"Las constituciones modernas, con sus luces y sus sombras, establecen
unos procedimientos de decisión colectiva sometidos a la exigencia de
respetar un conjunto de derechos.(...)
Entre los principios que acotan las decisiones se incluyen,
destacadamente, los de libertad e igualdad. No se puede, por ejemplo,
votar el derecho a criticar al Gobierno ni la exclusión de la comunidad
política, de la condición de votantes, de una parte de los
conciudadanos.
Hay algunos principios más, pero no muchos. Incluso
algunas constituciones han llegado a mencionar el derecho a la búsqueda
de la felicidad, que no es lo mismo, conviene a advertir, que el derecho
a la felicidad.
Lo que no había hasta ahora era el principio de comodidad. Un
principio puesto en circulación por los nacionalistas y que, como es
costumbre —sin que por ello deje de asombrarnos—, ha comprado la
izquierda, incluido Podemos, a la hora de defender los fueros.
La
apelación a la comodidad ha permeado la retórica política hasta
convertirse en el guion básico con el que abordar el llamado problema
territorial. Aparece en el diagnóstico y en la solución: el problema
radica en que Cataluña no se siente cómoda en el marco constitucional y
la respuesta consiste en ofrecer una España acogedora y atractiva,
resultona.
He consultado a amigos constitucionalistas y, hasta donde alcanzan sus
conocimientos, que es mucho, me han confirmado lo que sospechaba:
excluidos los teóricos de la república de Ikea, ningún clásico del
constitucionalismo ha desarrollado el principio de comodidad.
Quizá,
cabría celebrar, los españoles estamos en vanguardia. No descarto esa
posibilidad, pero, de momento, me inclino a pensar que si el principio
no ha prosperado es por su falta de calidad. El problema, desde luego,
no es de falta de concreción.
De hecho, es muy fácil conseguir que los
catalanes nos sintamos cómodos, incluso los que no nos sentimos cómodos
en la atosigante Cataluña nacionalista. Bastaría con atender a la
conocida aspiración expresada en 1918 por Francesc Pujols, en Concepte General de la Ciència Catalana: “Llegará un día en que los catalanes, por el simple hecho de serlo, iremos por el mundo y lo tendremos todo pagado”.
Si juzgamos una extravagancia la “solución Pujols” es porque las
consideraciones de comodidad están subordinadas a lo que realmente
importa: la igualdad, la libertad y, al final, la justicia. Las leyes
aspiran a asegurar un trato justo a los ciudadanos. Algo que, con
frecuencia, produce incomodidades.
A los ricos les irritan los
impuestos, la libertad de prensa disgusta a los fundamentalistas
islámicos y el matrimonio homosexual pone de los nervios a los
homófobos. Es su problema. En realidad, su incomodidad es un síntoma de
buen funcionamiento institucional. Hasta se podría establecer una suerte
de ley: cuanto más justas son las leyes, más disgustan a poderosos y
reaccionarios.(...)" (
Félix Ovejero
, El País, 16 FEB 2015)
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