30/10/14

“La independencia de Catalunya sería un mal negocio, sí o no?” Con toda seguridad. Si el Barça quedara excluido de la liga española, sus ingresos disminuirían muchísimo, y los impuestos que pagaría a la Hacienda catalana serían muy inferiores a los que ahora ingresa en la Agencia Tributaria española

"(...) Mi contestación a la pregunta de si la independencia sería o no un mal negocio, es un sí rotundo. No sólo sería un mal negocio independizarse sino que afirmo que casi con toda seguridad sería un pésimo negocio.

 ¿En qué me baso para hacer una afirmación tan rotunda? Primero, en un hecho incontestable: a los catalanes nos ha ido muy bien siendo españoles; y, segundo, en que no hay un solo argumento sólido que avale la noción de que la independencia mejoraría nuestro nivel de bienestar. Paso a desarrollar sucintamente estas dos tesis.

En cuanto a la primera afirmación, quiero subrayar que a los catalanes el haber sido españoles les ha proporcionado unas excelentes oportunidades de negocio que los comerciantes y empresarios han aprovechado a fondo durante los últimos 300 años y de las que se han beneficiado también los trabajadores catalanes, nacidos aquí o venidos en muchos casos, como el mío, de otros lugares del resto de España.(...)

Y precisamente porque ha sido un gran negocio, a nadie salvo a algunas minorías extravagantes se les ocurría pedir la independencia de Cataluña hasta hace muy poco tiempo. Hasta 1986, para ser exactos, cuando el Reino de España firmó el tratado de adhesión a la CEE, lo que querían las élites políticas, económicas y sociales de Cataluña era justamente lo contrario: más integración y mayor protección del mercado ‘nacional’ para seguir ganando dinero.

 No es ninguna casualidad que los escasos intentos de proclamar la independencia, aprovechando momentos de graves convulsiones políticas, sociales y económicas en España, acabaran en un completo fracaso. 

Nadie con la cabeza sobre los hombros quería matar la gallina de los huevos de oro. No hace tanto tiempo que el president Mas, siendo ya primer consejero del gobierno de la Generalitat en 2002, declaró en una entrevista que “el concepto de independencia lo veo anticuado y un poco oxidado”.

Paso ahora a justificar mi afirmación de que no se han presentado argumentos sólidos que respalden la hipótesis de que la independencia mejorará el nivel de bienestar de los catalanes. Para empezar, hay que reconocer que la independencia tendrá efectos negativos sobre la actividad económica de las empresas y entidades financieras localizadas en Cataluña. 

Aunque se ha tratado de esconderlos, haciendo hipótesis inverosímiles para minimizar su cuantía o incluso evitar entrar a considerarlos, lo cierto es que ni siquiera los economistas partidarios de la independencia han podido negar que ésta tendrá efectos negativos sobre la base económica de Cataluña, sus exportaciones de bienes y servicios, y efectos indeseables sobre las entidades financieras cuya sede social, que no el grueso de su negocio, está en Cataluña. 

A la luz de la experiencia de países que han pasado por un proceso de desintegración, la caída del comercio se producirá en un plazo relativamente breve, 5 años, y sus consecuencias serán severas e irreversibles. Y en cuanto al impacto sobre el sistema financiero, sus efectos negativos se dejarán sentir incluso antes de declararse la independencia.

Además, las pérdidas que ocasione la independencia no podrán compensarse con los beneficios ilusorios que los economistas partidarios de la independencia han bautizado con el sugerente nombre de dividendo fiscal de la independencia. 

Todo lo fían a los 16.000 millones en números redondos en que cifran el déficit fiscal estimado (y subrayo esta palabra, estimado) de Cataluña con la APC y que haciendo un acto de fe creen que estará a disposición del nuevo Estado catalán. La credulidad humana es ilimitada y andan estos días unas brigadas amarillas, los “Testigos de Jehomás”, llamando a las puertas de nuestras viviendas para preguntarnos a qué queremos dedicar esos recursos adicionales que traerá la independencia. 

Pues bien, todavía estoy esperando a que alguno de los economistas partidarios de la independencia demuestre que el hipotético dividendo fiscal de la independencia será positivo.   (...)

El C.F. Barcelona tiene un presupuesto superior a 500 millones y como consecuencia de las transacciones que realiza en el desarrollo de sus actividades (fichas, contratos, compras de bienes y servicios, etc.) aporta unas cantidades importantes a Hacienda. 

Pues bien, lo que afirmo es que si Cataluña se independizara y el C.F. Barcelona quedara excluido de las ligas españolas y sus equipos sólo pudieran jugar en las ligas catalanas y europeas, los ingresos del club (la base económica que lo sustenta) disminuirían notablemente y los impuestos que ingresaría a la Hacienda catalana (ingrediente esencial del dividendo fiscal de la independencia) serían muy inferiores a los que ahora ingresa en la Agencia Tributaria española. 

Suponer que los ingresos tributarios que ahora se generan se mantendrán inalterados después de la independencia es una falacia, un engaño, porque presupone sin ningún fundamento que la actividad económica y los ingresos del club y, por consiguiente, las bases impositivas, no se verán afectadas por la independencia.  (...)

Quienes ven en la independencia una posibilidad de regeneración, deberían, como decía, mirarse la vista porque no hay ninguna otra CCAA española cuyo presidente desde 1980 a 2003, haya defraudado a Hacienda durante 34 años y haya tenido la desfachatez de querellarse contra el periódico que alertó en 2012 que poseía cuentas en paraísos fiscales. 

 Por ello, resulta ilusorio fiar la solución de estos problemas a lograr la independencia. Ninguna sociedad, mucho menos las nuestras, tan acomodadas y viejas, pueden empezar de cero. Y empezar de cero con frecuencia tampoco garantiza ni la democracia ni el buen gobierno.  (...)"          (Clemente Polo, Crónica Global, Jueves, 30 de octubre de 2014)

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