"Las elecciones plebiscitarias en Cataluña han abierto el debate acerca de la legitimidad del derecho de secesión. (...)
Las posiciones se hallan tan enfrentadas que algunas personas han optado por una tercera y aparentemente razonable vía:
resulta irrelevante quien posee soberanía, pues basta con que se vote
en libertad para decidir. Pero fijémonos en que semejante postura no es
admisible: la democracia es un modo de decisión grupal y, por
consiguiente, antes de votar en grupo la identidad del grupo debe estar
definida.
¿Por qué es democrático que se vote en Cataluña acerca de su
independencia pero no lo es que se vote en el barrio de Sarrià o
conjuntamente en las comarcas del Montsià (sur de Cataluña) y del Baix
Maestrat (Norte de Castellón)? (...)
El segundo problema vinculado a la idea de la soberanía nacional es el de presuponer
que la existencia de un grupo con rasgos culturales comunes otorga
autoridad suprema a ese grupo sobre los individuos que lo conforman.
En la mayoría de ámbitos de nuestras vidas juzgaríamos inaceptable que
la pertenencia a un grupo subordinara nuestras libertades al criterio de
ese grupo, sobre todo si no hemos expresado nuestra aquiescencia a
integrar ese grupo. Imaginemos que un grupo con una cultura homogénea
subyuga militarmente a otro grupo, prohíbe sus tradiciones culturales y
su lengua, y les obliga a adoptar y ser educados en la lengua y en la
cultura del grupo invasor; si, al cabo de varias generaciones, la
población autóctona ha olvidado sus tradiciones originarias y se ha
asimilado culturalmente al grupo invasor, ¿acaso perdería por ello
cualquier derecho a la autoorganización política?
O imaginemos un
conjunto de individuos que, dentro de una comunidad nacional organizada,
van desarrollado por su cuenta una identidad cultural diferenciada y
separada a la del resto. ¿Derivarían sólo por ello el derecho a
secesionarse o, en cambio, poseería la comunidad nacional derecho a
reprimir esas incipientes expresiones de identidad diferenciada bajo el
argumento de que atentan contra su soberanía nacional?
Del hecho de que exista algo así como un grupo nacional no podemos
inferir que ese grupo nacional posea soberanía sobre los integrantes de
ese grupo. A la postre, la función de los grupos no es otra que la de
facilitar la convivencia de sus integrantes (incluyendo su convivencia
frente a otros grupos). (...)
Asentar la soberanía en la nación conlleva los flagrantes problemas anteriores: el
grupo nacional no está objetivamente predefinido y, aunque lo
estuviera, la función del grupo no permitiría justificar que se le
otorguen derechos superiores a los individuos que lo conforman.
El sujeto de derecho no es el grupo, arbitrariamente definido, sino la
persona: son los individuos quienes deben mostrar consentimiento para
integrar un grupo, no es el grupo quien puede decidir unilateralmente si
integrarlos a la fuerza.
En tal caso, y en ausencia de un
consentimiento expreso de cada persona a formar parte de un determinado
grupo, no puede otorgársele a las estructuras gubernamentales de ese
grupo el derecho a integrar forzosamente a los díscolos.
La soberanía no reside ni en la nación catalana ni en la nación
española, sino en cada individuo. Por ello, cualquier persona debería
disponer de la opción de secesionarse del Estado español y coaligarse
voluntariamente con otros individuos para conformar su propia comunidad
política independiente.
Lo mismo cabe afirmar con respecto a un
hipotético Estado catalán independiente: cualquier grupo de individuos
debería disponer del derecho a separarse del mismo para conformar su
propia comunidad política o para reintegrarse en el Estado español. (...)
En definitiva, la idea de que un referéndum entre el conjunto de
catalanes posee una mayor legitimidad emancipadora que el referéndum
efectuado sobre cualquier subgrupo arbitrario de catalanes
acarrea los mismos vicios que quienes pretenden oponerse a la separación
del Estado español bajo el argumento de que un referéndum entre el
conjunto de los españoles posee una mayor legitimidad que el referéndum
entre el subconjunto de los catalanes: y ese vicio se llama soberanía
nacional.
La soberanía para asociarse o desasociarse de un Estado —o de
una confesión religiosa, o de un club, o de un partido político, o de un
sindicato— le corresponde a cada persona, no al grupo en su conjunto. (...)" (Ramón Rallo, Vox Populi, 18/09/2015)
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