30/10/14

Banca Catalana: esa tarde se traza una gruesa raya que separa a los buenos de los malos catalanes, donde los socialistas son virtualmente expulsados de la comunidad nacional catalana

Para ver más reacciones de la época... ver 1984

"(...) La víspera de la filtración, Pujol y Ferrusola son informados por Prenafeta, quien avisado por Quintà, se desplaza pasada la medianoche a su domicilio de la ronda general Mitre. La noticia cae como un mazazo sobre el president que había especulado con sus más directos colaboradores sobre la posibilidad de dimitir si finalmente era procesado.

“Pujol se puso tenso. Muy duro y muy tenso. No le había visto nunca así. Me dijo las mismas palabras que después repitió desde el balcón de la Generalitat: ‘Esto es una gran, una inmensa mala jugada.’ Tenía no sólo la amargura de la pérdida del banco –muy importante -, sino también el dolor añadido de la querella. 
Entendió, y ahora tenía la prueba, que los socialistas le querían masacrar políticamente (…) Lluís, van a por mí, buscan mi ruina. Los socialistas no han aceptado de buen grado su derrota. Son todos iguales. Odian a Cataluña.”

Se siente estafado por González y Serra que le han engañado deliberadamente con falsas promesas tranquilizadoras, para hacerle caer mejor en la trampa. En su mano estaba impedir la presentación de la querella, dada la dependencia jerárquica de la Fiscalía respecto al Gobierno, pero han preferido la confrontación.
 En esta línea se interpretan las declaraciones de González, a Radio Nacional, dos días después de la presentación de la querella. “Cuando un gobierno se ve obligado a aportar 270.000 millones del erario público, es decir, del esfuerzo de todos los ciudadanos para superar una crisis económica, no tiene más remedio que ofrecer a los ciudadanos una explicación de por qué se ha llegado a esta situación. Lo demás son especulaciones políticas gratuitas.”

Esa misma noche, Pujol le comunica a Prenafeta lo que se convertirá “en el eje central de su estrategia de defensa política: una identificación absoluta entre Jordi Pujol y Cataluña, que le permite plantear el silogismo de que procesando al primero se quiere juzgar a la segunda.”

Esa madrugada, Prenafeta y Ferrusola comienzan a preparar el acto de desagravio que debe coincidir con la sesión de investidura, prevista para el 30 de mayo.

Durante los días siguientes a la explosión, el president se esfuerza por dar una imagen de normalidad, en lugar de eludir las comparencias públicas, como le aconsejan muchos, asiste a los actos oficiales y acontecimientos sociales de su apretada agenda para demostrar su entereza y que la querella no le ha afectado. Pero la procesión va por dentro y todos sus colaboradores coinciden en comentar que “está tocado.” Inmediatamente, la poderosa maquinaria política y mediática convergente se pone a funcionar a tope. Sin ningún pudor, TV3 y Catalunya Ràdio convocan a la ciudadanía a asistir a la manifestación. 
En el operativo tiene un papel destacado Lluís Vilaseca, ex directivo de Catalana y del Barça, nombrado en 1980 secretario general de Deportes de la Generalitat, que moviliza a federaciones deportivas y todo tipo de entidades, “desde clubs de gimnasia hasta peñas de petanca de asociaciones vecinales; un sinfín de grupos, surgidos debajo de las piedras, insertan anuncios convocando a la manifestación. En realidad, las entidades se limitan a ceder los nombres, ya que la publicidad será redactada y abonada directamente por Convergència”.

En su libro Contra Catalunya, el periodista Arcadi Espada, nos proporciona un vívido testimonio de estas jornadas. En los días previos a la manifestación, la redacción de El País donde trabaja, recibe docenas de comunicados y pasquines que “convocan espontáneamente al pueblo de Cataluña a manifestarse en defensa de Jordi Pujol”. 
Aquí estriba uno de los ejes de la campaña, se elude la implicación explícita de CiU en la convocatoria y se presenta como una reacción espontánea e indignada del pueblo catalán. Así también se diluían las responsabilidades del partido en los eventuales incidentes que pudieran provocarse:

“Se trataba de un descontrol controlado (...) se trataba, se trata y se podrá tratar, cuando la ocasión lo vuelva a pedir, de un método perfectamente insertado en la conceptualización nacionalista. La elemental confusión entre los intereses de un hombre y de un pueblo, entre un partido y un pueblo (...) se explayaba aquí sin manías. El pujolismo apostaba decididamente por la pornografía política.”

La campaña tiene éxito y muy pocos se atreven a discrepar públicamente. Como recoge Espada, Vázquez Montalbán publica un artículo donde afirma que en Cataluña nadie cree que Pujol sea un ladrón. Únicamente, Solé Tura -“un islote orgulloso en medio del pensamiento catalán de la época”- se permite criticar la utilización política que Pujol está haciendo del asunto, la querella es producto de una decisión judicial, que debe resolverse en ese ámbito. 
El 30 de mayo, por la tarde, a la misma hora que se vota la segunda investidura de Pujol miles de personas se concentran frente a la sede del Parlament. 
Entre cien y doscientas mil personas, según las fuentes, se concentran en el trayecto que debe recorrer el president del Parc de la Ciutadella a la Plaça Sant Jaume. Muchos –como observa Cabana- “con americana y corbata”, participan por primera vez a una manifestación. Entonces se producen unos incidentes gravísimos, silenciados por la prensa barcelonesa del día siguiente. Cuando se levanta la sesión, irrumpen en la Cámara miembros del servicio de orden de la manifestación, muchos de los cuales militantes de CiU, con el pretexto de proteger a los diputados. 
A la salida del Parlament, los líderes del PSC son insultados, escupidos y deben ser protegidos por la policía autonómica para evitar que las agresiones pasen a mayores. En muchas pancartas se les trata de botiflers (traidores) y en otras puede leerse: “1714 Felipe V, 1939 Franco, 1984 Felipe González”.
Entre aclamaciones y aplausos, el recién investido president sube al coche oficial que muy lentamente recorre el corto trayecto que le separa del Palau de la Generalitat, mientras saluda triunfal con la mano extendida a sus fieles. 
Siempre en las grandes ocasiones, como el consejo de guerra o tras su primera victoria electoral ha sabido encontrar las palabras y el tono precisos para galvanizar a sus correligionarios. En la plaza Sant Jaume aborrotada resuenan atronadores los gritos ¡Pujol, Pujol!, que aparece en el balcón flanqueado por su esposa, Prenafeta y la plana mayor del partido.

Ese espacio está sobrecargado de simbolismo. En ese mismo balcón, el 14 de abril de 1931, Francesc Macià proclamó la fugaz “republica catalana como Estado integrante de la Federación Ibérica” y el 6 de octubre de 1934, Lluís Companys, declaró constituido el efímero “Estado catalán de la Republica federal española”. También aquí Josep Tarradellas, el 23 de octubre de 1977, pronunció el famoso “Ja sóc aquí.”Ahora, como los presidentes de la Generalitat que le han precedido, lanzará su gran discurso, sin papeles y con abundante gesticulación.

“El gobierno central ha hecho una jugada indigna; en adelante, de ética y moral hablaremos nosotros, no ellos”. Los gritos de la multitud que corean el lema Som una nació!, le obligan a detenerse y responder: “Somos una nación, sí, somos un pueblo y con un pueblo no se juega... Un pueblo tiene una vida propia, somos millones y millones de personas, y generaciones, y hombres y mujeres de hoy, venidos de todas partes para incorporarse a Catalunya”.

Después de alabar el civismo democrático “a la catalana, con respeto a todos” de los manifestantes, comprime las ideas-fuerza de toda su trayectoria. Alude a la fuerza de la identidad y la capacidad integradora de Catalunya que hoy ha demostrado su potencia y a su voluntad de construir y no destruir, de sumar y no restar.

“De esa Cataluña, nosotros, vosotros, habéis dado testimonio ahora y esta fuerza la tenéis que utilizar ahora, pero la tenemos que utilizar para ir en contra, no en venganza. Tenemos que utilizarla para construir nuestro pueblo y para extender la mano a todos (...) porque todo aquel que vive y trabaja en Catalunya, tenga las ideas que tenga, piense como piense, haga lo que haga en un determinado momento es hermano nuestro, es un catalán.”

“Y ahora con la fuerza renovada que vosotros nos habéis dado y habéis dado a Catalunya, tenemos que ser capaces de trabajar aquí, primero, y después tenemos que ser capaces de hacer este esfuerzo fuera de aquí. 
No solamente que con Catalunya no se juega, no solamente que los juegos sucios no valen, sino que, además, si quieren, nosotros somos capaces de aportar esa fidelidad, esta energía, esta fuerza que vosotros representáis, que en Catalunya representáis, a la construcción general de todo el país. Si quieren, nosotros, desde nuestra identidad como pueblo, estamos dispuestos a hacer esta colaboración, con una fuerza que ellos no pensaban, pero que no irá contra nadie, sino que irá a favor de todos.

Ahora, ha llegado la hora de volver al trabajo de cada día y dejar que todos juntos, nosotros, vosotros, el gobierno, todos sepamos hacer uso de esta gran victoria que hemos conseguido hoy. Que no es mi nombramiento como presidente, sino esta manifestación maciza, rotunda, absoluta, de catalanidad, de democracia, de juego limpio, de voluntad de convivencia. ¡Catalanes! ¡Muchas gracias! Ahora cantaremos nuestro himno nacional, cantaremos Els Segadors y después, pacíficamente, gozosamente, como os he dicho, con el orgullo de haber hecho una cosa bien hecha, de la que la historia hablará. 
Vosotros, hoy, habéis sido protagonistas de un hecho histórico, después, nosotros nos iremos todos a casa, sí y desde mañana, como os he dicho al trabajo, con la energía concentrada en la fidelidad siempre a aquello que hace que seamos lo que somos, que somos catalanes.”

Pujol arrancó a cantar, seguido por los miles de manifestantes y como broche final a la pieza oratoria clamó: “¡Catalanes! Gritad ahora tres veces: ¡Visca Catalunya! ¡Visca Catalunya! ¡Visca Catalunya!” Como observan Novoa y Reixach, las aclamaciones a Pujol se han transmutado en vivas a Cataluña. “Concluía de esa forma una magna manifestación que se había planteado como de apoyo y desagravio a un líder político y que se había transformado en una defensa patriótica.”

Esa tarde se completa el proceso de identificación entre el líder y la patria. Se intentado atacar a Cataluña y su naciente autogobierno, a través de su persona convertida en un símbolo viviente de la nación. Si tras su proceso y detención se convirtió en la referencia social del catalanismo democrático, burgués, católico y antifranquista, tras el desagravio se aposenta como virtual president vitalicio de la Generalitat y las legislativas catalanas se convertirán, desde entonces, en una especie de plebiscito sobre su persona y su gestión.

El éxito de la estrategia defensiva de Pujol modifica las reglas de inclusión/exclusión en la nación. Esa tarde se traza una gruesa raya que separa a los buenos de los malos catalanes, donde los socialistas son virtualmente expulsados de la comunidad nacional. El president refuerza aún más su autoridad moral y se inviste con los papeles de juez supremo cuyo criterio resulta decisivo para otorgar o negar la catalanidad política. 
Como apunta Espada, “los primeros que confundieron Pujol con Cataluña fueron los socialistas catalanes”. No sólo interiorizaron las acusaciones de los nacionalistas, sino que se sometieron a todas sus exigencias con el objetivo de hacerse perdonar y se “produjese el reingreso a la congregación cuando antes mejor y era igual en qué condiciones humillantes.” 
Durante años las alusiones a su comportamiento en la LOAPA y la querella serán un lugar común de los oradores convergentes. No será hasta las Olimpiadas de 1992 cuando los socialistas, de la mano de Maragall, reingresarán simbólicamente en la nación, aunque en periodo de pruebas, bajo la permanente sospecha de sucursalismo y españolismo, un arma arrojadiza siempre presta a ser utilizada.

La crisis de Banca Catalana muestra una faceta característica de la retórica político-moral del pujolismo. Solo quien hace cosas, se arriesga y juega puede equivocarse. Fuera del confortablemente mundo de las ideas y los grandes principios, el mundo real es duro, sucio, contradictorio. Quien quiera construir algo sólido y perdurable tiene que arremangarse y ensuciarse, hacer cosas que nunca habría imaginado.
 Partiendo de esta premisa, podrá admitir que algunas decisiones en Banca Catalana fueron desacertadas, pero jamás reconocerá que estuvieran guiadas por el afán de lucro o el interés personal, sino por el supremo interés de Cataluña. Ahí esta la clave del asunto, a Banca Catalana no se le perdonan los trucos que utilizan todos los bancos, y sólo a nosotros se nos aplica la ley a rajatabla. 
Todos conocen su desapego por las cosas materiales y el dinero, por lo que la acusación de lucro personal es una calumnia indigna. Pujol reserva este crudo, brutal y descarnado realismo para las grandes ocasiones, cuando aparece despeinado, enfurecido, gesticulando y dominado por la pasión, entonces se revelan sus grandes facultades como líder y de conductor de hombres.

( Pujol, Banca Catalana y cuestión nacional: adelanto de una importante publicación de Antonio Santamaría,  Piensa y actúa, 23/10/2014)

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