13/1/15

El independentismo pierde 2 puntos en el “9N”. Se sitúa en un 29,91%

"(...) Si miramos las últimas citas electorales en la que los ciudadanos de Cataluña hemos sido llamados a ejercer nuestro “derecho a decidir” individual, es decir, a votar, encontraremos que lo más destacable es nuestra desafección. (...)

La primera constatación es la altísima abstención. Sobre todo en las elecciones autonómicas, la abstención es siempre superior al 40%; únicamente se rompe ese techo en 2012 con un incremento de votos que reduce la abstención hasta el 32,24%.

 Este incremento de la participación respecto a las autonómicas de 2010 represento una subida del 14,16% entre el independentismo, el 9,72% entre los soberanistas y el 51,39% entre los no soberanistas; en conjunto “No independentistas” tuvo un incremento del 25,54%. Podemos inferir que el aumento de la participación beneficia a las posiciones “N.S.” en mayor grado y al conjunto “N.I.” en segundo lugar.

Los absentismos más bajos se dan siempre en las elecciones generales. Si en las del año 2011 el absentismo se situó en un 34,66%, en las del 2008 bajó hasta el 29,70%

También se puede concluir que el No Independentismo se manifiesta claramente en las convocatorias generales superando las posiciones independentistas. Es evidente que el control social y mediático del nacionalismo en Cataluña ha conseguido que dichas posiciones se debiliten a favor del independentismo (disminución del no independentismo del 47% en las generales del 2008 al 37% en 2011, aun así por encima del independentismo), sobre todo en las elecciones autonómicas, donde como se comentaba antes baja la participación (sube la abstención).

 Este fenómeno permanece prácticamente estable desde los primeros estudios de sociología electoral que realizó Josep Mª Colomer en los años 80.

Es llamativo sin embargo que en las autonómicas de 2012, cuando es más alta la participación en elecciones de este tipo, se da un triple empate entre las posiciones “No Independentista”, “Independentista” y “Abstención”. 

Ello nos parece indicativo de cierta reacción de las clases sociales más afectadas por la crisis, clases trabajadoras procedentes de la inmigración y que no comulgan con los proyectos étnico-identitarios. Es lo que evidencia la localización de las mayorías abstencionistas y no independentistas. 

Gentes que habitualmente se abstienen en las autonómicas pero que empiezan a ver que su exclusión social no va a superarse con dichos proyectos y que sus problemas están más insertos en la dinámica izquierda-derecha de la política española que en la dinámica Cataluña-España.

La culminación de toda la serie se completa con el llamado “proceso participativo del 9N” que, independientemente de su legalidad o no y de su carencia de valor jurídico, nos permite valorar de una manera más directa las opciones de los catalanes. 

En primer lugar es necesario constatar que las agrupaciones sobre partidarios de la independencia, soberanismo y no-independentismo en las elecciones previas las realizamos en función del posicionamiento de cada partido respecto a la misma. Igualmente la participación en dicho “proceso participativo del 9N” fue totalmente libre –sin ningún tipo de oposición ni de control policial- y a nadie se le impidió que lo hiciera. Más bien lo contrario; en los días precedentes, se ejerció una notoria coerción telefónica y domiciliaria sobre cientos de miles de ciudadanos para que acudieran a votar. 

Ha de tenerse en cuenta, además, la movilización de todos los medios de propaganda institucional de la Generalitat al servicio de dicho “proceso”, sin que se sepa hasta la fecha los costes de dicha publicidad, sumados a toda una movilización desde supuestas organizaciones cívicas, fuertemente subvencionadas desde las instituciones catalanas.

 La conclusión más importante es que, si prescindimos de los condicionamientos que impusieron estas “anomalías”, quien acudió a introducir una papeleta el nueve de noviembre como quien no quiso participar lo hicieron con total libertad.

De los resultados podemos concluir que, sin ser un auténtico proceso democrático, dadas las carencias garantistas que dichos procesos requieren, frente al tan aireado 80% de la sociedad catalana que reclamaba su “derecho a decidir” tan solo un 37% acudió a reclamar ese derecho o a ejercerlo, si se habla desde el punto de vista del nacionalismo.
Primera e importante conclusión.

 La abstención en este “proceso” es de un 63,41% la mayor de toda la historia de las votaciones en Cataluña. A las dos terceras partes de los catalanes no nos interesa el tema del “derecho a decidir”.

 De hecho, en una consulta de parecidas características en el Véneto, pero sin el control de las instituciones, centros públicos y medios de comunicación, el índice de participación allá fue más alto que el de la abstención aquí.

De los que fueron a votar y no son independentistas, cuyos partidos representaron entre un 15% en autonómicas y un 22% en generales de 2011, los participantes no llegaron ni al seis por ciento, quedándose en un 5,91%, lo que indica que los postulados de estos partidos sobre el tema no encuentran el consenso entre sus votantes.

 Habría que integrar en este grupo a Podemos ya que aunque tan solo se presentó en las últimas europeas, su defensa del “derecho a decidir” queda muy en entredicho entre sus votantes.

El independentismo tiene votantes más consecuentes y si en las autonómicas de 2012 consigue su máximo de seguidores con un 32,15%, en el “9N” pierde más de dos puntos porcentuales al enfrentarse directamente a la pregunta.

 Se sitúa en un 29,91% gracias a una ampliación de votantes en el margen de los 16 años, hijos de una educación más cercana a la asimilación identitaria que a la formación de ciudadanos libres y críticos y más propensa a las influencias emocionales que comportamientos racionales.

El “No Soberanismo” y el “No Independentismo” aparecen menguados – el primero ni existe-, en este “proceso participativo del 9N”, pero concluir que no existen es mirar con orejeras los hechos. Los contrarios al “derecho a decidir”, por considerarlo sin validez jurídica o poco democrático, han ejercido su derecho a la abstención activa como forma de libertad de expresión, igual que lo ha hecho quien acudió a depositar la papeleta, igual. 

Si descontamos ese 30% de abstencionismo estructural concluiremos que los que no quieren la secesión de Cataluña (sumando “Soberanistas no Independentistas” y “No Soberanistas”, en este caso abstencionistas), se sitúan alrededor del 38 o 39%.

Ciertamente el voto “N.I.” no es mucho mayor. Pero el problema no es cuántos son necesarios para mantenernos juntos sino cuántos son precisos para separarnos. Es también un problema tener que soportar que la vida política catalana, los medios de comunicación públicos, la actividad parlamentaria, los ritmos electorales, giren de forma monotemática sobre los eslóganes nacionalistas. Y, a pesar de ello, si se tensa más la cuerda, el incremento de participación puede llevar a minorizar aun más el porcentaje independentista, aunque este se mantenga. (...)"                 (Vicente Serrano y Rafael Núñez , Crónica Popular,  Rebelión, 10/01/2015)

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