensa.
Pero pese a la divergencia de la mitad de su Gobierno,
Artur Mas siguió adelante, y tanto el lunes 9, en la primera votación
de investidura, como en especial el jueves 12, en la segunda, no frenó
sus ansias de aproximarse a la CUP para que lo vieran como un compañero
más en “la larga marcha” (perdón, corta) hacia la independencia. Hasta
el punto de que el pasado jueves se comprometió a una moción de
confianza al acabar el primer periodo de sesiones del Parlament (en seis
o siete meses) para que los anticapitalistas pudieran despedirle en el
caso de que les hubiera defraudado.
Un relevante 'conseller',
incondicional de Mas hasta la primavera, no vacilaba el viernes en
comentar (eso sí, en la intimidad, como cuando Aznar hablaba catalán)
que lo prometido por Mas el día anterior había sido indigno.
¿Estaba
Artur Mas dispuesto a todo -a abogar por todo lo opuesto a su programa
de gobierno de los últimos cinco años- para salir elegido la semana
pasada con los votos de la CUP? Sí, ese era su diseño, porque sabe que
si no es elegido antes de la campaña electoral española lo puede tener
muy crudo.
El futuro es siempre negro -sea 'president' gracias a la CUP o
no lo sea-, pero Artur Mas prefiere afrontarlo desde el Palau de la
Generalitat. Cree que desde allí todavía tendrá algún poder e impondrá
más respeto. El 'president' de la Generalitat tiene una autoridad
material y moral a la que Artur Mas -que careció de ella durante los
siete años de oposición al tripartito- no quiere renunciar a ningún
precio.
Aquí radica la primera divergencia. Hay un grupo diverso
-diferente y nada compacto- de 'consellers' que piensan que casi todo
-incluidas unas nuevas elecciones en marzo, dos meses después del plazo
reglamentario de también dos meses tras la fallida elección de
'president'- es preferible a tener que gobernar hacia un fracaso seguro de mano de la CUP.
Andreu Mas-Colell, el prestigioso 'conseller' de Economía que tiene
grandes conexiones en el mundo intelectual americano (fue profesor en
Harvard durante muchos años), expresó esta posición este lunes pasado
en un artículo en el diario 'Ara', que acostumbra a expresar los puntos
de vista de los sectores más cosmopolitas del independentismo.
Y de no ser por los brutales atentados de París,
el artículo habría causado un terremoto político. Mas-Colell -y muchos
dirigentes de CDC, no solo los moderados- cree que situarse al margen de
la legalidad con el 47,8% de los votos es una garantía de fracaso y de desprestigio en Europa,
y que no hay fondos -Cataluña tiene cerrados los mercados financieros y
más de la mitad de su deuda está en manos del FLA, o sea, de Montoro-
para las medidas de redistribución y gasto público -bastante insolvente
por otra parte- que la CUP propone.
Pero el mismo lunes y martes hemos visto que el desconcierto y las divergencias no acaban en los 'consellers' moderados. En efecto, el recién nombrado número uno de la candidatura a Madrid -el poderoso Francesc Homs, también próximo como Germà Gordó y David Madí
(hoy en los negocios privados) a Mas durante los años de oposición- ha
expresado, el lunes en TV3 y el martes a Pepa Bueno en la Ser, una
posición bastante distinta a la de Mas en sus discursos de investidura.
Homs no ha dudado en afirmar
que con los resultados del 27-S el independentismo tiene legitimidad
para iniciar el proceso de independencia pero no para finalizarlo. Cree
que habrá que ver lo que pasa en las elecciones españolas del 20-D y si
después se puede reemprender el diálogo y la negociación con un Gobierno
del PSOE presidido por Pedro Sánchez, o incluso con un
gobierno del PP sin mayoría absoluta.
¿Como con Aznar en el 96? Y las
condiciones que fija Homs para ir adelante con la CUP -de lo que
formalmente no reniega- son una enmienda a la totalidad de la resolución
aprobada en el Parlament el lunes 9 con los aplausos del propio Homs.
Ocho días después, ha tenido tiempo para meditar y ahora dice que Cataluña debe tener un Gobierno fuerte con garantía de estabilidad (una
bofetada solemne a la moción de confianza prometida por Artur Mas),
debe haber seguridad jurídica para todos los empleados públicos
(incompatible con la desobediencia a las instituciones españolas), un
“compromiso inequívoco con los valores occidentales y europeos” (cuando
la CUP es partidaria de salir de la UE) y voluntad de diálogo y pacto
con el Estado. ¡Vivir para ver! No es extraño que la nueva portavoz del
PSC en el Parlament, Eva Granados, reaccionara diciendo que CDC debía creer que los catalanes eran tontos
¿Qué
está pasando realmente en CDC? Por una parte, sus dirigentes están
desconcertados -más de lo que parece a primera vista- por el hundimiento
moral de Jordi Pujol y su familia.
Hablan de refundación y tras comprobar su relativa marginación en las
municipales (en ciudades como L´Hospitalet, la segunda población
catalana, Cornellá o Santa Coloma de Gramanet su presencia es mínima o
inexistente) no se atreven a concurrir a los procesos electorales con
sus siglas.
A las autonómicas han ido bajo el paraguas de JxS,
comprensible por la alianza con ERC, pero en las legislativas han optado
por el paraguas de la coalición Democracia y Libertad, para lo que, en palabras de un veterano de CDC, “hemos tenido que reinventarnos el Reagrupament,
el partido de Carretero, un escindido de ERC ya desaparecido de la vida
política, para poder ir en coalición con alguien y no con nuestras
siglas”.
Otra cosa que pasa es que Artur Mas ha fracasado por
segunda vez en su gran apuesta (disolución anticipada para obtener una
mayoría absoluta) y tras el batacazo todo el mundo toma posiciones.
Artur Mas prioriza su reelección como 'president', pero
los que le han acompañado en CDC -en la oposición al tripartito o en el
Gobierno los últimos cinco años- se preocupan mas por la pervivencia de
una fuerza catalanista de centro capaz de dirigir la política catalana.
La independencia quizá no es para dentro de 18 meses y sin Artur Mas
todo será más difícil pero…
Otro dato relevante es que en el
futuro todo será más difícil si CDC (perdón, Democracia y Libertad)
tiene un mal resultado en las elecciones del 20-D, y hay encuestas (de
la propia CDC) que los sitúan por debajo de ERC y Ciudadanos, que aparecen empatados, y solo algo por delante del PSC.
Hay que invertir esa tendencia e impedir la fuga a Duran i Lleida,
a Ciudadanos o incluso al PSC, del tradicional votante moderado de CDC.
Ok al discurso contemporizador con la CUP si así Artur Mas es elegido
antes de que empiece la campaña electoral. En caso contrario, al 20-D
hay que ir como un partido claramente de orden.
La
señal es la incorporación como número cinco de la candidatura a Madrid,
que encabeza el hasta hace poco portavoz y 'conseller' de Presidencia,
Francesc Homs, de Miquel Puig, un liberal y templado
economista que el sábado pasado -también en el diario 'Ara', del que es
colaborador habitual- decía sin complejos que la resolución rupturista del Parlament dejaba fuera a la gente de orden,
a los que piensan que el crecimiento y el empleo dependen de que se
entiendan las necesidades de las empresas y de los emprendedores.
Artur Mas no puede estar en desacuerdo con
el planteamiento de Homs y piensa que en todo caso -si no es elegido los
próximos días, lo que parece difícil- siempre podrá volver a negociar con la CUP
tras las elecciones españolas. No obstante, aparece ya cierta fisura
entre Artur Mas y Francesc Homs.
La prensa catalana -y los medios
influyentes e 'informados' (o que se lo creen)- siempre ha creido que
Artur Mas era un moderado sometido a las 'malas influencias' de
independentistas radicales como David Madí, Francesc Homs o Germà Gordó.
Y así debió ser en tiempos.
Pero ahora Gordó y Homs, por otra parte
seriamente enfrentados, parecen estar captando la realidad y las
dificultades del independentismo exprés mientas que Artur Mas -frustrado
por la coincidencia de su mandato con la mayoría absoluta de un PP
insensible a sus demandas y embarcado en su papel ante la Historia con
mayúscula- puede haber desconectado del mundo real.
Sí,
CDC se ha convertido en un guirigay. Sus bases tradicionales están tan
desorientadas como los 'consellers' moderados, mientras que un sector de
sus dirigentes -quizá Josep Rull sea el mejor
exponente- quiere competir con ERC por el electorado más nacionalista.
Artur Mas y Francesc Homs tienen objetivos hasta cierto punto
complementarios -que Mas sea presidente y que CDC sea la primera lista
en las elecciones españolas- pero que también pueden ser
contradictorios.
Mas no ve otra salida para su reelección que el voto de
la CUP y Homs sabe que presentarse a las legislativas como un candidato
aliado a la extrema izquierda, que espanta a la “gente de orden” (en la
terminología de Miquel Puig), es el beso de la muerte.
Lo que
sucede es que la recuperación del centro catalanista del que habla
Mas-Colell y que pretende Francesc Homs -cada uno por su parte- va a
poner en dificultades tanto el bloque estratégico de Mas con la ANC (diseñado por su actual presidente, Jordi Sánchez,
y David Madí) como la alianza con ERC, cuyo sustento en ambos casos es
el independentismo exprés. Y como consecuencia, va a complicar todavía
más cualquier apoyo de la CUP a la reelección de Mas.
El éxito de
Homs en las elecciones españolas -nada fácil por otra parte- exige
separarse de la CUP, y la reelección de Mas implica seducir a la CUP.
Son objetivos contradictorios, al menos a corto. Por
eso, el difícil consenso Mas-Homs es que la reelección tiene que ser o
antes o después de la campaña electoral española. Lo que pasa es que
Homs, que tiene tanta alergia al fracaso como Mas y que actúa como un
tanque, ya ha empezado su campaña. Y Mas todavía no ha sido elegido." (Joan Tapia, El Confidencial, 18/11/15)
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